Con dos mil páginas de guión, resulta evidente que ‘Heavy Rain’ es ante todo palabras. Podríamos pensar pues que nos encontramos ante el culmen de una tendencia, la de contar historias. Porque los videojuegos, una vez superada la sorpresa de su novedoso elemento interactivo, se vieron inmediatamente en la necesidad de arroparse con argumentos.
Puede ser el cuento del ratón encerrado en un laberinto expresado en ‘Portal’, una premisa limpia y repleta de posibilidades donde nuestra imaginación se encarga de llenar los huecos. Puede ser un sueño utópico transformado en pesadilla distópica llamado Rapture, o un bello poema mudo donde el silencio de áridos paisajes fronterizos es únicamente roto por el trotar de un jinete y su caballo (esa soledad del amante malherido enfrentado a la solemnidad de milenarias montañas en movimiento).
Todas estas historias están contadas de forma interactiva. En ellas las palabras son meros accesorios al servicio del medio que los acoge, ¿y no es eso lo que debería ser el videojuego como medio expresivo único?.
En el título de Quantic Dream sin embargo las palabras mandan, el guión, en su sentido más cinematográfico, lo es todo. Y el arriesgado invento funciona, porque para cuando haces tu primer disparo (acción escasa aquí, cuando es inevitable desde el minuto uno en la mayoría de la oferta jugable actual), posiblemente te sientas horrorizado por haber apretado el gatillo. En ese momento ya no estás jugando a ‘Heavy Rain’, formas parte de ‘Heavy Rain’.
‘Heavy Rain’ es una gran mentira que requiere de la complicidad del jugador para mantenerse en pie. Mientras juegas piensas de verdad que cada decisión que tomas es vital, que cada paso en falso puede poner en peligro de muerte a tu protagonista. Sabes que no es cierto, pero te da igual, te lo crees porque creértelo da como resultado una de las experiencias más intensas que has tenido nunca como jugador. David Cage consigue así su objetivo de ofrecernos un juego emocional y emocionante que es capaz de trastornar nuestros sentidos y nuestros corazones.
Es cierto que, como el propio autor indica, podemos encontrar muchas similitudes con el cine. Desde la hábil utilización de la profundidad de campo a las fuentes del celuloide referenciadas (thrillers como ‘El silencio de los corderos’ o ‘Seven’), pasando por el tipo de iluminación y el montaje fragmentado. Pero como ya dejé entrever al principio, el mayor débito se halla en la forma en que está construido el guión.
Al igual que en el cine de Shyamalan, en ‘Heavy Rain’, una vez acabada la historia, ésta deja ver sus hilos, y una segunda partida (visionado) pone al descubierto sus trampas y la falsedad de su manipulador argumento. Al igual que en el cine de Hitchcock, un enorme macguffin desvía nuestra atención mientras el mago del suspense (en este caso David Cage) urde el órdago final que nos dejará de piedra.
No sé vosotros, pero a pesar del enorme engaño que suponen, yo digo sí a ‘El 6º Sentido’, sí a ‘Psicosis’ y, por supuesto, sí a ‘Heavy Rain’, porque al igual que los ejemplos cinematográficos mencionados, ‘Heavy Rain’ esconde una gran mentira en su interior, pero señores, qué mentira más hermosa.
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