Dicen que los ojos son la puerta del alma y no, no os voy a pedir que os pongáis místicos y ni mucho menos que se los arranquéis al vecino para intentar entrar. Quiero que reflexionéis sobre el montón de sentimientos que expresamos con los ojos, la cantidad de emociones que emanan de allí y lo vivos que nos hacen. Los ojos son el elemento más importante para considerar que algo está vivo, son el punto de inflexión para que empecemos a creer en esa ilusión que nos quieren vender. Los ojos, son tan importantes y complejos que resultan casi imposibles de replicar.
Hace un tiempo hablábamos del Valle de la Desconfianza y de cómo muchas representaciones 3D supuestamente realistas nos hacen caer en él. Es esa sensación de desasosiego que nos invade cuando eso que tenemos delante es casi humano, casi real… pero tiene algo que falla y rompe la ilusión. Algo que no está bien y que lo convierte en una criatura grotesca. ¿Sabéis que suele ser lo que falla? Los ojos.
Y es que por mucha capacidad para generar texturas ultra realistas, para imitar hasta el extremo más salvaje los movimientos y los micro movimientos de los músculos faciales, para que el pelo tenga peso y se mueva al compás que marca una leve brisa o para que la frente llegue incluso a arrugarse cuando se frunce el ceño… si los ojos fallan, todo lo anterior se pierde.
Su humedad, sus infinitos degradados, la viveza que desprenden, lo que reflejan, lo que se dilatan por segundo, los micro movimientos que realizamos, los momentos de sequedad que pasan en determinadas situaciones… en definitiva, una serie de intangibles que apenas podemos contabilizar y que algún día deberemos controlar al cien por cien si queremos generar la ilusión de que algo es real o, como mínimo, lo es lo suficiente para no caer en el Uncanny Valley.
Pero esto, concepto que se sabe desde hace muchísimo en el mundo de la pintura, empieza a intentar aplicarse al universo 3D.
Thalya Wheatley y Christine Looser del Dartmouth College han realizado un estudio que intenta profundizar en el tema y que reafirma la importancia de los ojos en una representación realista.
“Hay algo fundamentalmente importante acerca de ver una cara y darse cuenta de que las luces están encendidas y de que hay alguien en casa. En el fondo creo que se trata de establecer conexiones con otros. Cuando reconocemos vida en una cara llegamos a pensar que se trata de una mente con la que podemos conectar.”
En su estudio se dedicaron a fotografiar muñecas y luego a buscar personas que, dentro de los límites razonables, tuvieran algún tipo de semejanza. El objetivo era realizar un suave morphing entre las dos caras y detectar en qué punto los sujetos del estudio empezaban a ver vida en la cara. A unos dos tercios del camino a la transformación completa los voluntarios empezaron a ver “vida” en las caras.
Con otro experimento constataron que, de todos los rasgos faciales que se alteraban en la transformación, el esencial para considerar que una cara tenía “vida” eran los ojos.
Ahora pensad en los vídeos que hayáis podido ver de ‘The Last Guardian’ de Fumito Ueda. Mirad a esa especie de grifo que acompañará al protagonista, evidentemente es 3D y evidentemente no podría existir jamás… pero miradle a los ojos y decidme si no transmite vida. La humedad, las pupilas dilatadas, los colores… son ojos de gato, sí, pero parecen estar vivos. Un gran paso para el hombre en el larguísimo camino que nos queda hasta llegar a la representación perfecta de la vida humana.
Vía | Kotaku
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