Una tormenta de caos, destrucción y vísceras chorreantes de sangre se manifiesta ante mis ojos. DOOM Eternal vuelve a abrir las puertas del infierno de par en par y la única manera de no verse arrollado por las oleadas de demonios, bestias y abominaciones que son desatadas en cada partida es someterlas a base de barbarie. Es más, lo verdaderamente interesante de este modo horda es cómo se fomenta que cada nueva partida seamos más brutos.
Porque en el Horde Mode de DOOM Eternal la cuestión ya no es sobrevivir a lo que ocurre en pantalla o avanzar dejando un grotesco rastro de explosiones y miembros amputados sin mirar atrás, sino destrozar el anterior récord de puntos. Desbloquear rondas extra, pulverizar de la manera más inclemente a todo lo que se mueva en pantalla y extraer munición y blindaje de las entrañas de nuestros enemigos.
Y es que, como puedes ver en nuestro gameplay, ninguna saga de videojuegos iguala la gloria y la emoción de destrozar demonios a cañonazos como DOOM, pero eso no significa que todavía haya nuevas maneras de elevar su acción de alto octanaje sin descarrilarse de la esencia de los clásicos que sentaron cátedra: muévete siempre, dispara a discreción y apunta cuando puedas.
Una locura, desde luego. ¡Pero bendita locura! El nuevo modo de DOOM Eternal encuentra el equilibrio perfecto entre la emoción constante y la rejugabilidad infinita con la violencia más explícita como catalizador de la propia experiencia.
Es decir: no solo se trata de ejecutar brutales remates con los que sentenciar a los demonios que nos salen al paso, sino un conjunto de elementos que están muy bien atados para que cada nueva partida sea interesante. Batallas a un ritmo demencial en las que el DOOM Slayer es tanto la presa como el depredador.
El resultado: el Horde Mode tiende lazos y coquetea intencionadamente con las sensaciones de los arcades, pero cuya acertada dificultad y ritmo exigen que el jugador haya pasado previamente por la campaña. Con un pequeño hilo argumental de fondo, sí, pero recordando constantemente que no se trata de una expansión o un añadido menor: se trata de una alternativa que condensa lo mejor de los otros dos modos de DOOM Eternal. Un tercer modo brutal.
La explosiva fórmula de DOOM recibe su propio formato arcade
Cuando sobrevives a una ronda de Horde Mode, si es que lo consigues, acabas completamente agotado, pero la sensación de logro y superación compensa esa infernal experiencia con creces. Una sensación efímera: o bien toca prepararse para la siguiente hornada de enemigos, o tienes el irrefrenable impulso de empezar de nuevo.
Con el Horde Mode tanto Bethesda como id Software van directamente al turrón en lo que se refiere a la explosiva acción de DOOM Eternal: la premisa es ofrecer una sucesión de combates por rondas a través de diferentes niveles. Tres Arenas de combate cerradas diseñadas para que el DOOM Slayer desate la destrucción a su paso como si fuese el Diablo de Tasmania de los Looney Tunes y un par de rondas extra intermedias.
Con la premisa por delante, cada una de las misiones y rondas del Horde Mode se desarrollan de manera similar a los encuentros de combate del modo campaña y las expansiones publicadas, solo que hay un matiz: nuestro objetivo no es avanzar hacia la siguiente área de conflicto, sino obtener una puntuación que definirá el propio desarrollo de la partida.
Así, nuestro desempeño a la hora de arrasar con las criaturas del infierno se traducirá en nuevas rondas y oleadas extra de enemigos con las que se intensifica todavía más la acción y se dispara nuestro contador de puntos. Sobre todo, al derribar a los grandes enemigos introducidos en The Ancient Gods, lo cual eleva drásticamente el caos generado en pantalla.
Hay niveles intermedios, todo sea dicho, que aportan un extra de variedad, aunque el grueso de la experiencia se concentra en las tres arenas de combate que conforman cada partida. Sin embargo, estas rondas extra funcionan más a modo de bonificación o como una manera de liberar el estrés acumulado entre las rondas principales. Un acierto adicional que refuerza el tono arcade del conjunto.
Así, Bethesda insufla en la tan reconocible experiencia DOOM un formato propio de los arcades, con su correspondiente división de etapas que se adaptan a nuestro ritmo y el énfasis en la obtención de una puntuación mayor que en la anterior partida. Y lo cierto es que funciona de maravilla: no solo aporta una altísima rejugabilidad, sino que se logra que cada partida sea diferente.
- Por un lado, introduciendo objetivos que afianzan nuestros progresos y establecen nuestras prioridades en la partida.
- Por otro lado, el modo en el que obtenemos un nuevo arma en cada nueva ronda es aleatorio con lo que tocará adaptarse a las circunstancias con diferentes tipos de arsenal.
- Finalmente, añadiendo elementos como rondas extra y oleadas adicionales que sólo se pueden obtener al derribar rápidamente enemigos destacados.
A partir de aquí toca hacer una distinción: existen cuatro niveles de dificultad que son los que asientan el verdadero tono de la partida. Si bien, todos son realmente desafiantes, tanto Ultraviolencia como Pesadilla son ese café para los muy cafeteros capaz de intimidar incluso al jugador más curtido de DOOM Eternal.
Y pese a que existe un sistema de Vidas Extra que se traducen en puntos adicionales al final de cada ronda, estas durarán un suspiro si no dominamos las mecánicas ofensivas de movilidad. Es decir: este modo se llama Horda y no supervivencia por una razón muy clara: la bestia más peligrosa del juego no es un demonio, sino el propio DOOM Slayer.
¿Destruir por destruir? Bueno, se puede decir que nuestros progresos tienen recompensas: como en Battlemode, existen objetivos fijados y sets de armaduras desbloqueables. Y lo cierto es que algunas de ellas son una verdadera pasada. Pero el verdadero reclamo es la sensación de juego. El magistral gunplay y esa acción de alto octanaje que te estalla en la cara cada pocos segundos. La esencia de DOOM en estado puro.
Bethesda y el DOOM Slayer van a por los próximos titanes de los FPS
Más allá de las expansiones The Ancient Gods, y con Horde Mode ya disponible, DOOM Eternal solo ofrece tres modos de juego. Podrían parecer pocas, pero lo cierto es que no necesita más: id Software renunció al clásico Deathmatch para profundizar en una experiencia que fuese más demencial y caótica que competitiva, que distinguiese a su Shooter del resto, y el tiempo les acabó dando la razón.
Ahora bien, la visceral purga demoníaca del DOOM Slayer recibe un generoso chute de adrenalina con la versión 6.66 de DOOM Eternal: más allá del modo horda, el nuevo punto de peregrinaje de aquellos que completaron y exprimieron al máximo la brutal campaña, también se han reforzado los otros dos grandes pilares de la experiencia:
- De partida, el propio Battlemode se ha actualizado a la versión 2.0, lo cual supone la adición de un nuevo demonio controlable, una nueva arena de combate y un repaso integral al sistema de progresos que beneficia las rachas de victorias. Un triple acierto.
- Por otro lado, se han introducido dos nuevos niveles maestros a la campaña de DOOM Eternal: una revisión del nivel Núcleo de Marte y, en el caso de que dispongamos de DOOM Eternal: The Ancient Gods, segunda parte una alternativa al nivel Lanza del Mundo.
Con los contenidos ya sobre la mesa, el propósito de esta segunda gran actualización de DOOM Eternal -tras gran su puesta apunto de nueva generación- queda todavía más patente: redondear todavía más el valor de un shooter absolutamente imprescindible y, en el proceso, darle a los slayers un nuevo gran modo que los retenga soltando cañonazos y cercenando cuerpos demoníacos durante años.
Porque la actualización 6.66 de DOOM Eternal llega de manera gratuita y justo a tiempo para Halloween, pero también se adelanta estratégicamente al regreso de Call of Duty, Battlefield y hasta Halo Infinite. Y pese a que cada uno de esos juegos aporta una sensación única a quien sostiene el mando o el ratón, la brutalidad del mejor shooter de 2020 (según nuestros lectores) permanece intachable y busca de manera lícita medirse con los próximos aspirantes a referentes del género.
Como comentamos, el apartado multijugador de DOOM Eternal es brutal y totalmente fiel a la esencia de la saga, pero no iguala la variedad que ofrecen otros referentes. Y ahí es dónde el Horde Mode logra encontrar su merecido sitio extendiendo la experiencia de juego hasta el infinito. Atreviéndose a reinventar y acomodar la estructura de juego single-player popularizada en los salones recreativos a un juego que nació en las consolas de pasada generación y es -de manera legítima- un referente de los sistemas de nueva generación.
A diferencia de DOOM (2016), DOOM Eternal no ofreció expansiones de pago, y eso hace que el golpe sobre la mesa de los contenidos de su actualización 6.66 no sea tan sonoro. Sin embargo, el Horde Mode es todo un regalo para el jugador y aquellos que quedaron rendidos a su barbarie. Un tercer eje de una experiencia que rebosa excelencia y, en el proceso, consagra y revalida el estatus de DOOM Eternal como nuevo clásico de culto. Como ese juego del que seguiremos hablando en años venideros.
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