La capacidad de contar historias es un don que siempre me ha fascinado. Da igual que delante tengas un público joven o adulto. Si es una buena historia de terror, un chiste o una anécdota que consiga mantener su atención. Si está bien contada y eres un gran narrador, siempre habrá alguien dispuesto a sentarse a escuchar.
Precisamente en torno a eso gira ‘Where the Water Tastes Like Wine’, una aventura narrativa que recoge las historias de folclore de la América profunda en la época de la gran depresión de Estados Unidos. Una idea brillante, con un aspecto y banda sonora formidables que, sin embargo, tropieza cuando más se acerca a las mecánicas de videojuego.
Las historias son el protagonista
Adelanto que no estamos ante uno de esos casos en los que, por pataleta o falta de miras, se pone en entredicho la calidad de un juego por ser un título narrativo. Creo que ya llevamos un buen saco de ejemplos, tanto de lo malo como de lo bueno, como para que eso siga siendo un problema a estas alturas de la película.
La cuestión es que ‘Where the Water Tastes Like Wine’ brilla más, pero que mucho más, cuando se centra en lo que mejor sabe hacer, contar historias. Lamentablemente por el camino toma ciertas decisiones que, sin sentido ni necesidad, quieren incluir mecánicas de videojuego en una obra que no las necesita en absoluto.
Su historia nos pone en la piel de un vagabundo que, no contento con jugar al póker con quien no debe, se juega su alma en una partida que acaba perdiendo. Su condena, singular como pocas, será la de recorrer Estados Unidos recopilando historias que sirvan como pago a su deuda. Relatos que, magníficamente orquestados e interpretados, se convierten en los auténticos protagonistas del juego.
No lo son sólo por su calidad e importancia, también por su evolución, y es que como si fuese una versión del juego del teléfono, la vivencia de una pequeña anécdota o un encuentro sin aparente explicación, irá creciendo conforme vaya pasando de boca a oreja hasta entregar una historia tan falsa como contundente al otro lado del país.
Convirtiéndote en el mejor contador de cuentos
Caminando por un mapa 3D a un paso lento y tedioso que sólo la música y la posibilidad de hacer autostop consiguen mitigar, nuestro cometido será ir parándonos en distintas zonas señalizadas para vivir o escuchar lo que luego se convertirá en un pequeño relato. Cada una de ellas será de vital importancia para ampliar nuestro catálogo de historias, recopilando así aquellas que estén orientadas al amor, el terror, el pasado y una serie de categorías representadas con cartas del tarot.
Esas servirán de guía para el principal objetivo del juego, contentar a los otros vagabundos que nos encontremos en base a sus peticiones y, de esa forma, conseguir que se abran a nosotros explicándonos sus propios relatos, historias más humanas y duras con las que contentar a nuestro opresor.
Contar con un catálogo de cuentos lo más variado posible se hace imprescindible porque cada vagabundo tiene sus preferencias, desde el niño en busca de miedo y aventuras, hasta el poeta que persigue historias de tristeza y esperanza. La clave está en que, si nos los volvemos a encontrar, no podremos hacer uso de aquellas que ya les hemos narrado.
La gran baza del juego, más allá de lo bien contado y presentado que está, está en ver cómo dichos vagabundos van esparciendo las historias por los distintos estados. Pronto encontraremos otros puntos en los que pararnos a escuchar un relato que iniciamos en el pasado y, con el tiempo y la distancia, ha ido evolucionando hasta convertirse en una aventura aún mejor.
La opinión de VidaExtra
No me habría importado en absoluto que ‘Where the Water Tastes Like Wine’ me llevase más de la mano ahorrándome ciertos trámites. Los caminos, pese a lo pesados que pueden llegar a ser, son en realidad el menor de sus problemas, y es que por alguna razón el juego se atreve a incluir sistemas como la supervivencia, obligándonos a conseguir dinero en las grandes ciudades para poder recuperar vida o sueño en tiendas.
Lo hace de la misma forma que los relatos, a base de texto e imágenes estáticas, pero esa necesidad de ir en busca de algo más que no sea escuchar buenas historias, rompe por completo el encanto. Con ello pretende integrar cierto espíritu estratega. Puedes entrar de polizón en un tren que te llevará a otro destino con más historias, pero por el camino puedes ser descubierto y apalizado, perdiendo así una porción de vida que deberás recuperar con comida.
No lo necesita, no funciona y, por encima de todo, no le queda nada bien. Pero pese a ello no le resta ni un ápice de encanto y en ningún momento resultan ser mecánicas que echen por tierra todo lo conseguido. Reconozco que me encantaría poder disfrutar del guión de ‘Where the Water Tastes Like Wine’ en un formato más controlado, pero por el camino perdería la fuerza que ofrece eso de ser tú el que vas recopilando y esparciendo historias para acabar recogiendo lo sembrado.
Francamente, veo pocas opciones de que acabes descontento con él si te llama mínimamente la atención. Importante por lo que supone como idea y cómo dominan su ejecución, ‘Where the Water Tastes Like Wine’ está lejos de ser un juego perfecto que cualquiera podría disfrutar y apreciar, pero nadie puede negarle el hecho de ser un ejercicio de originalidad encomiable y una experiencia muy recomendable.
A favor
- Un trabajo formidable a nivel visual y sonoro
- Sus historias son una gozada
- Una de las aventuras narrativas más originales que he jugado
En contra
- Flojea cada vez que quiere ser más videojuego de lo que necesita
- La falta de traducción obliga a tener cierto nivel de inglés
- A nivel de rendimiento me ha dado algunos problemas leves