Si tuviese que decir uno de los videojuegos al que más horas le he dedicado a lo largo de toda mi vida ese podría ser perfectamente World of Warcraft. Desde que comencé mi andadura en Azeroth en 2006 le he dedicado miles y miles de horas al MMORPG de Blizzard, sobre todo durante sus primeros años al reconocer que era prácticamente a lo único que jugaba diariamente durante horas.
No fue hasta el final de Cataclysm cuando dije "hasta aquí" y decidí abandonarlo, pero desde entonces he regresado a su mundo y me he vuelto a ir varias veces. No porque ya no me divierta tanto como en su momento, sino porque cuando te haces más mayor vas teniendo otras responsabilidades y no cuentas con tanto tiempo como te gustaría. Aun así, a pesar de todo, da igual la cantidad de meses o años que esté sin jugar, porque siempre que vuelvo recuerdo por qué me gusta tanto.
Tal vez sea por la cantidad de anécdotas que me ha hecho vivir durante estos últimos 18 años, por el tiempo que le he dedicado o porque directamente estoy tan familiarizado con él que siempre me encanta encontrarme con novedades y contenidos que no he superado previamente. Cualquiera de estas excusas es perfectamente válida, pero desde hace unas semanas he de agradecer profundamente la creación del evento Ecos Radiantes, porque ha logrado que el juego me atrapase como si no hubiese un mañana.
Con la expectación que está generando la expansión World of Warcraft: The War Within, tenía clarísimo que desde el primer día iba a estar ahí jugando con mi Huargen Pícaro, el mismo con el que he vivido tantísimas aventuras desde el contenido original cuando previamente era un Elfo de la Noche. Por eso mismo, a finales de julio, me suscribí solo un mes con la única intención de recordar viejos tiempos y ponerme al día de cara a comenzar la primera parte de la Saga del Alma-Mundo por todo lo alto.
Fue entonces cuando este evento, antes de ser modificado por las críticas que recibió por parte de la comunidad, me hizo estudiar bien las habilidades, acostumbrarme a la nueva interfaz y sobre todo a la nueva forma de surcar los cielos con las monturas voladoras, ya que no recordaba bien cómo era tras haber abandonado Dragonflight muy al principio. Aun así, estos y otros tantos cambios no me hicieron sentirme raro, sino todo lo contrario.
La magia que desprende World of Warcraft es tan alucinante que, en realidad, siempre que vuelvo parece enteramente que no ha pasado el tiempo. Es como esa casa o ese lugar de vacaciones al que has viajado tantas veces que se podría definir como un segundo hogar. Ese sitio que vuelves a ver después de años y comienzan a florecer todos los recuerdos que tenías en la memoria. Eso mismo es lo que logra el MMORPG cada vez que me suscribo, aunque en esta ocasión esa sensación ha sido más grande que nunca.
Para empezar, me ha parecido un puntazo la nueva función de las Bandas Guerreras y cómo puedo compartir los puntos de reputación, las monedas y el inventario con cualquier personaje de mi cuenta. Si bien en los dos primeros casos solo sirven las más actuales, no pasa nada, porque de cara a la nueva expansión será algo determinante para progresar más rápidamente con cualquier personaje de la cuenta, pero lo del inventario es que está a otro nivel al saber que no tengo que estar mandando correos constantemente y que con solo guardar cosas en el banco las podrá pillar quien quiera.
Además, el hecho de que ahora se comparten también los artículos cosméticos que vas desbloqueando me ha parecido sublime. Esto me ha llevado a visitar mazmorras normales y de banda antiguas para obtener piezas de equipo para ampliar las colecciones de conjuntos de armaduras sin la necesidad de tener que llevar a un personaje determinado para hacerme con ellos. Hasta me pareció de risa cargarme a jefes finales de un solo golpe cuando en el pasado se convirtieron en mi peor pesadilla con grupos de 25 jugadores.
Más allá de todo esto, como decía anteriormente, lo mejor de todo ha sido el propio evento que se ha activado durante estas semanas. En cuanto vi que era determinante para obtener piezas de equipo muy actuales, ni lo dudé ni un segundo en darlo todo para hacerme con ellas, porque al llevar unos dos años sin jugar tenía a mi Pícaro un poco anticuado y con un conjunto demasiado desfasado. Y es que encima no tienes que hacer gran cosa, porque hay tantísimos jugadores conectados que el esfuerzo que hay que dedicar es mínimo.
Resulta que en este evento hay que visitar tres zonas, como son el Marjal Revolcafango, el Cementerio de Dragones y La Garganta de Fuego. En ellas hay lugares donde van surgiendo enemigos en forma de espíritus que hay que eliminar, entre los que hay villanos muy familiares, para así obtener a cambio recuerdos residuales, la moneda que sirve para canjearla por piezas de equipo muy poderosas, así como por bolsas de inventario, monturas y mascotas. De hecho, estos recursos se pueden transferir a otros personajes.
Ahí está el motivo por el que decía que sea tan vital que haya tantos jugadores conectados, porque al ser unos ejércitos tan grandes de personajes de la Alianza y la Horda los que se lanzan a la batalla, los enemigos caen en apenas unos segundos y a cambio te llevas una buena suma de recuerdos residuales. Es decir, que en apenas unas horas puedes recolectar lo suficiente para canjearlos por todo lo que te ofrecen estos vendedores.
Cuando me hice con todo con el Pícaro me animé a escoger a uno de mis personajes secundarios para repetir la jugada. Ahí fue cuando me percaté de la velocidad tan bestial a la que subía de experiencia, ya que este lo tenía en el nivel 60. Tal fue el caso que en una hora, más o menos, conseguí la suficiente para tener a otro personaje más con el nivel más alto actualmente y de paso con un equipo parcialmente mejorado, así que quise probar suerte con otros que tenía a un nivel más bajo, ya que me fijé que el nivel de los enemigos se ajusta al que tiene cada uno.
Pues bien, tal es el caso de la cantidad de experiencia tan exagerada que brinda este evento que en estas pocas semanas he llegado a subir a ocho personajes al nivel máximo, de los cuales la mitad de ellos los he creado de cero. Pero no es que me haya tirado días y días jugando con uno solo, sino que en una tarde fue suficiente para subir a alguien del nivel 10 al 70. Por todo ello, me pareció un acierto brutal por parte de Blizzard para que así podamos tener a todos nuestros personajes actualizados y dispuestos a jugar con el que nos apetezca en cualquier momento gracias a que comparten el progreso y todo lo demás con las Bandas Guerreras.
Todavía quedan unos días por delante para seguir disfrutando del contenido actual antes de que World of Warcraft: The War Within abra sus puertas. Será el 27 de agosto cuando se produzca su lanzamiento oficial, aunque aquellos que se hayan hecho con sus ediciones especiales dispondrán de la posibilidad de comenzar a jugar hoy mismo. Lo que no me cabe ninguna duda es que, como esta nueva aventura me atrape tanto como el pre-parche, renovaré mi suscripción para quedarme en la que es como mi segunda casa.
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