Hace cosa de un año, lo recordaréis, se montó una polémica de las gordas cuando a Ubisoft le dio por invalidar juegos en Origin que habían sido comprados a revendedores. El asunto, cargado hasta arriba de matices, se resolvió con una marcha atrás para que no fueran los consumidores finales quienes pagar el pato de un proceso, en parte, fraudulento.
Por aquel entonces, las culpas se lanzaron alegremente de un lado a otro, y mientras que EA y Ubisoft se lavaban las manos justificando que ellos no podían garantizar ninguna transacción realizada fuera de sus canales, las tiendas vendedoras de claves ponían el dedo en la llaga preguntando cómo habían podido comprarse esas claves de manera fraudulenta en Origin en primer lugar.
Aunque la gran explosión mediática a raíz de la polémica se produjo el año pasado, esta clase de negocios se vienen dando desde hace ya casi una década, en un constante proceso de aceptación de estas plataformas que sigue dejando algunas dudas sobre el origen de claves tan económicas. Meses después, estos negocios de reventa siguen creciendo, y con ellos las preguntas en la mente de los compradores.
Vendedores e intermediarios
Estas páginas son en realidad simples intermediarios entre los vendedores y los consumidores, plataformas que facilitan la transacción y ofrecen unas ciertas garantías a cambio de morder un pequeño porcentaje en la operación. Pero hasta llegar a esta venta final, previa a la activación definitiva y descarga del juego, estas claves han pasado antes por varias manos, y es ahí donde las cosas se vuelven más opacas.
Aunque vendedores en estas plataformas hay miles, y cada uno obtendrá su mercancía por distintas vías. Un origen muy común, hasta donde sabemos, está en espacios online donde usuarios intercambian claves que han sido obtenidas de manera gratuita como regalos o a un precio muy bajo.
Hasta llegar a la venta final, previa a la activación definitiva, estas claves han pasado por varias manos
Imaginad que os regalan la clave para un juego que ya tenéis, o que simplemente no os interesa; también valen para el ejemplo los bundles que entregan códigos para un montón de juegos que no queréis. En lugar de dejar la clave criando polvo, podéis acceder a estas páginas donde intercambiarlas con otros usuarios, poniendo así en marcha la cadena que llevará este código hasta su venta en páginas como G2A, Kinguin o similares.
Otra veces, el mismo punto de partida está en la especulación pura y dura, con personas que se dedican a comprar masivamente juegos en momentos de oferta, para luego poder vender sus códigos cuando regresan a precios más normales en plataformas como Steam. De hecho, es un proceso de mercado que se puede dar en prácticamente cualquier sector. La ética del mismo queda a juicio de cada uno.
¿Son legales entonces?
La respuestas es que sí. Hasta donde sabemos, el polémico caso que se dio el año pasado con las claves de Ubisoft fue un proceso aislado, donde el origen de las operaciones no estuvo en procesos como el antes descrito, sino en la compra fraudulenta mediante tarjetas de crédito robadas.
Kinguin aseguró en su momento que solo una treintena dentro sus miles de vendedores se habían visto envueltos en esta trama fraudulenta, argumentando con ello que un negocio mayoritariamente legítimo no debería verse empañado por casos aislados. A pesar de todo ello, estos portales son, por lo general, muy reacios a poner luz sobre los procesos de venta, lo cual no ayuda.
Hasta donde sabemos, el polémico caso que se dio el año pasado con las claves de Ubisoft fue un proceso aislado
De hecho, un simple proceso de compra en cualquiera de estas páginas webs nos mostrará las diferencias de tratamiento a este respecto. Mientras que algunas de ellas muestran abiertamente gran cantidad de datos sobre el vendedor con el que vamos a realizar la transacción, otras lo protegen con un velo que imposibilita el seguimiento de la operación.
En el otro extremo, espacios que sirven para poner en marcha el proceso de reventa de códigos, como los packs de Humble Bundle, han ido aumentando las medidas de prevención. Obviamente, estos paquetes se ofrecen con la intención de que sean los compradores directos quienes activen los juegos, pero aun así no siempre es posible evitar el cambio de manos.
El mercado gris
Así pues, sobre el papel no hay nada malo en las propias plataformas, aunque siempre pueda haber gente que se aproveche de su existencia para realizar acciones fraudulentas. Mucho se puede discutir sobre la carga de responsabilidad entre el que ofrece y el que acepta, pero ante la falta de un canal transparente entre ambos, debe ser el intermediario quien garantice la honestidad del proceso.
Las cifras que mueven actualmente estas tiendas son completamente opacas al público, pero no es difícil asumir que deben ser bastante elevadas ya. Tanto como para que desde dichas plataformas se haga (o se deba hacer) un fuerte trabajo de investigación entre sus vendedores para garantizar la máxima legalidad de sus ofertas.
A fin de cuentas, es también la principal herramienta de estas tiendas para garantizar su futuro; miles de consumidores se vieron afectados por la polémica del pasado año, dañando gravemente a la reputación de las páginas implicadas. Esta clase de golpes no resultan beneficiosos para ningún negocio que aspire a la estabilidad
Disquisiciones sobre la libertad de mercado
El mercado funciona a base de competencia, y restringir la venta de un producto a unos pocos agentes que lo dominen va en contra del interés más primario de los consumidores, que es conseguir los mejores precios posibles. Esto, obviamente, asumiendo que los canales en cuestión eviten, como antes decía, la participación de cualquier vendedor de dudosa procedencia.
Por descontado, los responsables de Steam, Origin, Battle.net y similares quieren que los consumidores vayan directamente a ellos, para obtener así el mayor margen de beneficios posible. Para ellos, la existencia de revendedores es una incomodidad, aunque por ahora relativamente marginal; ya veremos cuánto tiempo más seguirán dispuestos a aceptarlos sin poner más cartas en al asunto.
La otra cara de la moneda la representan las compañías que invirtieron recursos en la creación de estos juegos y que, por unas razones u otras, no reciben compensación alguna en toda esta cadena que va llevando el código de mano en mano. Este daño es especialmente sensible cuando hablamos de pequeños desarrolladores independientes, y medir su impacto se escapa a nuestras posibilidades.
La situación es compleja, y sinceramente yo no tengo la respuesta sobre lo apropiado o no de este mercado gris, incluso suponiendo un caso ideal en el que todo lo que en él se mueva llegue bajo el amparo de la legalidad. Una mayor transparencia en todo el proceso ayudaría a juzgar cada compra, de eso no cabe duda, pero visto lo visto, creo que no deberíamos esperar grandes cambios en ese sentido.
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