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Análisis de Death's Door, la nueva joyita de una Devolver Digital en racha

Hacía tiempo que no vivía una enganchada como la de Death’s Door. El juego de los creadores de Titan’s Souls apadrinado por Devolver Digital es una de esas aventurillas que se pasan en un suspiro y entre suspiros. Todo lo que tiene de fugaz lo tiene de puñetero.

Como una suerte de Zelda clásico con estética Ghibli y lore oscuro, Death’s Door se convierte en uno de esos retos que, mazmorra a mazmorra, horda tras horda, y jefe tras jefe, no puedes parar de jugar hasta llegar al final. Para estar lejos de ser un juego perfecto, es una auténtica joyita.

Del boss rush a la aventura con mazmorras

El equipo de Acid Nerve abandona el boss rush de su anterior título para lanzarnos a una aventura de acción de esas en las que entras con toda la calma del mundo y completamente perdido por culpa de sus laberínticos escenarios, pero que acabas con el corazón aceleradísimo y plantándote de un sitio a otro en cuestión de segundos.

Con un acercamiento espectacular a la hora de contar su historias, Death’s Door nos va entregando pequeñas y breves conversaciones que son más que suficientes para ir entendiendo por dónde van los tiros sin acabar hasta las narices de chapas kilométricas o un lore enrevesado.

Todo se reduce a un cuervo segador de almas que se ve envuelto en problemas cuando le roban el alma que debe entregar. Mientras no complete el trabajo su inmortalidad desaparecerá y empezará a envejecer, así que para solucionar el entuerto deberá intentar completar su encargo lo antes posible.

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Toca abrirse paso por cuatro mundos distintos, tres para cada jefe y uno más que sirve de enlace entre ellos, mientras consigue nuevas armas y habilidades con las que hacer frente a un mal mucho más duro y complejo de lo que parecía en un primer momento.

En la variedad está el gusto

Con una media de tres o cuatro escenarios por mundo, nuestro cuervo irá de aquí para allá pegando espadazos, esquivando (no hay parry) y lanzando distintos hechizos que servirán como ataque, pieza de puzle y herramienta de exploración.

La colección de armas que vas desbloqueando al explorar no da para grandes cambios en mecánicas, como mucho un ataque más rápido o un combo más pequeño y poderoso, así que en esa serie de añadidos que vamos consiguiendo está parte de la clave para ir aportando una necesaria variedad a los combates.

Está el arco con el que activar paneles a distancia, el fuego con el que quemar telarañas que impiden el paso, la bomba con la que romper paredes con una pinta sospechosa… Y de alguna forma todos ellos se convierten también en una estrategia con la que afrontar ciertos combates para facilitar nuestro paso por el mundo.

Y no nos viene mal que nos lo pongan fácil, ojo, porque Death’s Door puede llegar a ser de lo más puñetero. A base de abrir atajos que sirven como alivio a la hora de recorrer el escenario desde el punto de control inicial hasta el lugar en el que perdimos la vida, en más de una ocasión me he visto gritando de forma muda al techo por haberme quedado a uno o dos toques de poder abrir una escalera capaz de ahorrarme un notable paseo.

La exploración, su peor carta

Con una historia genial, una ambientación fantástica y un combate de lo más divertido, donde más sufre Death’s Door para destacar es en la exploración. Pese a venirle al pelo por lo bonito de sus escenarios, se acaba haciendo muy pesado recorrer pasillos que no sabes a dónde te van a llevar para llegar a un punto por el que no puedes pasar por falta de alguna herramienta.

Si bien esto es lo más normal del mundo, al volver a ellos tras varias horas, y con la ilusión de poder superar aquella bajona, lo que te encuentras pocas veces merece la pena el paseo. Un objeto con el que adornar tu mesa en el mundo de los muertos, una fragmento para mejorar la vida o la magia, o una colección de almas con las que mejorar atributos.

Lo primero es simplemente estético, lo segundo está lejísimos de ser imprescindible para superar el juego, y a lo último le pasa un poco como a las armas, que por el miedo a romper demasiado el combate son mejoras casi imperceptibles que acabas adquiriendo más por inercia que por interés.

Se salva, eso sí, al ofrecernos enfrentamientos adicionales en los que dar muerte a jefes secundarios que nos entregarán mejoras para nuestras habilidades como, por ejemplo, que tus bombas no te hagan daño si estás demasiado cerca o que el fuego atraviese a varios enemigos.

La opinión de VidaExtra

Con unas ocho horas de juego a mis espaldas llegaba al final de Death’s Door con el reloj marcando las cuatro de la madrugada. No había prisa por terminarlo o falta de tiempo para llegar a tiempo a publicar este texto, pero tenía tal enganchada con el juego que no podía dejarlo.

No es fácil robarle horas de sueño a un padre con un bebé de 11 meses, así que me parece la mejor forma de demostrar hasta qué punto Death’s Door es un juego casi redondo. Lástima que no haya puesto algo más de ahínco a todos los niveles, pero no hay nada que vaya a conseguir que lo disfrutes menos de lo que probablemente ya imaginas.

Death's Door

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