Todos recordamos más de un verano pegados a la pantalla con un mando o un teclado en las manos. De entre todos ellos, algunos parecen grabados en nuestra mente con más fuerza, y no necesariamente por el juego que los protagoniza. En mi caso no tengo que darle demasiadas vueltas a la cabeza para recordar vívidamente uno de ellos. Uno en el que la piscina, las chicas y la revolución hormonal prepúber, se sumaron a la saga ‘Commandos’.
No sabría decir hasta qué punto influye la saga de Pyro en ese recuerdo, pero en mi cabeza se vende como un pack de nostalgia en el que el mítico juego viene de regalo. Tanto es así que, frente a un género en decadencia, recibir una propuesta similar supone una alegría tremenda para el que escribe estas líneas. Es el caso de ‘Shadow Tactics: Blades of the Shogun’, que ha sido el viaje al pasado que llevaba años esperando.
El homenaje a Commandos que esperábamos
Lanzado a finales del año pasado, ha estado paseando por mi lista de deseos de Steam desde su aterrizaje. No tuve (o no supe ver) suerte con las rebajas, así que no ha sido hasta ahora, con su lanzamiento en PS4 y Xbox One, que he podido echarle el guante. El destino ha querido que sea otro verano el que me sirva de excusa para volver a medir movimientos frente a conos de visión, asesinar a guardias por la espalda y cargar puntos de guardado anteriores para evitar el desastre.
Sólo olvidándose de la posibilidad de entrar en edificios que introdujo ‘Commandos 2’, este ‘Shadow Tactics: Blades of the Shogun’ retoma fielmente el espíritu de aquella saga, que nos enamoró en el 98 antes de venirse a pique por intentar convertirse en algo que no era. Valiéndose de la acción táctica y la infiltración, el juego de Mimimi y Daedalic pone a prueba nuestra paciencia mientras nos colamos entre las líneas enemigas.
Lo hacemos, como su nombre indica, en un japón feudal plagado de samurais y ninjas. De la mano de cinco personajes con sus propias habilidades, deberemos ir superando los 13 retos que se nos presentan a lo largo y ancho de escenarios mucho más abiertos y libres de lo que recuerdo en la saga de Pyro.
La idea ahí es facilitar una variedad mucho más amplia de posibilidades, ya sea utilizando los poderes de cada uno de los personajes o aprovechando las opciones que nos ofrece el entorno para sembrar un caos controlado. Rocas que se despeñan, carros tirados por bueyes en estampida o elementos de construcción que pueden caer sobre un guardia despistado, se suman a los tiros a distancia, los disfraces y los elementos de distracción.
Cinco personajes, infinitas posibilidades
Un ninja capaz de lanzar su shuriken, un diestro samurai que puede eliminar a varios enemigos con un mismo ataque, un viejo francotirador con un mapache como mascota, una ladrona hábil con las trampas y una maestra del disfraz, son los personajes que iremos controlando para intentar ir limpiando el camino que nos lleva hasta nuestro objetivo.
Gracias a nuestras habilidades para escondernos o la posibilidad de encaramarnos a edificios, el cómo y el dónde dependerá completamente de nuestra decisión. Será nuestra maña, estrategia y paciencia, la que dictará si ese último ataque puede continuar o nos toca tirar del último guardado para volverlo a intentar por otras vías.
Que el juego y sus escenarios faciliten varios caminos para una misma acción lo convierte en una experiencia menos frustrante, invitándonos a la experimentación para probar distintas opciones y evitar que los enemigos den la alarma. Además, un marcador en la parte superior de la pantalla nos recuerda constantemente el tiempo que ha pasado desde nuestro último punto de guardado, evitando así que luego tengamos que lidiar con repetir acciones que habían funcionado a la perfección.
No acaban ahí las ayudas, permitiéndonos también girar el mapa a nuestro antojo o incluso marcar puntos en el mapa para comprobar si alguno de los conos de visión del enemigo puede ponernos en apuros. Mi preferida, sin embargo, es la que nos ofrece la posibilidad de guardar acciones de personajes para ejecutarlas de forma sincronizada. De su mano se viven varias de esas situaciones en las que es irremediable pensar aquello de “me encanta que los planes salgan bien”.
El paso de PC a consolas de Shadow Tactics
Como si de un juego en tercera persona se tratase, el movimiento con mando resulta menos ágil (y nostálgico) que el que podemos encontrar en PC. El joystick y los botones marcan cómo nos movemos y ejecutamos en vez de pulsar sobre una zona para realizar acciones y, aunque al inicio los giros de cámara y la cantidad de acciones posibles pueden resultar confusas, la curva de aprendizaje está bien medida y pronto acabas cogiéndole el truco.
Lástima que la poca variedad de enemigos y retos acabe convirtiendo a ‘Shadow Tactics: Blades of the Shogun’ en un desafío algo repetitivo, un error que acaba solventando a base de bellísimos escenarios con los cambios suficientes para que no acabe tropezando demasiado en esa piedra.
Por suerte, a base de animales o civiles asustadizos, nos cruzaremos con más peligros que se suman a los tres tipos de guardia que encontraremos. Que cualquiera de ellos haga sonar la alarma siempre es un problema, recibiéndose refuerzos que mantienen el mismo grado de perseverancia de las tropas normales y obligándonos a medir cada paso como si fuese el objetivo final del juego.
Hay desafío más que considerable desde el principio de la aventura y, para aquellos que busquen algo más, a las 25 horas que puede llegar a durar ‘Shadow Tactics: Blades of the Shogun’ hay que sumarle más niveles de dificultad y distintos coleccionables. Vamos, que no es un juego que te vaya a durar dos tardes. Menos aún con un planteamiento en el que las prisas siempre son malas consejeras.
La opinión de VidaExtra
Frente a un género que no goza de demasiada atención por parte de las desarrolladoras (me vienen a la cabeza los dos nombrados aquí, ‘Robin Hood: The Legend of Sherwood’, ‘Jagged Alliance’ y los inicios de la saga ‘Desperados’), recibir un título de la calidad y mimo de ‘Shadow Tactics: Blades of the Shogun’ es todo un regalo.
No reinventa la rueda o intenta ir mucho más allá de lo que consiguió ‘Commandos’ en su día, pero se acerca e incluso supera a todo aquello que nos enamoró de la franquicia de Pyro en su momento. Para muchos de nosotros, rememorar aquellos veranos ya es una buena excusa para acercarnos a él. Para el resto, poder acercarse a un género tan fascinante como olvidado debería ser más que suficiente.
A favor
- Bonito hasta decir basta
- Un gran homenaje a la saga Commandos
- Tan desafiante como gratificante
En contra
- Hay que armarse de mucha paciencia
- El control con mando puede resultar algo confuso
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