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Análisis de Nintendo Labo: Toy-Con Kit de vehículos. Espíritu de juguete, pero un poco más videojuego

Aunque su vídeo de presentación ya dejaba entrever que Nintendo tiene muy clara la hoja de ruta que va a seguir con Nintendo Labo (queda por ver cuándo llegan ese pato, la cámara de fotos, la pistola o el pack de instrumentos), se agradece que en mayor o menor medida la idea esté siguiendo una evolución.

El kit de vehículos, la tercera iteración de Nintendo Labo con su Toy-Con 03, sobrepasa un poco más la línea entre juguete y juego para ofrecer una idea más lógica y cohesionada. Siguen siendo pequeños juguetes de cartón con entidad propia, sí, pero a la hora de trasladarlos al juego tienen más sentido unidos que separados.

La experiencia del Nintendo Labo de vehículos

Lo que Nintendo mantiene clarísimo son dos rumbos muy marcados. El primero es que la construcción de los cacharros debe sorprender. El segundo que esto sigue siendo un producto enfocado principalmente a los más pequeños de la casa. No hay muchas vueltas de tuerca a esos dos conceptos.

Que a través de unas plantillas de cartón vayas dando forma a cacharros con una estabilidad y aguante excepcional, es algo que nunca dejará de sorprenderme. ¿Para qué tengo que darle siete vueltas a este trozo de cartón? Porque va a ser la viga que aguante el edificio que intentará destrozar Godzilla. Y aquí el edificio es un pedal de acelerador y Godzilla un crío de 3 años.

Sobre la construcción. El proceso en sí mismo. Sigue generándome dudas en qué momento termina el apoyo como adulto y empieza la autonomía frente al montaje de algo que luego tiene muy poco recorrido. Me explico. Además de un monstruito de 3 años, en casa hay otro de 8, y o mis aptitudes para guiarlo son escasas o se me hace bastante difícil estar controlando que no la líe pardísima cada dos por tres.

Al final lo más cómodo es que te ayude a buscar piezas o con la reproducción del vídeo que sirve de guía para el montaje, pero me sabe realmente mal ser yo el que lo está montando pese a que luego lo disfrutan durante horas. Ojo, no descarto que aquí el principal problema es que yo sea lo suficientemente quisquilloso (tener una piel demasiado fina y una mecha aún más corta) para ver cómo un cartón acaba doblado por donde no es, pero el tema está ahí y tal vez tú también te sientas identificado con esa situación.

La duda en cuestión, que lo empieza a ser menos conforme Nintendo Labo muestra otras cartas como la de esta edición, es si al llegar ese punto en el que ambos son completamente autónomos para realizar el montaje con una mínima supervisión, la experiencia que ofrece el juego será suficiente para ellos.

El Toy-Con que más sabe a videojuego

Además de distintos minijuegos de carreras, combates o rally, la gran baza de esta entrega está en el modo aventura. Una suerte de mundo abierto en la que pasear con un vehículo transformable que, dependiendo de si metes la llave en el volante, los controles del submarino o el joystick del avión, cambia de aspecto para adaptarse al controlador.

El más pequeño de ellos lo ha gozada muchísimo. Pasando olímpicamente de los objetivos que demanda como buscar objetos, llevar de turismo a un robot o accionar palancas que generen nuevos retos sobre los que trabajar, pero con una sonrisa en la cara y una risotada cada vez que llevaba el avión hasta el océano y cambiaba la llave de mando para ver cómo se transformaba en un submarino mientras se zambullía en el agua.

Más centrado en los desafíos, una lista no especialmente grande, ha estado el segundo. Con un mundo mucho más amigable que el que se ha encontrado cuando ha intentado jugar a ‘Breath of the Wild’, la idea de tener una isla a su entera disposición esperando a ser explorada ha supuesto un filón que lo ha mantenido alejado de ‘Fortnite’ varios días.

Por mi parte, el que se supone que es el adulto del trío calavera, las sensaciones son mucho mejores que con los anteriores juegos (no juguetes) de Nintendo Labo, que en esencia no pasaban de la demo técnica. El reto se me sigue quedando muy corto y, en la suma, probablemente tarde más en montarlo todo que en completar lo que el juego ofrece como divertimento.

No es menos cierto que el montaje de los cacharros es para mí la experiencia central de Labo. Que pese a las horas invertidas al final se me acaba quedando corto, y que el tiempo empleado en su montaje supone un momento de paz la mar de relajante y entretenido. Porque sí, he pecado y he montado el volante mientras los críos dormían, pero no me arrepiento de nada. Ni de haberlo hecho ni de que Nintendo Labo me siga pareciendo una producto, experiencia y juguete imprescindible.

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