League of Legends ha sido mi asignatura pendiente durante prácticamente una década. Y viendo su trayectoria en la industria del videojuego, se puede considerar una asignatura obligada. No es que no me intrigara su propuesta multijugador o que sus personajes no me despertasen cierta curiosidad, sino que siempre acababa dándole largas por una cosa o por otra en esos días en los que el propio tiempo libre era un lujo.
Así, en mitad de una cuarentena, intrigado por una desmesurada avalancha de anuncios en YouTube (algunos muy buenos y otros pésimos) y aprovechando que me había creado una cuenta de Riot Games para la beta de Valorant, decidí tirarme al barro y echar una partida. O, más bien, darle una oportunidad en serio.
El objetivo: entender mejor de dónde vienen esas alucinantes cifras que despierta este MOBA gratuito. Descubrir qué atrae diariamente a ocho millones de jugadores.
Si te soy sincero, League of Legends ya había ido captando mi atención poquito a poco durante este tiempo. A través de la recomendación de amigos y conocidos, el enorme calado de sus campeones en la cultura popular y esos alucinantes vídeos promocionales siempre me han fascinado. A fin de cuentas, para eso los hacen. ¿No?
Ante mí, un abismo. Adentrarme en un pozo inagotable de horas y con la sensación de ser el último en entrar en una sala con millones de jugadores antes de cerrar la puerta. “Al menos, es gratis” pensé. Un par de dias después, ya estaba invirtiendo dinero real en un par de paquetes de campeones.
Cómo League of Legends le da la bienvenida a los nuevos jugadores
Por curiosidad había jugado a LOL en casa de algún conocido. A fin de cuentas, ha llovido mucho desde que estallara su popularidad. Y lo cierto es que las primeras tomas de contacto no fueron especialmente positivas.
Es lo que pasa cuando juegas con personajes que no son tuyos, no generas progreso propio y, para colmo, se pasan toda la partida diciéndote lo que hacer y a dónde ir. Y, siendo justos, mi predisposición tampoco era la mejor.
Al menos, lo básico me era familiar. Más o menos. Antes de que Valve se hiciese con DOTA ya le había echado sus buenas partidas al Defense of the Ancients original de Warcraft III. Y también tengo que confesar que poder desbloquear aspectos exclusivos para Overwatch me llevó a Heroes of the Storm. Pero esta vez me propuse que todo fuera diferente: comenzar desde cero, echar una ojeada a ver qué había y, si acaso, echar una segunda partida.
Tomé una decisión curiosa: nada de consejos de principiante, nada de preguntar quién es mejor o qué estrategia seguir. El propio juego sería quien me guiaría a lo largo de este experimento. Y, por ahorrar rodeos y siendo objetivo, ya te adelanto que mis primeras partidas fueron una debacle.
League of Legends arranca con un tutorial que se completa en tres fases (demasiado) elementales:
- Aprender a moverte
- Lo esencial para ganar una partida
- Cómo mejorar a tu personaje.
Aquello era demasiado simple y antes del segundo paso se me dio a escoger un personaje para iniciarme. ¿El primer dilema? No demasiado.
Pese a tener a mano la pestaña de habilidades y aspectos alternativos, me decanté por Miss Fortune. Porque ser pirata mola y porque las pelirrojas siempre han sido una de mis muchas, muchas debilidades. Una elección completamente caprichosa, ya que deseaba que esta experiencia fuese un lienzo en blanco y así tenía que ser.
Por delante, aquello con lo que ya contaba: si dejamos a un lado el Teamfight Tactics y las partidas personalizadas, nos encontramos con una experiencia de estrategia y rol en la que dos facciones colisionan en tres carriles y se aventuran en la jungla. Todo aderezado con packs de campeones de pago -pese a que hay un sistema de rotación con el que poder probar algunos de los más de cien que ofrece el juego- y toneladas de aspectos y elementos estéticos.
Llegados a este punto tocaba lanzarse al ruedo y, como ya te adelanté, mi primera experiencia fue desastrosa.
Si bien, por lo que pude ver en la partida, casi todos éramos más o menos nuevos. Pero no todos. Tampoco tiene mucho sentido escudarse de aquella debacle indicando que dos del equipo contrario si tenían mucha más soltura y hacían lo que querían con el resto. Pero el problema real era que todos íbamos a nuestro aire: más que sacar partido de nuestros personajes gastábamos sus habilidades para ver qué pasaba. Y lo peor es que éramos barridos antes de enterarnos de qué estaba pasando.
En esencia, ese vendría a ser el resumen de mis tres primeras partidas. La cuarta, por suerte, no tenía nada que ver.
El chat de grupo dejó de ser un diccionario de insultos en inglés y frases en idiomas desconocidos y pasó a ofrecer información real. Mi equipo, por fin, se organizó: unos arriba, otros abajo y, finalmente, las palabras que me abrieron el cielo: sígueme.
De manera sutil, un jugador con uno de los campeones que no estaban de manera gratuita estaba desplegando lo que parecía la primera fase de un plan y yo formaba parte de él. Aquello era ya otra cosa y el resultado muy diferente a todo lo anterior: no sólo ganamos... ¡Arrasamos!
Pillándole el truco a las clases y los carriles
Con unas sensaciones muy distintas, decidí dejar el juego ahí y empezar la casa por los cimientos esa misma noche: si bien me resistí a buscar cualquier consejo, decidí pasarme por la web oficial a intentar entender un poco qué estaba pasando y, de paso, obtener toda esa información que no se obtiene de la interfaz del juego. Por ejemplo, hasta qué punto merece la pena adquirir nuevos campeones.
Lo primero que descubrí es que lo que de verdad había pagado era la novatada: pese a que en el propio tutorial de juego ya lo adelantaba, lo cierto es que tuve que perder varias partidas para entender por qué la elección del carril es esencial:
- El carril superior es para los campeones que son más poderosos y pueden desenvolverse con cierta autonomía.
- El carril inferior se destina a aquellos que tienen un rol mayor y, por lo general, necesitan ser escoltados.
- El carril central, según la web, está adaptado a los campeones capaces de hacer un alto daño de ráfaga, ya sea trabajando en equipo o de manera individual.
- La jungla no es sólo para atajar y emboscar, también beneficia a clases específicas y permite que criaturas poderosas se sumen a la experiencia.
- Finalmente, existe un cuarto rol que funciona en los cuatro anteriores: los asistentes. Y pese a su nombre, son aquellos que marcan la diferencia y dan una capa más de variedad al conjunto. Entonces entendí a mi anterior compañero partida.
Durante los días siguientes, el experimento se fue tornando un hobby. Quería recibir mi recompensa diaria y, de paso, aprender un poco más cómo se usaba cada campeón desbloqueado. Supongo que -como ocurre con los free-to-play- el ritmo de desbloqueos se estancará en algún punto, pero siempre había un interés por retomar las partidas, cumplir las misiones bonificables y aprender algo nuevo.
Así hasta llegar a una conclusión: ha llegado el momento de que, tras tantas victorias, derrotas y tiempo invertido, quizás sea el momento de darme un capricho y hacerme con ese Paquete para nuevos jugadores con varios campeones extra. Una modesta inversión de cinco euros que, por otro lado, ya consideré amortizados.
La anécdota divertida es también me hice con el Paquete de Campeones (top) pensando en que, por su nombre, se trataba de los personajes más populares. Iluso de mí: se trata de campeones pensados para el carril superior. Quiero pensar que al menos le servirá de mal ejemplo a quienes lean estas líneas.
La pregunta del millón ¿seguiremos jugando?
Si bien me considero un novato en formación, tengo claro que, junto con el adictivo Animal Crossing, el propio League of Legends se ha vuelto parte de mis rutinas en estos días en los que toca quedarse en casa más de lo habitual. Y lo seguirá siendo en los días venideros.
Comprendo el fanatismo que brota de sus personajes. Incluso el más desmesurado. Riot Games no solo ha mimado la localización de las voces y los divertidísimos diseños, sino que les ha insuflado vida, carácter y hasta elaborado un trasfondo a medida para sus más de 140 campeones. Y no quiero ni pensar la de vueltas y balances que le habrá tenido que dar a lo largo de esta década.
Es más, algunos de ellos tienen sus propias formaciones musicales. Y no suenan nada mal.
Pero también estoy fascinado de cómo, siguiendo la estela de Street Fighter o Fire Emblem, y muy en sintonía con Overwatch, los campeones son mucho más que una extensión del jugador en los campos de batalla de League of Legends: son entidades que, a base de frases que hacen suyas, trasfondo y sus infinitos aspectos, acaban siendo compañeros tuyos en tus ratos de ocio. Empatizando con ellos cuando ganas, cuando pierdes y cuando se escucha la palabra mágica: ¡Pentakill!
Ahora que no soy tan malo -lo cual no me hace bueno- creo que es el momento de hacer oficial este experimento y compartirlo con quienes me han insistido durante años y de los que tengo tanto que aprender.
A algunos, me consta, se les pasó la fiebre por el LOL y lo dejaron aparcado. Pero también soy consciente de que League of Legends no solo es un lugar estupendo para pasar el confinamiento, sino que se disfruta muchísimo más en compañía.
¿Y qué pasa con el factor competitivo de LOL y los eSports? Bueno, de momento estamos bastante servidos. Habrá tiempo para vivir eso cómo se merece más adelante.
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