Desde el mismo momento de su concepción, 'StarCraft' ha sido muchas cosas: un modelo a seguir en el plano de la estrategia en tiempo real, uno de los universos más apasionantes que hemos podido visitar, un hervidero de personajes que son puro carisma, un espacio inmejorable para la alta competición y, por medio de todo ello, uno de los grandes referentes de la cultura popular de las últimas décadas. Todos estos valores se unen y catalizan en el mejor resultado posible con 'StarCraft II: Legacy of the Void'.
El desarrollo de 'StarCraft II' fue anunciado en 2007, casi una década después del estreno del primer capítulo; tres años pasaron hasta el estreno de 'Wings of Liberty' en 2010, dando así el pistoletazo de salida a una trilogía que ha necesitado un lustro para ver su final. Echando la vista atrás, a las primeras declaraciones de sus creadores, no se apreciaba en ellas la intención de que el proyecto fuera a requerir tanto tiempo, pero por suerte para nosotros la ambición ha hecho acto de presencia durante el camino.
El resultado final de esta trilogía ya cerrada consigue brillar con luz propia a todos niveles
Al final, lo que sobre el papel iba a ser un juego y dos expansiones para dar el merecido protagonismo a cada raza, ha terminado convirtiéndose prácticamente en tres iteraciones que cuentan con enjundia suficiente como para ser consideradas como tres juegos completos sin el menor de los reparos. Blizzard se ha caracterizado siempre por saber ir un paso más allá de la competencia en sus obras, pero el resultado final de esta trilogía ya cerrada consigue brillar con luz propia a todos niveles, marcando durante el transcurso de estos cinco años un hito que será difícil volver a repetir.
El camino hasta aquí
Que esta franquicia es un fenómeno fuera de toda duda lo prueba de buena tinta el hecho de que en sus primeras veinticuatro horas en las tiendas se vendieran un millón de copias, eso sin tener en cuenta las reservas y sumando como factor que su estreno se produjo el mismo día que 'Fallout 4'. Con los dos capítulos anteriores acumulando más de seis millones de unidades vendidas y lo que aún está por llegar, no cabe duda de que Blizzard ha conseguido dar en el blanco con el formato de desarrollo elegido.
Por pura lógica, 'Legacy of the Void' no será un buen punto de partida para un profano en la colección, pues obviamente la historia en este punto no está para dar muchas explicaciones. Después de lo acontecido en las entregas destinadas a Terran y Zerg, los Protoss toman el protagonismo con el jerarca Artanis situándose al frente de los suyos para iniciar la reconquista de Aiur, su planeta natal, ahora en poder del Enjambre. Si lo dicho en este párrafo os ha sonado a chino, definitivamente deberías plantear antes la compra de los capítulos anteriores si queréis empezar en este universo.
Claro está, las cosas no van a ser tan fáciles para Artanis como llegar a casa y tomar posesión de ella; el sufrido Zeratul, un incomprendido donde los haya, sabe que hay peligros aún más acuciantes a los que hacer frente, pues el malvado Amon está disponiendo todo lo necesario para su regreso, ejército de híbridos incluido. Viejos conocidos como Jim Raynor y Sarah Kerrigan jugarán su pertinente papel en una historia que, por estar ya en sus compases finales, se mostrará inaccesible a quienes no estén familiarizados de antemano con el universo 'StarCraft'. Cierto es que hay un vídeo resumen que explica bastante bien todo lo acontecido hasta este punto y que, en general, la narración se toma ciertas molestias en detallar una vez más cuestiones de sobra conocidas, pero aun así está claro que es un final de una trilogía y toda la obra actúa como tal.
Mi vida por Aiur
Como jugador que siempre ha preferido la facción Protoss, sumado a ello el hecho de que su historia me parece con mucho la más atractiva de las tres, 'Legacy of the Void' es sin duda el capítulo que más he esperado. Sin entrar en más detalles sobre la forma en que todo queda cerrado para ellos aquí, la narración estructurada en tres actos nos entrega una campaña sencillamente memorable, hasta cuando cae en los tópicos más previsibles, contada por igual de bien en los diálogos a mitad de misión y en las cinemáticas que, como no podía ser de otro modo con Blizzard, son para quitarse el sombrero.
La campaña en conjunto resulta igual de sólida que en sus dos predecesores
Pero este capítulo de conclusión tendrá ganchos suficientes para todos, incluso para quienes no sientan especial afección por esta raza, pues lo que empieza como una batalla particular de los hijos de Aiur pronto se convertirá en una guerra mucho más amplia donde todos tendrán voz y voto. La campaña en conjunto resulta igual de sólida que en sus dos predecesores, con misiones abiertas a plantear múltiples estrategias para quienes gusten de distintos tipos de acción, así que nadie se verá obligado a seguir a rajatabla el estilo Protoss, quizás el más pausado y exigente de los tres, si no es el que más le convence.
Esa apuesta por dotar a los Protoss de una mayor versatilidad, tanta como para que hasta el más acérrimo defensor de los Zerg se pueda sentir cómodo completando su campaña, se aprecia especialmente en las nuevas unidades y opciones de combate que se incorporan a este ejército para afrontar la historia. En general, las misiones siguen esquemas muy parecidos a los ya vistos antes: proteger determinados emplazamientos durante un tiempo, atacar puntos estratégicos del enemigo o emprender incursiones en mazmorras con pequeñas escuadras lideradas por un héroe, todas ellas aderezadas siempre con los correspondientes objetivos secundarios. El modelo funciona aquí igual de bien que lo hizo con las campañas de Terran y Zerg, así que nadie se sentirá extraño al completarla.
Sin dejar de crecer
Decir que estamos ante una simple expansión se queda muy corto cuando echamos un vistazo a la cantidad de novedades que se han incluido en el paquete; solo en el modo historia, todas las variantes estratégicas y mecánicas que aporta la Lanza de Adun al combate con sus posibilidades de ataque y sus aportes pasivos ya dan una dimensión mayor a la experiencia. Poder personalizar nuestro ejército antes de empezar la fiesta con múltiples variantes de una misma unidad provenientes de distintos clanes (Aiur, Nerazim o Tal’darim) aporta más variedad aún a las misiones y potencia su rejugabilidad al dar aún más motivos para afrontarlas otra vez con distintas planificaciones.
Sin salir de las modalidades de juego contra la máquina, las nuevas misiones cooperativas actúan como un excelente complemento para quienes busquen la miga de la experiencia online, pero se sientan (comprensiblemente) intimidados por el alto nivel del mundo competitivo en 'StarCraft'. Con su sistema de héroes y objetivos que coquetea sin excesivas pretensiones con el rol, esta modalidad dará muchas horas de juego a quienes ya hayan dado carpetazo a la campaña y sigan buscando desafíos PvE.
A pesar de todas estas novedades y de los pertinentes ajustes aquí y allá, es obvio que el núcleo de juego que caracteriza a la franquicia permanece inmutable, pudiendo reconocer en él todo lo que hizo grande a la primera entrega allá por los años noventa. El género de la estrategia en tiempo real ha evolucionado mucho desde entonces, quizás no tanto como otros, y también así lo ha hecho 'StarCraft' como uno de sus grandes estandartes que es, pero el trabajo general que se aprecia es más de pulido y perfeccionamiento, que de cambios drásticos. Ni los aficionados los han pedido, ni Blizzard está por esa labor ahora mismo, así que todos contentos.
Juega como un pro o atente a las consecuencias
El multijugador de la colección 'StarCraft' siempre se ha caracterizado por su alto nivel de exigencia, rápido y demoledor como pocos títulos de estrategia se atreven a ser, pero en 'Legacy of the Void' Blizzard directamente ha decidido que aquí no se hacen prisioneros. En una época en que los MOBA y los shooters copan cada vez más el panorama competitivo gracias a su agilidad y explosividad casi constante, la compañía americana ha decidido que todos los ajustes hechos al multijugador apunten precisamente a potenciar su capacidad como espectáculo vibrante.
Las partidas online demandan todavía más agilidad reflejos, presteza en las decisiones y dominio de los tiempos de batalla
Si dar el paso que lleva del PvE al PvP ha sido siempre complicado en este título, la distancia se antoja especialmente abrumadora ahora que las partidas online demandan todavía más agilidad reflejos, presteza en las decisiones y dominio de los tiempos de batalla, que han sido severamente retocados. Me dirán los veteranos que esto es como todo, que con las suficientes horas cualquiera puede llegar a hacerse grande en el online de 'StarCraft II', pero la sensación general es de que la curva de aprendizaje está ahora más empinada que nunca, incluso para quienes estamos aquí desde el primer título y simplemente hemos dejado el músculo desentrenado.
Posiblemente, con esta clase de ajustes, entre los que se incluye aumentar el número de trabajadores al comienzo de la partida y reducir los recursos al alcance en cada base, fomentando así el dinamismo, Blizzard esté asegurándose la continuidad de este título como uno de los referentes del terreno de los deportes electrónicos durante mucho tiempo. La gran cantidad de invitaciones a participar en torneos y competiciones de todo tipo que pueblan los menús son la confirmación definitiva de esta inclinación sin concesiones hacia lo pro.
Eso sí, para que no se diga que los novatos han quedado abandonados a su suerte en un mar de tiburones, el nuevo modo Arconte pone a dos jugadores al control de una única base, emparejando así a veteranos y aprendices en un intento por abrir puertas. La idea queda a medio camino de muchas cosas, pues a pesar de su evidente espíritu cooperativo, en la práctica el campo de batalla sigue siendo un enfrentamiento uno contra uno, y si bien es cierto que difícilmente podrá hacer sombra a las modalidades más clásicas, hay aquí un nicho muy interesante para fomentar el aprendizaje y para partidas de nivel profesional con un cariz diferente al habitual.
Una lección para el futuro
Analizar 'Legacy of the Void' es, en cierto modo, analizar la trilogía completa que ha dado lugar a 'StarCraft II'. Con ella, Blizzard ha marcado un hito en la historia de los videojuegos que servirá de lección para propios y extraños durante muchos años, elevando el listón de la estrategia en tiempo real a su máximo histórico. La iteración basada en los Protoss ha depurado y perfeccionado al máximo todo lo visto hasta ahora, pero lejos de conformarse con eso, ha añadido tanto contenido, tantos modos nuevos y tantas posibilidades por explorar, que se antoja injusto hablar de ella como una simple expansión.
Tras cinco años disfrutando con un arco argumental que, aun en sus altibajos, ha sabido desplegarse, tomarse su tiempo, profundizar en sus personajes y regalarnos momentos para el recuerdo, toca cerrar este genial episodio. Eso sí, nos quitamos de encima la sensación de vacío al saber que todavía no vamos a poner punto final a esta historia, pues ya sabemos de buena tinta que aún quedan más misiones para seguir alimentando a la criatura, y por supuesto que al panorama competitivo le queda cuerda para rato con todo lo que ha llegado.
Así pues, no cabe duda de que estamos ante un auténtico imprescindible, aunque con un pero crucial a tener en cuenta: por mucho que insista en que cuenta con la solidez propia de un juego completo, y de uno muy bueno además, son tantas las cosas que se dan por entendidas respecto a sus antecesores, que en ningún caso lo aconsejaría como punto de partida en este mundo, aun cuando se pueda adquirir por separado. Arrancar desde el comienzo de la trilogía le dará mucho más sentido a todo, ése que ahora nos permite mirar hacia atrás y contemplar, con la debida perspectiva, lo bien que se han hecho las cosas con 'StarCraft II'.
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Imprescindible
StarCraft II: Legacy of the Void
Plataformas | PC y Mac (versión analizada) |
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Multijugador | Sí |
Desarrollador | Blizzard Entertainment |
Compañía | Blizzard Entertainment |
Lanzamiento | Ya disponible |
Precio | 31,90 euros |
Lo mejor
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Cierre inmejorable para la trilogía en todos los sentidos.
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Un montón de nuevas ideas para la campaña y todas funcionan.
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Nuevos modos de juego que aportan aún más variedad.
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Mecánicas depuradas hasta rozar la perfección.
Lo peor
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La curva de aprendizaje para el multijugador se hace cada vez más empinada.
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La narración no espera a nadie, así que los novatos no se enterarán de mucho.
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El argumento, a pesar de su solidez general, tiene momentos algo flojos.
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