Hiroshi Yamauchi nos abandonaba el 19 de septiembre a la edad de 85 años. El tercer presidente de la actual Nintendo llevó con brazo firme los designios de la empresa familiar desde 1949 a 2002. Esto incluye el giro del negocio desde las cartas hacia un emergente ocio electrónico que vería nacer bajo su mando las Game & Watch, NES, la Gameboy, la Supernes, la Nintendo 64 y Gamecube. Ahí es nada.
Los que vivimos los videojuegos en aquella época tenemos grabado el nombre de Hiroshi Yamauchi de forma sublinal en nuestro ADN de jugón. Cada vez que veíamos orgullosos los créditos finales de ese juego que tanto nos había costado terminar allí estaba su nombre, punta de lanza de un listado interminable de pequeños geniecillos de ojos rasgados.
En un par de décadas, la de los 80 y los 90, la evolución del medio interactivo pasó ante los ojos de Yamauchi a una velocidad de vértigo. Del pixel al polígono, del teatrillo 2D a los profundos mundos tridimensionales, de paletas de limitados colores a todo el espectro que era capaz de captar el ojo humano, de los pitidos a las partituras orquestales. Me pregunto si aquel tipo espigado y con gafas, que ya a principios de los noventa podía haber sido mi abuelo o el tuyo, era consciente de estar haciendo historia o si su preocupación solo sabía de números.
Hiroshi Yamauchi, auge y caída de un modus operandi
Es legendaria la mano de hierro con la que Nintendo ataba a las desarrrollladoras. Contratos con el diablo que permitían estrenar en esas máquinas que eran sinónimo de videojuego. La política de Yamahuchi pasaba por atar con fuertes cadenas a quien optara por publicar con Nintendo. Su visión del negocio funcionó hasta la irrupción de Sony con la primera Playstation.
Tras un par de generaciones de exitoso negocio, NES y Supernes, el famoso Dream Team de Nintendo 64 (aquel reducido grupo de compañías que a la manera tradicional sacarían excelsos juegos para la potente nueva consola de 64 bits) saltó por los aires junto con los exigentes baremos de calidad esgrimidos por la compañía. Acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, Yamauchi vio como, en unos pocos años, el vocabulario popular sustituía la Nintendo por la Play en el argot de la calle a la hora de dar nombre a los videojuegos.
Sony apeló con su publicidad al concepto que tan bien había cultivado Nike y del que después se convertiría en dueño y señor Apple: reflejamos un estilo de vida. Nintendo, con una visión hermética de lo que debían ser los videojuegos, no pareció entender que los niños que habían crecido con sus maquinas y juegos eran ahora adolescentes con ansia de identidad y a la vez de pertenencia a un grupo. Los ojos cansados de Yamahuchi vieron cómo Gamecube venía a corroborar el cambio de tendencias. Era hora de dejar entrar sangre nueva. Bienvenido Satoru Iwata.
Rewind
Si echo la vista atrás no pienso en aquellos nubarrones que enturbiaron los últimos días de Yamauchi en la presidencia. Por el contrario, veo el intenso azul del cielo sobre un Hyrule sumergido, una sabia civilización muerta hablándole a Samus a través de sus ruinas, una mansión asediada por Zombies luciendo como nunca antes. Lucha caótica de héroes de colorines, trincheras amenazantes en la mejor guerra de las galaxias. Sí, aquel cubo con asa tuvo sus buenos, muy buenos momentos.
Pero es que unos años antes Mario nos había enseñado (a nosotros y a los creadores de juegos) a andar por mundos 3D, Link se había dedicado a crear estándares para el futuro a cada salto automático, Pierce Brosnan había demostrado que se podía disparar en consola y joystick y vibración habían llegado para quedarse al grito de Do a barrel Roll! Nintendo 64 brillando en aquel momento bisagra de la historia de los videojuegos.
Nada sería igual tras aquella transformación de los pixeles en polígonos, pero no hace falta reivindicar la evidencia. En la generación de los 16 bits Los coloridos paisajes laterales eran perfectos para saltar a lomos de un voraz dinosaurio verde. Si mirábamos desde arriba, podíamos vislumbrar un mundo oscuro repletos de secretos y personajes inolvidables. Beber la poción roja llenaba de vida a nuestro héroe de capucha verde a la vez que nosotros sonreíamos henchídos de felicidad. El cerebro de la bestia alimentó nuestros corazones. Qué edad dorada la de Super Nintendo.
Pieza de Tetris, pieza de Tetris, pieza de Tetris.
Decostrucción. Una caja de zapatos que contenía los deseos de un niño. La NES haciendo los sueños realidad. Primeros años de descubrimiento. Toma esta espada, es peligroso ir solo. Bola rosa glotona. Soldadito azul de brazo armado. Fantasía Final. Ocho bits para conquistar América.
Juega y mira, juega y mira, juega y mira.
¿Shigueru Miyamoto? ¿Sí, señor Yamauchi? Quiero que te hagas cargo del desastre que ha sido 'Radar Scope' en Norteamerica. Hay que crear un juego que meter en todas esas máquinas arcade que tenemos paralizadas y que nos han arrastrado a una difícil situación económica. Nos jugamos mucho con esto. Sí, señor Yamauchi, alguna idea tengo ya en la cabeza. Popeye el marino no soy, soy un tipo pequeño con gorra roja y bigote y ese mono con cara de pocos amigos ha raptado a mi novia. Lo tengo, señor Yamauchi, muchas gracias por darme esta oportunidad.
Press Start
Introduzco una moneda de cinco duros en la maquinita y presiono Start. Me tengo que poner de puntillas para ver bien. Aporreo botones y muevo nervioso el joystick. El gorila no deja de tirarme barriles y no doy abasto con mi martillo. Lo desconozco entonces, pero detrás de esa pantalla mágica y parpadeante no hay cables ni circuitería, detrás de los destellos y del borroso reflejo de un niño lo que hay es una apuesta que se ha ganado. Nintendo acaba de conquistar los Estados Unidos con ese monete y ha salvado de paso a la industria de los videojuegos de un bache histórico con un carpintero reconvertido en fontanero. Lo desconozco entonces, pero en la otra punta del mundo hay un señor espigado con gafas dirigiendo una compañía que va a marcar el resto de la vida que me queda por vivir.
Game Over
Hiroshi Yamauchi (07/11/1927 - 19/09/2013). Descanse en paz.
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