'Ghost Recon Wildlands' es la enésima prueba de que Ubisoft le ha cogido el truco a la creación de los mundos abiertos y no se van a detener hasta que consigan exprimirlo al máximo. Es, además, una muestra de todo lo aprendido con 'Rainbow Six Siege' en lo que a multijugador cooperativo se refiere, así que con todo eso sobre la mesa parece que nada podría salir mal.
Y sin embargo 'Ghost Recon Wildlands' es uno de esos juegos que no acaba de entrar por los ojos. Otra vez un sandbox, otra vez un minimapa plagado de puntitos a los que acercarse, otra vez una fuerza de poder intentando liberar al pueblo de una tiranía. Por suerte, las horas pasadas jugando a la beta nos han hecho verlo con algo más de positivismo.
Jugando a Ghost Recond Wildlands
A nivel jugable no hay nada nuevo que vaya a sorprender, ya se ha encargado Ubisoft de mostrarnos al dedillo todo lo que nos espera en 'Ghost Recon Wildlands' a base de vídeos promocionales, pero sí hay esa oportunidad de sentir en vez de limitarnos a ver, y ahí el juego gana varios enteros.
Controlando a un soldado que personalizamos antes de iniciar la aventura, desde barba hipster hasta tatuaje de águila calva cubriendo el brazo, nos adentramos en una porción del inmenso mapa inspirado en Bolivia que han preparado para la ocasión. Mucha selva y montaña a recorrer con vehículos que podremos coger prestados de la calle o a punta de pistola en medio de la carretera.
A partir de ahí lo que cualquier shooter genérico os pueda traer a la cabeza: coberturas, granadas, disparos a la cabeza con silenciador y fuego de ametralladora provocando explosiones de barriles concienzudamente marcados en rojo. Eso y, por descontado, los gadgets de sigilo que nos permitirán marcar enemigos a vista de prismáticos o de dron para tener controlado el escenario y establecer estrategias.
Al ir acompañados de otros tres soldados, esa última parte es posiblemente la más agradable de todas, ya que con una rueda de selección podremos marcarles posición, que se queden quietos o que disparen a un objetivo mientras nosotros nos encargamos de otro. Ni goza de la precisión milimétrica de un juego táctico ni se desboca en plan acción palomitera. La dificultad del juego nos marca desde el principio que no podremos ir a lo loco, pero tampoco hará falta que nos volvamos locos pensando en una estrategia de ataque.
Impresiones en solitario y multijugador
En el modo con un jugador no me he encontrado con demasiados problemas para mantener a ralla la IA de mis compañeros. Responden de forma eficiente a las órdenes y, al menos en mi caso, no me he encontrado con ningún inconveniente a la hora de que rodeen a un enemigo para no ser vistos cuando les digo que atraviesen un campamento. Juegan con el mismo sigilo y cabeza que usarías tú en una situación normal.
Meterte en una partida pública ya es otro cantar. Como era de esperar tocará rezar para tener suerte y no cruzarte con algún kamikaze que mande al traste la misión a la primera de cambio, pero en el 90% de los casos las incursiones han ido tal y como se esperaba, así que kudos para los usuarios que se hayan cruzado conmigo.
De todas formas la clave está en unirte a, como mínimo, un colega más. No porque el juego lo requiera para ser superado, si no porque se disfruta muchísimo más de esa forma, ya sea en modo serio intentando limpiar un campamento de enemigos de forma eficiente o sembrando el caos disparando desde un helicóptero.
A base de misiones genéricas e ir de aquí para allí, lo único que salva la papeleta, a la espera de conocer cómo serán los encargos del resto del mapeado, es la posibilidad de mejorar y personalizar nuestro personaje y sus armas hasta la extenuación.
No hay quejas ahí por mi parte, ya sea a base de árbol de habilidades o consiguiendo una mira de francotirador de mayor aumento, este tipo de propuestas suele entretenerme durante meses, pero soy consciente de hasta qué punto hay usuarios cansados de esta fórmula y, precisamente por eso, 'Ghost Recon Wildlands' va a ser un juego que despierte opiniones muy dispares.
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