Hay dos varas de medir The Acolyte. Una de ellas sopesa si realmente esos rumoreados 180 millones de dólares que ha costado toda la iniciativa llevan al espectador a esa galaxia muy, muy lejana que ha fascinado a generaciones enteras. La otra es menos complicada y pasa por ver hasta qué punto es una serie de acción, misterios y asesinatos realmente interesante. El resultado final, ya te adelanto, no logra ni una cosa ni la otra: Leslye Headland, su creadora, irrumpe en la mitología Star Wars para deconstruirla y ensamblarla a su modo. Ni más, ni menos. El problema es que, quitando momentos específicos, o no pudo hacerlo bien o no supo cómo hacerlo. Medios y oportunidades no le faltaron.
A diferencia de las películas clásicas o la trilogía de precuelas de La Guerra de las Galaxias, todas las contrariedades e incongruencias de The Acolyte y aquello en lo que yerra queda completamente expuesto al darle un segundo visionado. Sin embargo, ya desde los primeros capítulos queda patente que la intriga que rodea a los referidos asesinatos se diluye rápidamente y, a partir de ahí, poco a poco pierde el rumbo con puntuales momentos de excepción. Esto último no es un consuelo, que conste.
Las acciones y motivaciones de las protagonistas y quienes las rodean se ven constantemente azotadas por una trama endeble en la que se nota -y jamás se ha ocultado- que han participado guionistas que no conocían o habían visto nada de Star Wars. En Dragon Ball Evolution también pasó lo mismo con su guionista. Sin embargo, donde más se tropieza este proyecto es en lo que debía ser su mayor razón de existir: presentar al gran público la era conocida como La Alta República.
Que no se me malinterprete: repartidos a lo largo de sus ocho episodios hay un puñado de escenas de acción, algún guiño bien tirado a los que más o menos conocen algo más que las películas y nuevos planetas e ideas, que suponen una genuina aportación a lo que ya había. Pero, si al final ponemos en una balanza lo mejor y lo nuevo frente a lo que no está bien nos topamos con una realidad incómoda para todos. ¿Este es el nuevo rumbo de que necesitaba la saga?Es más, incluso si lo que se pretende en el fondo es cortar lazos con lo ya conocido, y es un suponer, ¿qué clase de tablero plantea Headland para este periodo?
La edad de oro de los Jedi... según Leslye Headland
The Acolyte debía ser la locomotora de La Alta República, la mayor iniciativa de Disney con Star Wars, y tuvo tanto la enorme oportunidad como la gran responsabilidad de presentar con actores reales y un gran presupuesto una rica y prometedora edad dorada de los Jedis. Una era que no fue creada para la ocasión, que conste, ya que antes de la serie de Headland se publicaron decenas de novelas, cómics y hasta una serie infantil.
La serie debía ser el ariete para, entre otras cosas, vender éstos libros y nuevas figuras de acción entre otro mucho merchandising al igual que se logró con The Mandalorian. La otra realidad es que La Alta República de The Acolyte es un carísimo cúmulo de oportunidades perdidas.
La gran diferencia es que los libros, la serie animada y todo lo producido en torno a La Alta república hasta la fecha supo aprovechar su oportunidad y, en buena medida, ser ese lienzo en blanco para creativos y enamorados de la saga con el que ofrecer nuevas historias y, ya puestos, aparcar conveniente la más que amortizada Saga Skywalker. En lugar de eso, The Acolyte prefiere cuestionarle al espectador, al fan, quiénes son los buenos y los malos del mismo relato que ya conocíamos. El problema es el modo en el que estas ideas llevan a cabo.
Un movimiento que en otras circunstancias sería valiente pero que en The Acolyte nos llega arrastrando demasiados prejuicios y, a nivel creativo, mal ejecutado: sus ocho episodios emitidos se tropiezan de un modo u otro con la propia franquicia y con una iconografía que ha sido interiorizada durante generaciones. A veces de manera intencionada y provocativa.
¿Hasta qué punto es una oportunidad perdida? Lo que te adelanto es que con esos 180 millones de dólares (según The New York Times) y un escenario tan vasto para crear grandes historias como es La Alta República se podían haber cuidado más los personajes creados para la ocasión. Su guión y sus diálogos, algunos de los cuales van entre lo decepcionante y lo terrible, no solo contradicen lo que había, sino lo que ocurre durante el transcurso de la trama y, sobre todo, condensa todos los fallos y lo menos acertado de las producciones menos celebradas de Star Wars de la etapa Disney en un proyecto que, de continuar, deberá afrontar y ser consecuente con los mismos problemas que deja planteados.
Algo que no sería tan dramático si no fuera porque el eslabón más débil del proyecto es la propia Acólita que le da nombre.
Brujas espaciales, conspiraciones Jedis y una asesina sensible a la Fuerza
Aproximadamente un siglo antes del alzamiento y caída del Imperio galáctico, una amenaza se revela poco a poco motivada por una venganza fraguada durante años. La Maestra Jedi Indara (interpretada por Carrie-Anne Moss) ha sido asesinada por una misteriosa usuaria de la fuerza y la investigación hace que todas las pistas converjan en Verosha 'Osha' Aniseya (Amandla Stenberg), una antigua aprendiz de Jedi que decidió renunciar a su sueño y abandonar la orden para dedicarse a labores mecánicas por el espacio.
Pese a las evidencias, el Maestro Jedi Sol (Lee Jung-jae) presiente que Osha, quien fue su discípula en el pasado, no tiene nada que ver con el incidente y no tarda en establecer un patrón: aquel asesinato no es algo aislado y hay más Jedi en peligro, incluido él mismo. De hecho, sospecha que la causante es Mae-ho (también Amandla Stenberg), la hermana gemela de Osha a la que todo el mundo dio por muerta hace 16 años.
Lo cual, irremediablemente, le plantea dos incógnitas clave: ¿cuál es el propósito de sus asesinatos y qué pasará cuando ambas hermanas vuelvan a encontrarse?
Sin entrar en detalles mayores, Osha y Mae fueron criadas por un aquelarre de brujas sensibles a la Fuerza con poco disimuladas oposiciones a las costumbres Jedi. La Madre Aniseya (Jodie Turner-Smith), la líder del aquelarre, las instruyó durante sus primeros años hasta que una sucesión de desgracias y malas decisiones concluyó con la práctica extinción de las brujas y un grupo de Jedi, incluyendo a Sol, escapando del planeta con la pequeña Osha. Lo que nadie supo es que Mae no solo logró seguir con vida, sino que responsabilizó a Sol y el resto de su grupo de lo ocurrido. Fraguando una venganza que, poco a poco, ha empezado a consumar.
Mae es la Acólita que le da nombre a la serie, pero también la coprotagonista de todo el proyecto: como Osha, Amandla Stenberg trata de ofrecer una visión en conjunto del trágico suceso que vivieron ambas gemelas y las separó, al tiempo que intenta comprender la motivación de su hermana a la que dio por fallecida mucho tiempo atrás. Todo un viaje emocional para el personaje que, desafortunadamente, apenas queda reflejado en pantalla. O, al menos, en su rostro al actuar.
La otra realidad es que pese a contar con dos roles aparentemente opuestos, Stenberg se queda muy lejos de ofrecer al espectador y al fan de Star Wars algo remotamente parecido a personajes tan icónicos como la Princesa Leia, el pícaro de Lando Calrissian o un Mandaloriano que, pese a actuar con un casco puesto, deja en evidencia las limitaciones de la actriz californiana frente a la cámara. Al menos, según ha quedado plasmado en esta serie.
La labor actoral que nos queda con The Acolyte es irregular como poco: Dafne Keen logra que la joven Jedi Jecki Lon aporte alegres notas al conjunto y realmente entiende lo que es y debería ser sumergirse en La Alta República; y Lee Jung-jae no solo se tomó la molestia de aprender inglés para hacer de Sol, sino que el exitoso actor coreano logra rescatar escenas y metraje que en otras circunstancias sería muy complicado defender.
Sin embargo, ambos y otros tantos se ven irremediablemente arrollados por un guión y una narrativa que nos hacen cuestionar los propósitos y motivaciones tanto de Leslye Headland con la serie como de la propia Disney con la franquicia Star Wars.
The Acolyte frente a la pretensión de ser un punto de ruptura con el fenómeno original
La era de la Alta República de Star Wars en The Acolyte no es como la pintaron en los cómics desde que arrancó la iniciativa, ni como nos la describieron los libros de LucasFilm. Quizás así es cómo la imagina Leslye Headland, o puede que lo que esté tratando de hacer es simplemente construir un contexto que nos lleve a la saga Skywalker con personajes creados por ella misma. Recordemos, hay un siglo de margen entre las películas originales y esta serie.
La otra realidad es que si tu reparto ya tiene prejuicios (infundados) con las películas y tus guionistas no conocen nada del trasfondo, el árbol que brota acaba creciendo torcido. Y pese a que la dirección de episodios específicos ha estado en buenas manos, no de todos, basta con ver dos veces la serie para entender cómo estamos ante una premisa que se desinfla muy rápido, contradicciones enormes en la construcción de personajes y sus volátiles emociones, escenas terriblemente mal planteadas y diálogos tan ridículos que incluso eclipsan los carísimos atuendos y los efectos especiales que vemos en pantalla. Problemas que perseveran incluso si tratásemos la serie en su conjunto como un proyecto independiente y aislado de toda la franquicia.
Que no se me malinterprete: llevar al espectador hacia direcciones jamás exploradas y aportar nuevas historias y más riqueza es y debe ser el objetivo de cualquier franquicia. Y no solo eso: Star Wars se lo debe todo a los fans, pero no les pertenece en el sentido más estricto de la expresión. Si alguien se siente traicionado por no ver en pantalla lo que egoístamente deseaban experimentar, el problema es únicamente suyo. Dicho esto, lo que Leslye Headland propone ha generado decepciones fundamentadas y reacciones demasiado variadas con cada nuevo capítulo. Algunas por motivos más localizables en pantalla y otras no tanto. Ante eso toca asumir errores y carencias. Y, en el caso de Disney, tomar nota de lo que no está bien.
Vaya por delante que ni la fantasía, ni la ciencia ficción y mucho menos lo que el propio George Lucas denomina como una Space Opera tiene componentes inalterables y reglas escritas en piedra. Sin embargo, Headland reimagina la galaxia muy, muy lejana a través de una superproducción que, lejos de aprovechar la oportunidad y el nuevo escenario para desatar la imaginación de los fans, se limita a acotar su propia parcela del universo Star Wars. Muchas veces de manera innecesaria y otras caprichosa. ¿Con qué propósito? Dado que la mecha de la trama de los asesinatos es muy corta, se puede decir que ese es el verdadero misterio de la serie.
Como resultado, The Acolyte es una serie que de manera directa promueve la polarización a diferentes niveles. Lo hace desde dentro a través de los puntos de vista encontrados de sus protagonistas gemelas, pero también despertando sensaciones encontradas más allá de lo que pretende abarcar como proyecto: como relato de la Alta República es una oportunidad perdida, como historia anterior a la saga Skywalker se derrumba con situaciones incoherentes y personajes mal colocados o directamente desaprovechados.
El resultado de todo lo anterior, y como parte del legado de Star Wars, la serie de The Acolyte nos arrastra a una realidad incómoda: ¿es mejor lo que está haciendo Disney que el fulminado Universo Expandido? Si has jugado a cualquier videojuego que transcurre en él, leído cualquier cómic o novela e incluso si has jugado a los juegos de rol oficiales sabes perfectamente la respuesta y todo lo que el proyecto de Headland, de una forma o de otra, tira por tierra.
The Acolyte transcurre en la galaxia muy, muy lejana de George Lucas, pero no la enriquece, sino que pretende reinterpretarla a través de acontecimientos en los que la eterna dualidad de la fuerza queda reducida a la visión de una Leslye Headland que busca reescribir o solapar todo lo que no le gusta de Star Wars en lugar de aprovechar las infinitas posibilidades que le ofrece la Alta República.
Como resultado, ni el poder de una, ni el poder de dos, y mucho menos el poder de muchas revisiones a cada capítulo logra que The Acolyte sea lo que Disney necesitase para impulsar su era de Alta República al gran público, ni recordar a los fans por qué aman la franquicia. ¿Qué pasará a partir de aquí? Bueno, al final todo depende de cómo se vendan las figuras de acción de Osha y Mae.
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