El día que mis padres me regalaron una NES

El día que mis padres me regalaron una NES

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El día que mis padres me regalaron una NES

No era una noticia esperada por nadie, y sin embargo todos nos volvimos locos de alegría al conocer alos planes retro de Nintendo con la Nintendo Classic Mini, el regreso en formato oficial de la consola que marcó un punto de inflexión, tanto para la compañía japonesa como para toda la industria del videojuego.

Sí, está claro que no deja de ser un dispositivo muy básico, cargado de software vetusto y sin absolutamente nada nuevo que ofrecer, y sin embargo tengo claro que me haré con una de estas NES en miniatura tan pronto como sea posible. Y estoy seguro de que, como yo, muchos más. Desde luego, tengo muy claro mis motivos: me recuerda, más que ninguna otra máquina o juego que pueda comprar a día de hoy, por qué estoy aquí.

Este dispositivo me recuerda, más que ninguna otra máquina o juego que pueda comprar a día de hoy, por qué estoy aquí

La NES fue mi primera consola, un regalo que no recuerdo pedir pero que mis padres me hicieron poco después de su lanzamiento, marcando con ello y sin ser conscientes gran parte de mi infancia y mi vida adulta. Hay mucho de mí que no soy capaz de imaginar sin recordar aquel día en el que abrí el envoltorio que contenía aquel flamante objeto que nadie en casa sabía aún muy bien cómo funcionaba. Por ejemplo, no me imagino escribiendo aquí, en VidaExtra.

Encender tu primera consola

Nes 2

Es bastante curioso, porque no soy capaz de identificar el año exacto en que se produjo, pero sí tengo impresa en mi memoria la imagen de aquella mañana en que la NES entró en mi casa. Es, posiblemente, el recuerdo más vívido que tengo de mi niñez, quizás uno de los primeros momentos de mi vida a los que soy capaz de retrotraerme.

Un momento que flota en mi memoria como la primera vez que fui al cine, el primer libro que recuerdo tomar voluntariamente de la estantería para leer o el primer casete de música que me quise comprar. Vistos desde fuera, no dejan de ser acciones puntuales; para mí en cambio suponen grandes palancas en mi personalidad.

Estrenar una NES es, posiblemente, el recuerdo más vívido que tengo de mi niñez

Hay más de nebulosa que de imagen nítida en el recuerdo de aquel día en que me adentré en la magia del videojuego, en el que pude sentir por primera vez la experiencia de mover algo en la pantalla del televisor, pero la sensación de poder vivir todo aquello por primera vez es demasiado fuerte como para haberla perdido.

He estrenado decenas de consolas desde entonces, y como si de un ritual atemporal se tratase, siempre que llego a casa con una nueva adquisición intento repetir todo lo que recuerdo de aquel primer contacto, en busca de la sensación que no quiero perder, de la pasión inocente, del disfrute sin complejos. No, ya no soy un niño, pero intento volver a lo mejor de ello procurando ver cada consola como la primera.

Empezar tu primer juego

Super Mario Bros E European Cover

Sin ser capaz de entender ni de cerca cómo funcionaba a nivel interno o todo lo que representaría para el futuro (sensación que a buen seguro compartía con mis padres), sí que supe entender que dentro de esa caja gris estaba contenida la fórmula de una diversión como no había conocido hasta entonces.

Esa diversión, en mi caso se materializó en forma de un señor bigotudo y vestido de rojo que manifestaba una extraña afición por las setas y que andaba empeñado en encontrar a una princesa. 'Super Mario Bros.' fue mi primer videojuego, mi puerta de entrada a una experiencia que no necesitó presentación alguna. Con el magistral desarrollo de su primer nivel, una de las mayores lecciones de diseño que jamás se han dado, aprendí a jugar a videojuegos.

Los chavales que hoy crecen jugando a Minecraft entenderán los videojuegos de una manera diferente a nuestra generación, la del Mario y el Sonic

Recuerdo que el pack que me regalaron traía otros dos juegos: 'Tetris' y 'Tennis', pero sin ser poder ni tan siquiera imaginarme lo grande que sería algún día la figura de Mario, tuve claro que ese era el primer título que quería probar en mi consola. Luego llegarían más, y con ellos se irían cimentando aún más mis preferencias, mis inquietudes y mi visión de los videojuegos.

A colación de esto, leía hace no mucho un interesante artículo del New York Times sobre la generación 'Minecraft', los chavales que hoy crecen dedicando cientos de horas a este juego, y cómo ello va a modular su forma de ser en el futuro. Inevitablemente, ellos entenderán los videojuegos de una manera diferente a nuestra generación, la del 'Mario' y el 'Sonic', títulos donde la prioridad era la destreza técnica y no el pensamiento creativo. El asunto tiene mucha miga.

Decidir tus primeras afiliaciones

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Las diferencias entre quienes aprendimos a jugar hace décadas y quienes lo están haciendo ahora son obvias, y lo serán aún más con el paso del tiempo, es una necesaria ley de vida. No obstante, hay algo que no cambia: nuestra innata necesidad de elegir bando en el mundo.

Hay algo que no cambia: nuestra innata necesidad de elegir bando en el mundo

En aquella época, los dos frentes estaban muy claros: o eras de Nintendo, o eras de Sega. Lo curioso de esta elección es que, para muchos, no lo fue tal, pues realmente nuestro partidismo vino motivado por la decisión que tomaron nuestros padres a la hora de elegir consola. Yo defendía a capa y espada a la Gran N sintiendo que así lo había querido, pero muy posiblemente habría caído del otro bando si mis padres hubieran optado por comprar una Master System.

Con el paso del tiempo, la madurez y esas cosas, uno se acaba dando cuenta de que esta forma de proceder solo lleva a ser un jugador cabreado, algo que no aconsejo a nadie. En mi caso, sé que Nintendo ocupará siempre un lugar de privilegio en mi corazón, sobre todo mediante sus licencias clásicas, pero en absoluto me siento impelido a seguir entendiendo el mundo del videojuego de manera maniqueísta.

El dinero está en lo retro

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Todo vuelve, siempre y cuando tenga potencial para despertar la merecida atención comercial. Esta reinvención en miniatura de la NES, que ya se puede reservar, tiene potencial de sobra para eso, abriendo además en nuestros corazones el deseo de futuras adaptaciones de otras máquinas de la compañía de Kioto.

La eterna proliferación de emuladores, el éxito que las revisiones retro en formato digital han tenido durante los últimos tiempos y los intentos más o menos oficiales de comercializar dispositivos similares a éste son prueba suficiente de que lo retro vende. Y lo hace por ese deseo de revivir la experiencia de abrir tu primera consola, de poner en marcha tu primer juego y de volver a defender a capa y espada a tu compañía favorita como si eso realmente importara algo.

No habrá cartuchos que soplar, no necesitaremos pasarlo todo de una tirada porque habrá puntos de guardado y cuando nos atranquemos, la respuesta estará a un golpe de ratón en Internet. Corremos incluso el riesgo de descubrir que los juegos que con tanto cariño recordamos tienen cosas que hoy no nos gustarán tanto, como ocurre cuando volvemos a ver esas películas de los ochenta que ahora parecen todo cartón piedra, pero tengo claro que en mi caso triunfará por encima de todo el placer de recordar cada vez que quiera el día que mis padres me regalaron una NES.

Imagen de cabecera | William Warby

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