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Yoshi's Crafted World es la mezcla de las dos mejores caras de un mismo videojuego

Yoshi's Crafted World sigue una fórmula con una fiabilidad más que demostrada. La idea de dos juegos en uno, el accesible y el desafiante, es la llave para ofrecer un plataformas que puede llegar a ser tan cuqui en lo visual como en lo jugable, pero también ofrecer una profundidad imposible de apreciar a simple vista.

Adornado con cartones y cientos de creaciones que pueden servir de inspiración para más de una tarde de manualidades en casa, Yoshi cambia la lana por el reciclaje para dar vida a dos tipos de aventuras en un mismo juego: una simpática y apta para todos los públicos, y otra exigente e ideal para completistas.

La inteligente belleza de Yoshi's Crafted World

Habiéndome entrado por los ojos desde el primer minuto, y siendo yo muy fan de esa dualidad que siempre presenta la saga, es en un punto concreto donde Yoshi's Crafted World me gana por completo. Curiosamente, cuando muestra su lado más feo (si es que se le puede llamar así).

En ciertos puntos de la aventura, cuando hay un minúsculo reto implicado o rejuegas un nivel para recuperar los cachorros de poochy perdidos, la cámara que te ha mostrado el mundo durante los últimos minutos, gira para ponerse en el lado contrario y maravillar al jugador con el trabajo que hay detrás del telón.

Lo que antes era una casa de cartón pintada de colores se descubre entonces como una caja de cereales recortada. Lo que creías que era la nada más absoluta, es un escenario que muestra sus secretos más ocultos y continúa en el horizonte en el que se supone está el jugador.

Son esos detalles marca Nintendo que siempre sorprenden por la misma razón. No hay ninguna necesidad de llevar a cabo ese trabajo y plantear niveles que pueden jugarse en dos direcciones. Lo fácil sería reaprovechar la misma escena y nadie se sorprendería por ello, ni para bien ni para mal, pero el esfuerzo merece muchísimo la pena.

Una dualidad magníficamente representada

Esa dualidad constante ejemplifica el espíritu del juego, una jugabilidad que puede navegar entre lo que puede afrontar un crío de cinco años y la profundidad que precisa un treintañero para meterle un buen puñado de horas. Lo primero es lo más similar a un speedrun. Lo segundo una tarea que obliga a fijarte en cada detalle para ver hasta qué punto puedes exprimir ese nivel.

Aquí la idea, como de costumbre en esta franquicia, es el hecho de que el primer paso es superar un nivel llegando del punto A al B, pero también cuenta con una capa de exploración que demanda buscar y conseguir las distintas flores que se encuentran escondidas y sirven para abrir zonas.

El paseo básico suele ser más que suficiente para conseguir las necesarias en los primeros tramos, pero luego el juego te pide un punto más, el dejar de maravillarte por los escenarios y entrar a lo crudo, a experimentar y ver por dónde puedes romper lo que antes eran simples plataformas para descubrir que hay algo más.

Dos viajes que, como en el caso de la casa desde una perspectiva y la caja de cereales pintada desde otra, convierten lo simplemente bonito en algo mucho más rico y satisfactorio. Una cara menos agradable en un primer vistazo, pero maravillosa cuando la miras con detenimiento por saber mostrar qué se esconde detrás de la evidente máscara. En el caso de Yoshi's Crafted World, mucho más que un juego con aspecto infantil y simpático.

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