Tras el éxito de los amiibo y el potencial de la moda toys-to-life, no era de extrañar que los rumores que precedieron al anuncio de Nintendo Labo estuviesen más enfocados a las figuritas que a lo que finalmente se enseñó. Con el cartón por bandera, Nintendo pretendía dar forma a un nuevo producto capaz de ensamblar dos conceptos tan dispares como el de las maquetas y los videojuegos.
‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’, más conocido como el kit variado, es la carta de presentación a un nuevo negocio para la compañía. En su interior: 28 planchas de cartón, hojas de pegatinas, cuerdas, cintas de goma y, por supuesto, un videojuego. Si miras más allá: una experiencia de aprendizaje en la que montar tus propios juguetes es igual de divertido que jugar con ellos.
Mucho más que cartón y minijuegos
Hace unos días hablaba sobre mi primer contacto con la idea, cómo las prisas por empezar a montar el piano de ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ me hicieron descubrir que sólo era un producto enfocado a los más pequeños de la casa. Para un adulto, y aunque el precio entre una y otra experiencia difiera bastante, la nueva idea de Nintendo bien podría ser una sana alternativa a los libros para colorear mandalas con la intención de aliviar el estrés.
Desmontar cuidadosamente las formas de cartón incluidas en cada plancha, quitar las piezas sobrantes como el que explota pompas de un papel burbuja, dar forma a cada pieza de los cinco Toy-Con incluidos, ver cómo se obra la magia cuando varios trozos de cartón se convierten en una caña de pescar o el manillar de una moto…
Salvo en el caso del antenauta, una suerte de coche teledirigido que se mueve al ritmo de la vibración de los mandos, la hora u hora y pico que me ha llevado construir cada juguete ha sido de completa absorción. Pese a las indicaciones de descansar cada cierto tiempo que incluye el tutorial de montaje, detenerme a mitad de proceso era casi imposible.
Estaba entretenido, relajado y maravillado a cada paso, así que una vez terminados los Toy-Con me ha sido imposible no resistir la tentación de empezar a buscar maquetas. En una época en la que la vida no da tregua, encontrar un pozo en el que poder perderme para relajarme ha sido todo un descubrimiento, así que después de una grata experiencia, parecía lógico que el siguiente paso fuese recuperar un hobbie de mi infancia. Si no hubiese nada más allá (y lo hay), al menos podría decir que ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ me ha servido para eso.
Montando un Toy-Con
Con un grosor mucho más fino del que esperaba, las planchas de cartón de ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ son las grandes protagonistas de la caja. En ellas, perfectamente punteadas para que extraer las piezas sea coser y cantar, se encuentran las piezas que darán forma a nuestro Toy-Con.
A través de tutoriales interactivos en los que podemos girar las piezas, acercarlas y movernos adelante y atrás de la grabación con facilidad, el cartucho de ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ nos va indicando con todo lujo de detalles qué debemos hacer. Coge las planchas A y B, extrae las piezas que te marco con parpadeos, dóblalas por estas líneas de puntos, introduce esta pestaña en este hueco y asegúrate de que pasa bien escuchando un clack.
Te lleva de la mano de una forma simpática, con chascarrillos y permitiéndote acelerar el proceso a cámara rápida. Ideal cuando estás repitiendo una forma que ya conoces. O cuando estás trabajando en compañía y el doblaje de cada esquina lo ha hecho tu compañero de trabajo. Hazlo con el mando o con la pantalla táctil, lo que te resulte más cómodo, porque aquí hemos venido a pasarlo bien y no hay ninguna intención de que nadie se pierda, se agobie o se frustre por el camino.
A menudo te encuentras con varias piezas ya montadas y, en los pasos finales, cuando toca juntarlo todo para acabar de dar forma a tu nuevo juguete de cartón, sigue sorprendiéndote una vez tras otra con cómo encaja todo, con cómo alguien ha pensado que esa doblez extra le dará más consistencia al cartón, cómo así te hará el trabajo más fácil a la hora de crear una estructura que soporte el envite de un crío.
Hay un trabajo de ingeniera brutal detrás de ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’. Presupongo que un montón de horas de pruebas, de volver a la mesa de creación para acabar de aterrizar una idea, de pensar en cómo una goma elástica puede acabar simulando el giro de una llave y una pestaña que se mueve lo mínimo puede convertirse en el botón de arranque de una moto. No busquéis más, es ahí donde están los 70 euros que muchos atribuyen al cartón. Y basta con montar cualquiera de los Toy-Con para entenderlo.
De la maqueta al juguete
Con los cacharros ya montados llega el momento de convertir el cartón en un juego y, consiguiendo así que ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ sea una lección de originalidad, también tu trabajo en magia. El manillar de la moto, protegiendo la pantalla de Switch para que no haya accidentes, te ofrece la opción de correr por una pista. Puedes arrancar la moto con un botón, hacer sonar un claxon con otro, acelerar moviendo el pomo, frenar en las curvas, girar en las mismas. Todo con piezas de cartón. Con piezas de cartón que acabas de montar tú mismo.
Tocar con un piano y ver cómo las pegatinas que incluyen las teclas marcan el sonido. Girar el sedal para hacer que un besugo muerda el anzuelo. Combinar los distintos botones de la casa para activar distintos minijuegos, hacer que un alienígena se mueva por el suelo atendiendo a tus indicaciones….
Cada pequeño juguete es la antesala a un minijuego que está muy lejos de quedarse en anécdota, especialmente si hay críos de por medio. La caña de pescar ha tenido entretenidos a padres, hijos y abuelos durante más de una hora. La casa ha servido de pasatiempo mientras se hacía la comida para intentar descubrir cómo conseguíamos distintos objetos para cambiar de color al Tamagotchi que vive en su interior. El piano ha dejado boquiabierto a todo el que se ha acercado a él. Y la moto, bueno, con la moto ha habido que mandar al pequeño a la cama enfurruñado porque no veía el momento de dejar de jugar.
Entiendo que cada uno puede buscar en los videojuegos el pasatiempo que más alegrías le preste, pero me es imposible no recomendar ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ a todo el que se sienta interesado por la idea. Ha conseguido justo lo que prometía, que pasemos un buen rato en familia de una forma sana, creativa y divertida.
El día después de Nintendo Labo: Toy-Con 01
Me bastaba con lo visto hasta ese momento para saber que ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’ era una idea genial. Afortunadamente, montaje y minijuegos no son el punto y final. Tras ello no sólo están las opciones adicionales para cada Toy-Con: un estudio de grabación para el piano, una pecera en la que ver tus capturas, un editor de pistas que utiliza la cámara para dar forma al trazado; también el taller que profundiza en cada creación.
Es ahí, en explicaciones y pequeños juegos en los que aprender cómo funciona cada invento, donde se abre las puertas a que grandes y pequeños tiren de imaginación para crear sus propios Toy-Con o, si vamos apurados de creatividad, aprovechar las piezas que han quedado en las planchas para llevar más allá el potencial de cada cacharro.
Con un panorama así, sólo se ha planteado un problema, uno en el que no caerán los más pequeños de la casa pero que, sin duda, preocupará a casi todos los padres. ¿Y ahora qué hago con todo esto? Al menos al principio, tenerlos a mano es imprescindible. Sea la siguiente ronda de un viaje en moto para el crío, o un relajante rato de pesca para el mayor, vas a darle algún uso a algunos de los Toy-Con durante los días posteriores a la novedad.
¿Luego? Luego está el cartón, las aperturas de difícil acceso por las que se cuela el polvo y, sobre todo, el tamaño de la gran mayoría de juguetes. Tenerlos en una estantería no es una opción, guardarlos en una caja contraproducente si no quieres que acaben sepultados y, en última instancia, desmontarlos es relativamente asequible, pero no algo fácil de digerir.
Lo mismo ocurre con las piezas adicionales, los tubos que cambian las notas del piano por maullidos de gatos o los botones que se incrustan en las ventanas de la casa. Habría estado bien que hubiese una forma de empaquetarlo todo. No un detalle imprescindible, claro (problemas del primer mundo, que dirían algunos), pero sí un agradable acierto.
La opinión de VidaExtra
Si muñecos con código QR crearon una moda y tuvimos que inventarnos un nombre para englobar esa moda, es de esperar que con Nintendo Labo ocurra algo similar. No hay competencia, no hay base sobre la que apoyarse, no hay nada en el mercado que se asemeje a lo que Nintendo ha hecho al unir cartón, la pantalla de Switch y las posibilidades técnicas de sus mandos.
Si eso no es crear casi de cero algo nuevo, si eso no es dar forma a un nuevo género de videojuegos, no sé qué puede serlo. Desde luego, lo de decir que son maquetas con minijuegos se nos queda muy lejos de lo que realmente ofrece ‘Nintendo Labo: Toy-Con 01’. Y lo de afirmar que es cartón a precio de oro es, simple y llanamente, lo que en mi casa se conoce como mear fuera de tiesto. Larga vida a la originalidad, la creatividad y las ganas de sorprender. Larga vida a Nintendo.
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