Seguimos con el especial que enfrenta a PS4 vs Xbox One. La idea es conocer a fondo todo lo que ofrecen estas dos consolas y que tengáis claro qué máquina elegir. Hoy nos vamos a centrar en el hardware y entre este y otros dos artículos más profundizaremos en la CPU, la GPU y la memoria RAM de cada una de las consolas de Sony y Microsoft, PS4 y Xbox One.
A primera vista hay algo que llama la atención y es que las dos compañías han apostado por hardware muy parecido, una propuesta muy similar a diferencia de lo que ocurría en años anteriores. Ahora, con dos consolas casi idénticas, hay que buscar esas pequeñas diferencias que desequilibrarán la balanza para uno u otro costado. Empezamos con Jaguar, la CPU que se esconde en el cerebro de ambas y el protagonista de esta tremenda lucha entre titanes de hardware.
PS4 y Xbox One, como dos gotas de agua
Se acabó la época del CELL y de los procesadores Power PC. Se acabó la época en la que el rendimiento de las consolas de sobremesa de Microsoft y Sony sólo se podía comparar en números generales o conceptos tan esotéricos de aplicar al mundo real como FLOPS. Ahora tanto Xbox One como PS4 comparten una misma arquitectura basada en tecnología de AMD (Jaguar) a la que los dos fabricantes le han hecho sus pequeñas modificaciones.
Las dos cuentan con los mismos núcleos, ocho, y en general son capaces de dar el mismo rendimiento. Pero hay una pequeña diferencia desde hace relativamente poco tiempo.
Cuando se anunciaron, tanto PS4 como Xbox One, funcionaban a una frecuencia de 1.6Ghz. Algo que, teniendo en cuenta que tienen exactamente la misma arquitectura y el mismo procesador, las empataba en potencia de proceso. Pero hace unas semanas la frecuencia de reloj de Xbox One subió hasta los 1.75 Ghz (nos enteramos gracias a los contados kits de desarrollo) y eso provoca un incremento de potencia nada despreciable del 10%.
¿Qué significa? Pues que en juegos que pongan a prueba la potencia bruta del procesador, la Xbox One tiene las de ganar. Claro, que no sólo del procesador vive una máquina como estas tal y como veremos en los siguientes artículos.
Una arquitectura de rendimiento medio
Seguro que los que seáis más entendidos en esto os lo preguntasteis al conocer la tecnología que llevaban dentro las dos consolas. Jaguar, la arquitectura de AMD, no es ni de lejos la arquitectura más potente que tiene la compañía y que podría haber impulsado la potencia de estas dos máquinas. De hecho Jaguar se diseñó para sistemas de bajo consumo energético como tabletas o portátiles de gama media y no para dar potencia bruta en juegos o aplicaciones muy exigentes.
En cambio tanto Sony como Microsoft han tirado por ese camino. ¿A qué se debe? La respuesta la encontramos en la multitarea que las consolas de nueva generación se ven obligadas a hacer. En lugar de elegir una arquitectura más potente para un tipo de aplicaciones determinadas o procesadores con menos núcleos pero mucho más rápidos se apostó por los ocho núcleos de Jaguar y su compromiso entre potencia y consumo.
Tanto Xbox One como PS4 deben mantener una serie de servicios de fondo mientras se juega y a los que el jugador puede acceder de manera inmediata sin tiempo de espera. Digamos que la consola debe solucionar en paralelo diversas tareas y con Jaguar pueden reservar una serie de núcleos para ellas mientras no se compromete la estabilidad del juego.
Más núcleos en lugar de núcleos más rápidos. Ese es el acercamiento que Sony y Microsoft han tomado cuando estaban diseñando sus nuevas consolas. Pero además y para determinadas tareas se han introducido procesadores externos independientes que descargarán de trabajo a la unidad central y suavizarán la experiencia de uso. Un ejemplo podrían ser los procesadores de audio o compresión y descompresión de vídeo que tanto Xbox One como PS4 llevan incorporados.
Resumiendo
Xbox One y PS4 tienen el mismo procesador y la misma arquitectura. Eso sí, Microsoft aumentó la frecuencia de Mhz de 1.6Ghz a 1.75Ghz hace unas semanas. Y eso le otorga ventaja a su consola sobre la de Sony. Un aumento de un 9,37% en potencia que todavía está por ver si será un factor diferencial a la larga.
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