La historia de todas las disciplinas culturales desarrolladas por el hombre está repleta de grandes obras que fueron incomprendidas en el momento de su concepción. Ya sea por haber llegado demasiado pronto, en un contexto poco propicio o por una simple falta de fortuna en el transcurso de los acontecimientos, son de sobra conocidos estos trabajos que, con el paso del tiempo, han acabado recibiendo el reconocimiento merecido por parte de una sociedad que en el pasado resultó esquiva.
Sin llegar a ser completamente vilipendiado en su momento, es cierto que 'The Legend of Zelda: Majora’s Mask' recibió tras su lanzamiento una acogida mucho más fría de lo que realmente merece una aventura de esta magnitud, situación que se entiende a la perfección por dos factores: su arriesgado planteamiento no hacía fácil cogerle cariño rápidamente, y para colmo tuvo que afrontar la complicada papeleta de suceder a una obra tan legendaria como 'The Legend of Zelda: Ocarina of Time'. Si las comparaciones siempre han sido odiosas, en este caso resultaron aún más sangrantes.
Es por ello que me parece tan notable que, quince años después de su estreno, Nintendo haya decidido rendir el homenaje debido a uno de los juegos más injustamente castigados de su catálogo con la reedición en 3D que hoy llega a las tiendas, repitiendo así la fórmula que tan bien funcionó con su antecesor. Esta puesta al día está destinada tanto a quienes ya disfrutaron del original en su momento, como a quienes se lo saltaron por cualquier motivo; pero sobre todo, es una oportunidad de oro para que quienes no supieron ver sus grandes virtudes le den una segunda y muy justificada oportunidad.
El peso del pasado
Como ya digo, una de las principales lacras que tuvo que sufrir 'Majora's Mask' en el momento de su estreno fue la comparación con 'Ocarina of Time', considerado con todo el derecho del mundo por muchos (yo entre ellos) como la cima creativa de la saga y por consiguiente como uno de los mejores juegos de todos los tiempos. Ante semejante coyuntura, el creador puede afrontar dos posibles salidas: la comodidad del continuismo o el riesgo de la ruptura; creo que está bastante clara la opción que tomaron Eiji Aonuma y su equipo en este caso.
El sexto capítulo de la reconocida franquicia de Nintendo no vino necesariamente a romper con sus grandes señas de identidad, pero sí a ponerlas completamente patas arriba, a ofrecernos la posibilidad de afrontar el mismo tablero de juego con unas reglas completamente nuevas. Unas reglas que, para más inri, se parecían poco o nada a cualquier otra cosa que hubiéramos visto hasta entonces en otro videojuego, lo cual hizo aún más difícil de digerir la idea para toda la legión de seguidores que esperaban ansiosos el regreso de Link.
Nintendo no vino necesariamente a romper con las grandes señas de identidad de la saga, pero sí a ponerlas completamente patas arriba
Lo más curioso del asunto es que este golpe de efecto se dio tomando como punto de partida argumental el final de 'Ocarina of Time', una jugada nada habitual en una saga que se ha caracterizado por reiniciar habitualmente sus universos con cada nuevo capítulo. Eso sí, la narración nos alejará pronto de la familiar Hyrule para llevar los acontecimientos a la hasta entonces desconocida Termina, donde nuevos aliados y enemigos se cruzarán en el camino de nuestro silencioso héroe, inmerso aquí en uno de sus capítulos más oscuros y apasionantes hasta el momento.
El precio del atrevimiento
El objetivo era plantear una ruptura de diseño al nivel más profundo posible y no lo pudieron hacer mejor: la idea de dividir el juego en bloques de tres días que actuaban como una mortal cuenta atrás, en un ciclo que se iba repitiendo hora tras hora en una especie de versión macabra de 'Atrapado en el tiempo', no se parecía a nada que hubiéramos visto antes. El proceso de avance clásico de cualquier aventura saltaba por los aires, y en lugar movernos en línea recta por una senda temporal clara, nos encontrábamos dando saltos adelante y atrás en el tiempo en una de las más complejas e inteligentes estructuras de diseño que un videojuego ha podido ofrecer.
Las mazmorras definitorias de la estrutura típica de la saga seguían estando ahí, pero nuestra forma de acercarnos a ellas variaba profundamente ahora que nos veíamos obligados a empezar cada poco tiempo el ciclo de tres días si no queríamos ver cómo la luna se estrellaba contra nosotros, arrasando con todo el trabajo realizado. Este constante ir y venir temporal provocaba que nos viéramos obligados a repetir determinadas acciones o a perder progresos menores, pero a cambio nos permitía experimentar la aventura como nunca antes, teniendo que estudiar al detalle determinadas situaciones durante varios ciclos repetidos de días hasta poder dar con la tecla apropiada para resolver el enigma. Este modus operandi era crucial especialmente con las abundantes misiones secundarias.
Las melodías de ocarina volvieron también a hacer acto de presencia, siendo la herramienta empleada por Link para gestionar sus devaneos temporales, así como las máscaras que en 'Ocarina of Time' habían sido una tarea secundaria y que aquí pasaron a tomar todo el protagonismo. Durante el transcurso de la aventura se podían recolectar hasta veinticuatro máscaras, siendo varias de ellas cruciales para poder avanzar y aportando con ellas ideas tan ingeniosas como las transformaciones en otras razas, con las cuales se daba aún más profundidad si cabe a la ya de por sí ambiciosa propuesta.
La recompensa del riesgo
Para poner aún más razones del lado de sus detractores, 'The Legend of Zelda: Majora’s Mask' era además un juego muy engañoso en lo que a su duración se refiere, algo a lo que contribuía tanto su particular estructura cíclica, como lo abundante de sus misiones secundarias. Sin embargo, optar por cubrir la mayoría de éstas, así como afrontar la búsqueda de todas las máscaras disponibles, era garantía total de muchísimas horas por delante recorriendo los senderos de Termina.
Rompiendo los moldes como lo hizo, Nintendo consiguió una obra que ha resistido el paso de los años con particular fuerza
El mayor impedimento para que este capítulo fuera universalmente aclamado a corto plazo fue, en resumidas cuentas, la alta exigencia que suponía para el jugador a todos los niveles: exigencia para sobrellevar sus imposibles reglas temporales, para ir desgranando su inusualmente dramática historia siguiendo un camino muy retorcido, para afrontar la iniciativa de tanta tarea secundaria y, sobre todo, para aceptar que no era 'Ocarina of Time', ni pretendía serlo. Era otra cosa, y tenía mucho que ofrecer.
Haber optado por un capítulo más parecido a lo que fue el estreno de la saga en Nintendo 64 habría garantizado mejores caras entre sus seguidores durante las semanas siguientes a su lanzamiento, pero muy posiblemente con el tiempo habría acabado completamente oscurecido por la alargada sombra de su antecesor. Rompiendo los moldes como lo hizo, Nintendo consiguió algo mucho más significativo: una obra que ha resistido el paso de los años con particular fuerza, siendo considerada hoy con todo merecimiento como una de las piezas cumbres de la época y una de las experiencias más especiales que hemos podido afrontar. Bendita recompensa para el riesgo afrontado.
Imagen | reptiletc
En VidaExtra | Repaso a la saga 'The Legend of Zelda'
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