Tras los debates comenzados en los posts en los que planteamos dos presupuestos para equipos gaming (uno inferior a 600 y otro inferior a 900), reluce un dilema entre bastantes personas sobre lo que realmente es eficiente y lo que no.
En ellos se ve el duelo entre SSD y HDD como disco duro para los videojuegos, argumentando si realmente se nota la diferencia, si es tan sólo un bulo de internet o si se trata del capricho de los más excéntricos.
HDD: Cómo son y cómo funcionan
Antes de debatir sobre qué puede ser o no mejor para nuestros equipos, es necesario tener presente qué características nos ofrecen cada uno de ellos. Por un lado, los HDD o discos duros magnéticos se tratan de un sistema de almacenamiento en el que unos discos o platos metálicos comienzan a rodar a grandes velocidades mientras un lector es el encargado de escribir y leer la información.
La velocidad que pueden dar estos discos o platos giratorios por minuto (rpm) son una característica a fijarse en el momento de comprar uno en condiciones. Aunque casi de manera estándar hoy en día se encuentran en los 7.200rpm (una velocidad común), es fácil encontrar otros modelos que bajan hasta los 5.400rpm, sacrificando esa velocidad a cambio de una mayor cantidad de memoria (no siempre).
A nivel más técnico, su funcionamiento se basa en los giros mencionados de los platos o discos, mientras la cabeza lectora escribe/lee la información de ellos. Esto supone el principal problema para la integridad del disco duro, ya que cualquier golpe o movimiento estando encendido puede provocar que dicho lector arañe permanentemente el disco y poner en serios problemas la información almacenada.
SSD: Cómo son y cómo funcionan
Los SSD o discos duros en estado sólido vienen a hacer referencia a la unión como bloque de todo el conjunto, es decir, todo el disco duro es una unidad, mientras que la aguja o motor rotativo de los discos en un HDD pueden ser manipuladas individualmente. Para entender el funcionamiento interno de dicho dispositivo basta con imaginarse que en su interior está dividido por unos espacios, de un tamaño medio de 8KB, y que éstos se apilan en bloques de 256, por lo que cada bloque almacena unos 2MB, insisto, como cifra media (puede variar).
En el momento de leer, la mínima opción que nos encontramos es leer uno de los espacios almacenados dentro de esos bloques y debido a esta exactitud a la hora de buscar la información en su interior es el motivo por el que los procesos de lectura (arranque del sistema operativo, abrir una aplicación, mirar las fotos del verano pasado, etc.) son realizados en un menor tiempo.
Esto es contraproducente en cierta medida, ya que a la hora de escribir se necesita del mismo modo ese espacio del bloque, lo que origina 2 caminos: si dicho espacio (que recordemos, almacena alrededor de 2MB) se encuentra vacío, lo puede escribir sin mayor inconveniente; pero si, por el contrario, se encuentra ocupado, hay que vaciar dicho espacio antes de escribir.
Aquí es donde viene el problema, ya que el vaciado se realiza mediante bloques y no mediante los espacios internos. Por ello, requiere un mayor número de pasos: abrir el bloque entero, almacenarlo en una especie de caché, vaciar el bloque, cambiar el dato en la caché y volver a escribir. Este proceso hace que la lectura en los SSD sea mucho más rápida que la escritura y es el motivo por el que, con el paso del tiempo, los SSD dan la sensación de volverse más lentos.
Entonces, ¿qué es más recomendable?
Siendo realistas y tomando de referencia tanto experiencias propias y ajenas como lo explicado mas arriba, se saca en claro que en los juegos donde existen largas cargas para obtener nuevos mapas y texturas, como puede ser el cambio de una zona a otra en The Witcher III, los SSD realizan esta acción antes a cambio de una bajada de rendimiento con el tiempo.
Esto acaba siendo más perjudicial que beneficioso en conjunto. Primero, por la durabilidad del rendimiento en dicho disco duro, y segundo, por la relación tamaño/precio que nos encontramos en la adquisición de dicho componente. Sin duda, a la hora de elegir dónde almacenar nuestros juegos, hay que recurrir a los discos duros convencionales HDD.
Para el sistema operativo, por ejemplo, o aplicaciones donde la lectura es mayor que la escritura, la opción de SSD adelanta al HDD. Todo ello confirma el dicho: la unión (SSD+HDD) hace la fuerza.
Tumbemos malas costumbres
Uno de los puntos a los que prestar más atención cuando vemos un juego es la cantidad de FPS que nuestro ordenador es capaz de manejar (trasladado a un argot americano, sería algo del tipo “mi coche corre más, por eso molo más”). Y pensar que se pueden rascar FPS mediante la implantación en nuestro equipo de un SSD es una teoría falsa.
Recordemos que el chipset de la placa base tiene como partes más importantes el “northbridge” (puente norte) y “southbridge” (puente sur), que diferencian los componentes más rápidos de los más lentos. El primero, el northbridge, es el encargado de coordinar microprocesador, memoria RAM y tarjeta gráfica, mientras que el southbridge hace todo lo demás, quedando dividido en grupos donde los tres componentes más rápidos están en el norte y los más lentos en el sur.
Con esta sencilla explicación, es fácil comprender que un componente de los más lentos no puede influir de manera tan notoria, como es en el caso de los FPS, donde la tarjeta gráfica tiene la última palabra. Y todas las demás. Incluso el punto final.
Si queréis saber qué puede estar limitando el rendimiento de vuestro ordenador u ocasionando un cuello de botella, existen webs como Thebottlenecker en la que, introduciendo algunos requisitos, podéis averiguar el fallo
Imágenes de | Taringa - StorageReview
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