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Primeras horas con Outriders: las bajas expectativas han chocado con un endiablado reto que estoy deseando continuar

Podría decirse que Outriders y yo no empezamos con buen pie. Su presentación hace más de un año me permitió acercarme a un juego que bebía tanto de la fórmula Destiny que parecía no tener una identidad propia. Entretenido, sí, pero muy lejos de resultar memorable.

Que eso ocurriese viniendo del equipo de People Can Fly, artífices de joyas como Bulletstorm o GoW Judgment, resultó ser un varapalo enorme y una profunda decepción. Ahora, tras un generoso retraso y con la versión final ya en mis manos, debo reconocer que me ha pillado con la guardia completamente baja.

Del desencanto al enganche

Mi desencanto era tal que ni siquiera me asomé a la demo, consciente de que me lo jugaría al todo por el todo con su llegada a Xbox Game Pass. Sin embargo no ha sido ahí, sino en PS5, donde finalmente me he acercado a la experiencia definitiva de Outriders.

Tras un inicio que se me ha hecho particularmente cuesta arriba, por aquello de ya haberlo superado anteriormente y porque la historia está lejos de ser santo de mi devoción, el potencial de Outriders ha empezado a aflorar de la mano de una divertida dificultad que pone el reto por bandera.

Hacía tiempo que un shooter no me ponía contra las cuerdas y aquí, no sé si porque los reflejos ya no acompañan o por no haber acertado con la clase elegida, me lo he pasado en grande poniendo a prueba la endiablada agresividad de unos enemigos que no tienen ninguna intención de dar tregua.

Lejos de derivar en frustración, el pique con el juego ha sido magnífico durante el paso por los tres primeros escenarios que ofrece la aventura. Una pequeña parte de un total que, entre misiones principales y secundarias, bien promete gozar de un buen puñado de horas.

Evocando a Lost Planet

Habiéndolo jugado en solitario, aún queda mucho por probar para poder dictar sentencia. Sólo espero que la variedad de la que ha hecho gala hasta ahora siga adelante durante lo que resta de campaña y que, a base de sorpresas, siga manteniéndose fresco enfrentamiento tras enfrentamiento.

Sí parece dejar claras sus carencias desde el principio con una fórmula que está lejos de ofrecer un gunplay perfecto. Por momentos sus sensaciones evocan más a un Lost Planet que a un Gears of War, con un control que resulta algo más tosco y difícil de dominar de lo que podrías pedirle a quienes han trabajado en un Gears.

La buena noticia es que, sin acabar de encandilarme por completo, he acabado cogiendo el truco y aprendido a disfrutar de ese cóctel de poderes y disparos del que hace gala.

Cuando entiendes hasta qué punto es clave el buscar la sinergia entre unos y otros, Outriders empieza a ofrecer esa sensación de superioridad que cualquiera capaz de hacer explotar a sus enemigos en una bola de fuego debería de poder sentir.

Con un mejor trabajo en el feedback que trasladan las habilidades -auténticas protagonistas de la mezcla- que en el de unos disparos que no terminan de convencer, Outriders apunta a quedarse lejos de una posición elevada desde la que rendirle pleitesía.

Eso sí, si mantiene este magnífico ritmo de aquí hasta el final, bien puede ser uno de esos juegos que rinda homenaje a aquello de “no todo tiene que ser una obra maestra del género para ser recomendable”. Sin duda una muy grata sorpresa.

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