'Brothers: A Tale of Two Sons' es uno de mis videojuegos favoritos de 2013. Starbreeze Studios, con el showman Josef Fares al frente, se sacó de la chistera una experiencia que dejaba huella, en especial con su tramo final.
No sabemos si correrá la misma suerte 'A Way Out', también con el efusivo Fares a la cabeza, pero sí que estamos ante la excusa perfecta para rememorar el momento más impactante de 'Brothers: A Tale of Two Sons'.
Antes hay que hacer un poco de memoria: esta aventura nos ponía en la piel de dos hermanos en busca de ayuda para su padre, el cuál se encontraba en estado grave. Lo llamativo del juego es que controlábamos a los dos hermanos a la vez, uno con cada stick del mando, lo que resultaba confuso al principio.
El fascinante viaje de dos hermanos
Esa exigencia del control, por no estar habituados a manejar dos cosas a la vez de distinta manera, se disipaba con el tiempo, especialmente si nos ceñíamos a un lado para cada hermano: el mayor se controlaba con el stick izquierdo, por lo que era recomendable situarlo a la izquierda de la pantalla; y viceversa.
Era, en cierto modo, un viaje de aprendizaje para nosotros, a la par que el de los hermanos. Porque ese viaje para encontrar una cura para su padre se iba a convertir en algo más, en la madurez del hermano pequeño. En cómo sería capaz de superar todos sus miedos y limitaciones para que no fuese tan dependiente de su hermano mayorm como a la hora de nadar.
'Brothers: A Tale of Two Sons' era mágico, además. Ahondaba mucho en la fantasía, con parajes de cuentos, seres mitológicos... El viaje en sí era una utopía, porque había que cruzar zonas sumamente peligrosas, no solamente para dos críos. Pero por la familia se hace lo imposible con tal de salvarla.
Lo bonito de la aventura de Starbreeze Studios, aparte de por esa conexión entre los dos hermanos, era que nos enseñó a no prejuzgar por las apariencias. Que algo fuese, a ojos de un ser humano, feo o de aspecto intimidante, no significaba que no pudiese ser bueno. De hecho, los hermanos hicieron muy buenas migas con criaturas impensables en nuestro mundo. Es lo bonito de la fantasía.
Sin embargo, también hubo maldad. Y de quién menos esperábamos...
El duro golpe de Brothers: A Tale of Two Sons
La chica que rescatamos de la tribu y que llevamos hasta la ciudad congelada, con ese gigante invisible, tornaba finalmente en una araña despiadada que nos atrapaba en sus redes. Librarse de la trampa fue fácil. Incluso el combate contra ella, con el pequeño embistiéndola con la bola de telarañas y el mayor arrancándole una pata en cada ataque. Pero nunca se puede confiar uno. Jamás.
Cuando parecía que la mujer araña había sido derrotada, lanzó una última estocada con una de las pocas patas que le quedaban y asestó un golpe que sería letal para el hermano mayor. Y todo a poca distancia del lugar sagrado donde se encontraba la cura para su padre. Pero aún albergábamos esperanzas...
Ahora era el hermano pequeño el que hacía de adulto, cargando a su hermano mayor hasta el árbol sagrado. Pero había que subir por él, y el mayor estaba muy cansado. El pequeño tenía que ir solo, por primera vez. Ahí empezó a quedar patente lo huérfanos que nos estábamos encontrando al no funcionar el stick izquierdo. Lo que en cualquier videojuego serviría para controlar al personaje principal, aquí no iba. Ahora tan solo funcionaba el stick derecho, el que usamos en toda la aventura para controlar al pequeño. Pero se nos hacía raro.
El momento en el que el pequeño se hizo mayor
Por desgracia, el agua sagrada no sirvió para curar al hermano mayor. Habíamos llegado demasiado tarde. Así que tocó la parte más difícil, la despedida. Enterrar a nuestro ser querido. En ese momento el pequeño se despedía, entre un mar de lágrimas y un silencio incómodo, del que había sido su guía en todo ese viaje.
Echar esos cuatro montículos de tierra sobre su hermano es uno de los momentos más difíciles que hemos vivido como jugadores, pero también un proceso muy necesario para mostrar la evolución del pequeño por todo lo que vendría después.
Ya de vuelta en su hogar, con la inestimable ayuda del ser alado que él y su hermano habían rescatado de un gigante, el pequeño tuvo que superar la primera prueba de fuego: superar su miedo al agua. Porque en la aventura siempre se había apoyado en su hermano, agarrado a sus hombros. Ahora tendría que valerse por sí mismo. Pero ni siquiera la aparición de su difunta madre sería suficiente.
Aquí el equipo de Josef Fares tuvo una idea brillante, ya que para perder ese miedo teníamos que recurrir al botón del hermano mayor. Tras mantener pulsado el gatillo izquierdo, el que el mayor usaba para cualquier acción, el pequeño obtuvo la fuerza necesaria para cruzar ese pequeño tramo con agua del mar.
Pero todavía quedaban dos situaciones más de madurez para el pequeño. Llegar hasta el padre para darle el brebaje sagrado. El mecanismo del puente tan solo lo podía activar el mayor... Por suerte, ahora el pequeño se había hecho más fuerte y tras un pequeño esfuerzo, logró cruzar hasta la otra zona. Aunque quedaba un último obstáculo a superar: alcanzar la escalera, que estaba a gran altura. Pero el pequeño también halló la solución: tomó impulso y alcanzó la cima.
Lo había logrado, se hizo mayor. Y todo gracias a su querido hermano.
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