2022 trae bajo el brazo más sorpresas de las que esperábamos. Y que en un año en el que todas las apuestas parecen ya echadas, llegue un tapado del tamaño de Tiny Tina’s Wonderland es todo un acontecimiento. Hacía mucho tiempo que no me reía tanto con un videojuego.
Le va a costar quitarse de encima el sambenito de Borderlands y espero que 2K haga el mayor esfuerzo posible en borrar del mapa la comparativa, porque Tiny Tina’s Wonderland se esfuerza en demostrar que es mucho más que un spin off descafeinado.
Qué panz´´on de reír
Con la excusa de seguir la estela del Asalto a la Mazmorra del Dragón, el DLC de Borderlands en el que la franquicia saltó el tiburón, este Tiny Tina’s Wonderland vuelve a ponernos bajo las órdenes de Tina Chiquitina para completar una partida de rol de tablero.
Sólo con el trabajazo de guión que hay detrás -mención especial al soberbio nivel de traducción y adaptación del que hace gala la saga una vez más- ya merece la pena asomarse a él. El juego podría ser horrible en lo visual y un tostón en lo jugable y, aún así, merecería la pena acercarse a él por descubrir qué nueva voltereta dialéctica de caca, culo, pedo y pis consigue sacarse de la chistera.
Vale que sea algo habitual en la saga, sí, pero borrado cualquier atisbo de melodrama y de darle algo de sentido a su narrativa, agarrándose al lado más absurdo e irreverente de su humor, Tiny Tina’s Wonderland se convierte realmente en el maravilloso mundo de los insultos pasados de vueltas.
Hacía muchísimo tiempo que no me reía con un juego. Y no me refiero a esa sonrisa de complicidad que ni siquiera enseña los dientes, no, hablo de reír a carcajada viva. Tienes que entrar en su humor, claro, y es más fácil si tu mente es la de un niño de cinco años como es mi caso, pero si lo haces… Cómo lo vas a gozar. Necesitamos más juegos de humor, y parece que con todo lo que se nos viene encima este nos va a venir de perlas para desconectar el cerebro.
Metiéndote aún más en la mazmorra del RPG
Y como decía, el juego podría ser un pasatiempo memorable sólo con eso, pero las ganas de implantar su identidad y deshacerse de la etiqueta Borderlands van mucho más allá de eso. En lo jugable, Tiny Tina’s Wonderland también tiene muchísimo que decir.
Lástima no haber podido profundizar más en lo que a creación de clases y personalización de atributos roleros se refiere, pero con seis clases distintas, la posibilidad de mezclar poderes de unas y otras, y dos especiales a elegir por barba, parece que tenemos variedad para rato.
Habiendo probado dos de esos ejemplos, tal vez los árboles de habilidades me han dejado un poco más frío de lo que esperaba por la contundencia y locura de sus mejoras y ataques, pero sabiendo que tengo cuatro más donde elegir, lo cierto es que el tema no podría preocuparme menos.
Habiendo visto sólo uno de los mundos que recorreremos, la mezcla de misiones secundarias, objetos desperdigados y armas legendarias esperando a ser encontradas da para querer perderse en su mapa con ganas de explorarlo a fondo. Pocas veces supero una demo más allá de las primeras impresiones, y aquí lo he escudriñado todo con ambos personajes por el mero hecho de poder seguir jugando.
Sobreviviendo a golpes, tiros y magias
Gran parte de la culpa la tiene la mezcla de magias, cuerpo a cuerpo y armas marca de la casa de la que hace gala. Las últimas siguen siendo una pieza importante, sí, pero por momentos me he visto superando oleadas de enemigos a espadazo limpio y esquivando golpes.
Con ideas como una espada que te da dinero al golpear, el juego te premia por intentar cambiar de chip y meterte en el follón en vez de atacar sólo desde lejos. Te invita a disfrutar del juego desde otra perspectiva, pero siempre sin borrar del mapa lo que nos ha traído hasta aquí: un gunplay divertidísimo.
El looteo, y una economía aparentemente mucho más agresiva de lo que planteaban los Borderlands, hacen que meterte en contiendas que podrías evitar dando un ligero rodeo sea de lo más recomendable, lo que sumado a la exploración por ver qué se esconde en ese cofre que está en lo alto de un campanario, hace que te acabes cruzando sí o sí con un combate detrás de otro.
Creo que lo mejor que puedo decir de su mezcla es que me he quedado con ganas de más. Tiny Tina’s Wonderland estaba lejos, lejísimos, de ser un candidato a invertir mis preciadas horas de juego -probablemente el bien más escaso de este 2022-, pero tras una noche de ensueño a su lado al grito de “me cachis en la mar” y riéndonos juntos de la gente que lleva bufanda dentro de los sitios, Tina Chiquitina y yo ya somos BFF.
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