El factor engrandecedor de la nostalgia

El factor engrandecedor de la nostalgia
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Hace unos de días mi compañero Alex C publicaba una noticia que me hizo reflexionar profundamente. Se trataba de unas declaraciones de Eiji Aonuma, en las que afirmaba que no dejaría de trabajar hasta superar a ‘Ocarina of Time’.

Sin embargo, bajo mi punto de vista, superar a ‘Ocarina of Time’ es imposible. No me entendáis mal. No es que no existan grandes juegos hoy en día capaces de igualarlo, sino por un componente mucho más subjetivo que hace que todos los que jugamos a dicho juego en su día sigamos colocandolo habitualmente en el tope de nuestra lista de preferencias. Hablo del factor engrandecedor de la nostalgia.

Los que llevéis un tiempo en esto, seguro que más de una vez os habéis sorprendido a vosotros mismos afirmando que los juegos de antes eran mejores. Más sencillos, más originales, más lo que sea. Una afirmación muy parecida a aquello que decían nuestros padres o abuelos de que “ya no se hacen películas como las de antes”.

Pues bien, eso mismo es lo que nos ocurre a los videojuegos. Lo que hace grande a un título no solo son sus cualidad inherentes, sino la época y el contexto en que lo jugamos. Cualquier persona que se enfrente hoy, por primera vez y sin conocimiento previo, a ‘Super Mario 64’, lo reconocerá como un buen título, pero no llegará a encumbrarlo como los que lo hacemos los que lo hicimos en el momento de su lanzamiento.

Super Mario 64

Y es que el recuerdo no solo amplifica las sensaciones, también difumina los puntos negativos. Una treta de nuestro cerebro que, a medida que alcanzamos cierta edad, nos hace recordar cualquier tiempo pasado como mejor que el actual. En el momento de su salida al mercado, ‘Super Mario 64’ fue una revolución. El paso de Mario a las 3D con una libertad de movimientos y una calidad gráfica nunca vista en una consola hasta la fecha.

Y los que recordamos este momento, revivimos en parte lo que sentimos aquel día al jugarlo. No es que no disfrutemos el juego por sus bondades, que son muchas, sino que estas se ven aumentadas por los buenos recuerdos que jugar a un título de nuestro pasado trae a nuestra memoria. La nostalgia, amigos, es un arma poderosa.

Pues bien, lo mismo ocurre con ‘Ocarina of Time’. El paso de Zelda a las tres dimensiones no solo vino acompañado de las virtudes propias del juego, como un argumento intenso y profundo, un mundo enorme a explorar o multitud de innovaciones jugables, como el ya famoso Z-targeting. Era, una vez más, la primera vez que veíamos el mundo de Hyrule en un entorno tridimensional, y este factor quedó marcado en nuestra memoria.

Ocarina of Time

Si hacemos un análisis puramente objetivo, ‘Twilight Princess’, por ejemplo, es un juego muy superior a ‘Ocarina of Time’. Tiene un argumento más profundo y oscuro, y todas las virtudes técnicas de su predecesor junto con las suyas propias, en gran parte debido, claro está, al avance de la tecnología que le permite mostrar unos gráficos y sonido mucho más realistas y cuidados.

Y sin embargo, ni yo, ni casi nadie de los que lo hayan jugado, consideramos a este juego superior a ‘Ocarina of Time’. Y uno de los puntos más argumentados es que esto es así porque se parece demasiado a dicho juego. A pesar de superarlo técnica y argumentalmente, bebe de la misma fuente que su antecesor, pero no cuenta con el factor nostalgia. Y esta es el arma más poderosa a vencer en cualquier juego.

Zelda Twilight Princess

Porque, por mucho que el nuevo Zelda tenga un control revolucionario, un argumento de película, una extensión brutal y unos gráficos que quitan el hipo, no cuenta con el factor de sorpresa que ‘Ocarina’ tuvo en su día. Creo que Aonuma experimenta lo mismo. Recuerda con mucho cariño a ‘Ocarina of Time’, y nada de lo que sea capaz de crear a partir de entonces le parece que esté a la altura.

Es un fenómeno parecido al de los grupos musicales que consiguen un gran éxito y jamás son capaces de repetirlo, aunque saquen grandes temas. Pero en lugar de lamentarse por no ser capaz de superar su obra maestra, deberían vanagloriarse de lo que Aonuma consiguió con ‘Ocarina of Time’: una obra maestra sin precedentes que permanecerá por siempre en el recuerdo de aquellos que lo disfrutamos.

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