Cuando probé ‘Assassin’s Creed Origins’ por primera vez, me quedé con ganas de más. No sólo porque siempre he sido fan de la saga y lo que me propone esta entrega promete muchas alegrías, también porque sus cambios no me acababan de quedar claros. Aspectos como el nuevo sistema de combate o el giro hacia lo RPG invitaban a la esperanza pero, ¿hasta qué punto?
Cuatro horas en el juego no aclaran por completo esas dudas, pero sí me acercan un poco más a saber qué novedades abrazo y qué otras ideas, pese a parecerme buenas, necesitan más de una vuelta de hoja. Si esperabas el salto adelante que te reafirmase tu amor por la saga, ‘Assassin’s Creed Origins’ lo es. Pero si querías que esta entrega fuese la solución a tus reticencias a la franquicia, tal vez debas seguir esperando.
Un mundo enorme por explorar
Me adentro en una demo mucho más amplia que la anterior, ya con una gran región a mi entera disposición y el objetivo de explorarla todo lo que pueda para conocer mejor lo que nos espera. Lo hago con la historia ya avanzada, con un personaje con cierto nivel y habilidades, pero incapaz de adentrarse en la siguiente misión principal por falta de poder.
Los clásicos numeritos me indican que, si voy por ahí, voy a sufrir de lo lindo. No se equivocan. Los enemigos pegan duro y, pese a haber conseguido dominar el sistema de combate, el aluvión de hostias que cae me arrastra hasta el camino menos deseado. Toca hacer misiones secundarias.
Mátame a esos hipopótamos que se están cargando a la población, cázame unos buitres, acaba con los matones que acosan a mi marido, destroza el carruaje que me han robado aquellos maleantes… Pensaba que con un puñado de ellas debería tener suficiente para pasar del nivel 15 al 18 y adentrarme en la historia principal, así que me puse a ello.
Pude hacerlo, sí, pero no antes de que terminase la sesión y que la sensación de haber estado grindeando durante horas asomase por mi cabeza. Había recorrido lo que parecían kilómetros en apenas una porción del mapeado, tanto a pie como a caballo o utilizando viajes rápidos. Si el objetivo de Ubisoft era hacerme ver que en ‘Assassin’s Creed Origins’ hay miles de cosas por hacer y no me va a durar una semana, misión cumplida.
La variedad entre ellas, desde las clásicas misiones de correveidile hasta los asaltos a fortalezas, consiguió que el tiempo se me pasase volando. No tanto las cinemáticas y conversaciones que le acompañaban, que por ser muy del montón y menos interesantes que todo lo demás, me obligaron a empezar a usar el botón para omitirlas.
El combate es un gran acierto, pero con matices
Lo más divertido fue, sin duda alguna, cuando tocó meterse en faena con la rama más táctica del juego. Aquellos momentos en los que el sigilo en primer lugar, y la acción de los combates en segundo, me obligaban a sacar lo mejor de mí para poder hacer frente a oleadas de enemigos esperando cualquier excusa para lanzarse a por mi cabeza.
Bien por el águila, una herramienta indispensable con la que visualizar desde las alturas lo que te espera y prepararte en consecuencia. Bien también por el combate, que una vez dominado, te permite enfrentarte casi a cualquier peligro siempre que tengas la situación controlada.
Esa es, para aclararlo, las luchas de uno en uno y sin arqueros que puedan fastidiarte a larga distancia. Si te superan demasiado en número, toca correr, pero si estás en un combate equilibrado, la mezcla de parry, golpes fuertes, golpes rápidos y esquivas es tan buena como cabría imaginar.
Con ello quieren evitar que el combate vuelva a ser ese festival en el que te subías a un tejado e ibas empujando a todo el que subiese. Pero del dicho al hecho hay un gran trecho, y no tardé en conseguir plasmar una técnica similar cuando la cosa empezó a complicarse. Requirió posicionarme en una zona muy concreta y no tener varias flechas sobrevolándome la cabeza, pero acabé con uno de los enemigos de asalto más tochos simplemente tirándolo escaleras abajo.
Entiendo hasta qué punto este tipo de situaciones son complicadas para los desarrolladores, pero ver que los combates siguen cayendo en los mismos errores pese a ser completamente distinto es descorazonador. Siempre quedará no tirar de este tipo de tácticas para disfrutarlo tal y como es, pero si en las cuatro primeras horas ya he caído en el truco, no sé qué me va a impedir no hacerlo durante el resto de la partida. Más aún cuando se presenta una solución tan evidente a un problema tan complicado.
Assassin's Creed Origins es muy disfrutable
El camino correcto habría sido volver atrás y hacer lo que el juego espera que haga. Seguir completando misiones, encontrando tumbas secretas, consiguiendo armas y equipamiento con mejores estadísticas, mejorándolas y subiendo de nivel para conseguir más poder y habilidades.
No es una mala solución para una saga que ya había caído en el drama de no saber muy bien qué hacer con tu tiempo más allá de la campaña. Misiones que antes habría ignorado, ahora me resultan más apetecibles por el loot o la experiencia que pueden reportarme. Lo que antes era tan simple como añadir horas al juego, ahora tiene sentido y necesidad.
La buena noticia es que disfruté mucho esa nueva cara de ‘Assassin’s Creed’. Que seguir descubriendo hasta dónde puedo profundizar en ella se me antoja como un objetivo apetecible. Especialmente teniendo en cuenta todo lo que me espera, no sólo por un vasto mundo plagado de cosas por hacer, también porque, lo poco que pude ver de las misiones principales, parece lo suficientemente distinto y esperanzador como para que no me importe invertir tiempo en poder llegar a ellas.
Todavía es pronto para decir que ‘Assassin’s Creed Origins’ es el juego que borra del mapa todos los males de la saga, pero no para decir que los fans de los asesinos estamos de enhorabuena. Queda un largo camino por recorrer y parece que, por fin, Ubisoft ha tomado la dirección correcta.
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