A quién culpamos cuando los juegos vendidos por canales independientes son borrados

A quién culpamos cuando los juegos vendidos por canales independientes son borrados
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Menuda se ha armado, y no será porque no se veía venir. El follón, por si alguien no se ha enterado, comenzó hace unos días cuando varios usuarios de Origin descubrieron consternados que algunos juegos de Ubisoft que habían comprado a través de canales de venta independientes como G2A o Kinguin habían sido borrados de sus librerías digitales sin aviso previo ni explicación posterior. La frustración de los afectados, usuarios que buenamente habían invertido su dinero en las claves de dichos juegos considerando que estaban actuando de forma completamente legítima, se puede entender perfectamente.

La nota de prensa posterior de Ubisoft añadía más confusión al asunto hablando de comercio de claves robadas y cargaba toda la responsabilidad del suceso sobre los canales de venta independientes que habían realizado la distribución. Éstos a su vez contraatacaban poniendo en tela de juicio la capacidad de Ubisoft y de la plataforma Origin para haber logrado detectar una venta masiva de claves con tarjetas de crédito robadas, mientras que prometían el reembolso del dinero a los usuarios afectados. Entre todo el cruce de acusaciones, el jugador que veía cómo su compra, en la mayoría de los casos copias de 'Far Cry 4' o 'Assassin’s Creed', desaparecía para no volver mientras pasaban los días sin recibir nada a cambio

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La pregunta del millón está bastante clara: ¿a quién culpamos por todo este desaguisado? Obviamente, el principal acusado aquí debería ser el indeseable que robó las tarjetas de crédito en primer lugar, compró con ellas cientos de códigos en Origin y luego los revendió a los intermediarios de G2A y Kinguin. Pero el sujeto en cuestión está completamente fuera del mapa y en la ecuación resultante formada por las grandes compañías, los canales independientes y el usuario final, es necesario encontrar algún responsable que responda ante el cariz que ha tomado la situación. Quizás todos tengan algo de responsabilidad en el asunto, pero una cosa está clara: el pato siempre lo va a pagar el factor más débil de la ecuación.

La culpa de Ubisoft

Ubi

Ubisoft ha hablado en todo momento de claves robadas, tesis que ha sido apoyada después por EA como parte de la causa al ser la propietaria de Origin. Lo que realmente fue robado en primer lugar son las tarjetas de crédito que se usaron para la compra fraudulenta de los códigos, un proceso sobre el que aparentemente no se realizaron todos los controles de seguridad pertinentes por parte de estas compañías. Probablemente, al reclamar las entidades bancarias gestoras de esas tarjetas la devolución del dinero por las compras fraudulentas, se destapó todo el asunto y comenzó la cadena de sucesos que nos han traído hasta aquí.

Es entendible que Ubisoft y EA hayan decidido tomar medidas, aunque debemos cuestionar si lo realmente apropiado era borrar todos esos juegos

Llegados a este punto, es entendible que Ubisoft y EA hayan decidido tomar medidas, aunque debemos cuestionar si lo realmente apropiado era borrar todos esos juegos de las librerías de los usuarios finales. Más aún cuando, como apuntan desde Kinguin, se podía haber hecho bastante más en primer lugar para prevenir que les "colaran" las compras con tarjetas robadas, o en el peor de los casos, para evitar que después esos códigos hubieran acabado en el mercado y al acceso de consumidores finales cuya única intención era pagar por un juego para tenerlo como es debido en su biblioteca de Origin, en lugar de piratearlo.

Vale, un fallo de seguridad lo puede tener cualquiera y hasta a la compañía tecnológicamente más avanzada le pueden dar gato por liebre, pero la solución a este mal no está en ir borrando juegos, sino en poner las medidas de seguridad necesarias a través de su pasarela de pago para que esto no vuelva a pasar en el futuro. Presentarse a ellos mismos como el único canal de venta aceptable, en un claro ataque al concepto de competencia y libertad de mercado, es un simple apaño que les puede venir muy bien dadas las alarmantes circunstancias del momento, pero no una solución válida de cara al futuro.

La culpa del vendedor independiente

G2a

Retomando los datos dados por Kinguin, solo 35 de los 3.400 vendedores que utilizan su web para vender claves se han visto salpicados por el caso, y aun así entre ellos se han distribuido miles de claves inapropiadas que han supuesto hasta el momento la devolución de casi 150.000 dólares. Es un pequeño porcentaje de las operaciones que se realizan en una tienda así, y aún menor si comparamos con la cantidad de ventas de este tipo que podrán realizarse en Origin, pero a pesar de ello estamos ante un volumen suficientemente sensible de dinero como para que alguna alarma hubiera saltado antes.

Estas páginas deberán aplicar un control más férreo sobre los revendedores que operan en sus redes

Aquí podemos hablar del fallo de esos 35 vendedores por aceptar realizar la reventa de una serie de códigos de dudoso origen (según leemos, otros muchos vendedores se negaron a realizar la operación por lo extraordinariamente bajo del precio que se pedía a cambio, algo que sin duda es motivo de sospecha) o de las propias webs que les han permitido efectuar la reventa sin mayor control. Sea por avaricia o por descuido, el caso es que estas páginas acabaron sirviendo de pasarela para la distribución de unas claves que se habían obtenido de manera fraudulenta en origen, y aunque se pretendan cargar las tintas contra las medidas de control que Ubisoft y EA no tomaron previamente, también ellos deben revisar lo que sucede dentro de su propio patio.

Tanto Kinguin como G2A han manifestado su intención de devolver el dinero a los acusados, algo que en el segundo caso de hecho estaba garantizado para quienes pagaron el plus de protección G2A Shield, pero una vez más la extensión de responsabilidades debería ir más allá: un control más férreo sobre los revendedores que operan en sus redes y medidas adicionales sobre las transacciones económicas podrían evitar casos futuros. Y sí, siempre va a haber indeseables dispuestos a colarse por la rendija de seguridad más pequeña para salirse con la suya, pero eso no debe servir de excusa en ningún momento; todas las barreras que se les pongan por delante son bienvenidas.

La culpa del usuario final... que termina pagando el pato

Picard

Si me preguntáis, en mi opinión el usuario final poca culpa tiene. Como consumidores, tenemos todo el derecho del mundo a buscar el precio más económico posible dentro de los canales legales de venta como son Kinguin o G2A, y aunque nunca está de más hacer un poco de investigación previa antes de confiar nuestro dinero a alguno de los vendedores que operan dentro de dichas redes, la teoría nos dice que ellos ya deberían haber hecho ese control previamente (cosa que, como hemos visto en el punto anterior, no se hizo de forma apropiada).

Como mucho se puede culpar a los usuarios finales por no haber sido lo suficientemente cuidadosos a la hora de elegir los vendedores

Así pues, como mucho se puede culpar a los usuarios finales por no haber sido lo suficientemente cuidadosos a la hora de elegir los vendedores que distribuían los códigos en cuestión, pero ya está. Lo más gracioso del asunto está en que, siendo el eslabón menos culpable en toda la cadena de factores, el usuario final resulta también el más débil y por eso es quien acaba llevándose la peor parte en todo este desaguisado al ver sus juegos borrados impunemente. Las devoluciones económicas, si realmente se producen a todos los usuarios, son un bálsamo ante el disgusto producido, pero la desaparición del juego de la biblioteca y todo lo que ello conlleva sigue siendo un auténtico fastidio por el que no debería pasar quien, en última instancia, ha pagado legítimamente por su código.

La distribución digital de videojuegos ha dejado de ser un modelo de negocio en proyección para convertirse en una realidad fuertemente asentada, y precisamente por ello las compañías involucradas (creadores de contenido, responsables de plataformas digitales y tiendas independientes) deben ser especialmente cuidadosos si no quieren perder la confianza de los usuarios; peor aún resulta hacerles pagar como culpables finales de una cadena de errores donde las principales responsabilidades se encontraban mucho antes de llegar al jugador. Esperemos que se aprendan las lecciones para evitar que algo así vuelva a suceder.

Imagen | ywel

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