Pocas veces empiezas enero de la mano de uno de los mejores juegos del año, pero es que la cantidad de bombazos que deberían salir en 2018 para arrebatarle esa hueco a ‘Monster Hunter: World’ debería ser demencial. Tanto en número como en calidad. La saga de Capcom regresa por todo lo alto, y lo hace con suficiente fuerza y poderío como para que nos preguntemos por qué no habían hecho esto antes.
A todo lo bueno que podía decirse de la franquicia de caza en sus anteriores versiones, se suma ahora un espectáculo visual y técnico que nos hace vibrar aún más, ofreciendo la sensación de estar cazando bestias legendarias en un entorno vivo. ‘Monster Hunter: World’ es, sin duda alguna, una de las experiencias más espectaculares e inmersivas de esta generación.
De seguidor escéptico a fiel defensor
Probé la saga en su día en PS2, hice lo mismo en PSP y me acerqué a las versiones para Nintendo Wii, 3DS y Wii U. Entendía la gracia de cada una de esas entregas y, en el fondo, tenían todo lo que me gusta, empezando por los bicharracos y acabando por el loot y el crafteo de armas y armaduras. Sin embargo, por varias razones, no acaban de engancharme.
Mirando atrás, ese desencanto lo achaco a su lentitud en el progreso, los interminables tiempos de carga entre zonas y que, en el fondo, eran de esa escuela japonesa de juegos con mucha letra y pocas explicaciones.
Puede que precisamente por eso, la idea de occidentalizar y abrir un poco la franquicia con ‘Monster Hunter: World’ me pareció tremenda sobre el papel y, por lo bien han pulido todas esas asperezas, ahora estoy completamente enganchado.
Lo digo con sueño, con varias noches de vicio a mis espaldas y alguna que otra aventura que ya habéis leído por aquí, pero lo hago consciente de que cada minuto invertido en el juego ha sido fantástico y ha merecido completamente la pena. También sabiendo que, ahora ya sin maratones autoimpuestas, el número de horas de juego no va a dejar de subir.
De hecho, ahora llega lo mejor de todo. Está el endgame, los retos que se vayan publicando online, la posibilidad de jugar con los amigos y, por descontado, todas esas mejoras y novedades que aún quedan por crear en la forja. Y eso por no hablar de lo de empezar a subir otras armas y armaduras para mayor versatilidad en el juego online. Vamos, que si quiero estar jugando durante meses a ‘Monster Hunter: World’ tengo razones más que suficientes para hacerlo. Justo lo que estaba esperando.
Lo que nos espera en Monster Hunter: World
Formamos parte del 5º batallón, una expedición que ha viajado hacia un nuevo mundo en busca de respuestas sobre los dragones ancianos, unas bestias legendarias que campan a sus anchas por la Tierra y que requieren ser estudiadas o, a ser posible, capturadas. Montamos nuestro personaje con un completo editor, hacemos lo propio con nuestro camarada Felyne (el gato) y ponemos rumbo hacia la aventura.
No sin falta de problemas durante el trayecto, claro, pero sí con unas cinemáticas que van al grano y no nos roban demasiado tiempo. Pronto cabaremos llegando a Astera, nuestra base inicial en el juego y el punto de partida para casi todo lo que hagamos cuando no estemos con alguna misión.
Allí está la forja en la que aprovechar los materiales conseguidos para crear nuevas armas y armaduras, el laboratorio botánico en el que cosechar plantas y otros objetos, el panel de misiones, los encargados de darnos objetivos secundarios, el señor que va mejorando los detalles de nuestro libro de bestias en base a nuestras investigaciones, la cantina en la que preparar platos que potencien habilidades, el punto de encuentro online y, por descontado, nuestra casa, un lugar en el que colocar las mascotas que vayamos recogiendo por ahí.
Si a estas altura de la película ya te sientes abrumado, es normal, te acabo de soltar un vendaval de información que el juego se encarga de ir ofreciendo con un goteo que funciona sin prisa pero sin pausa. Cada nueva misión te irá desvelando nuevos detalles sobre el cómo y el por qué de cada aspecto de ‘Monster Hunter: World’, con tutoriales breves y concisos en formato de texto que, si saltas por error (o ansia), puedes volver a consultar en el menú.
La clave es que, dentro de que aquí lo básico es cazar bichos, poco a poco se van añadiendo capas de profundidad que no sólo facilitan tu tarea, también amplían tus objetivos y te dan nuevas razones para visitar una zona o buscar un objeto en concreto. Además, ya sea en misiones muy específicas o en expediciones donde tienes total libertad para pasearte por los escenarios, el juego te pone todas las facilidades para que encuentres lo que estás buscando. Sea un dinosaurio de tres metros o una seta azul.
Mecánicas de caza, la clave de la experiencia
Nuestro gran aliado ahí fuera serán un grupo de luciérnagas que, conforme vayamos avanzando por el escenario, irán apuntando y marcando todos los objetos de interés que nos rodeen. Cada cosa que encuentren aparecerá en un lateral de la pantalla, por lo que lejos de tener que ir escudriñando cada esquina, bastará con echar un vistazo a los mensajes que van apareciendo para saber qué tienes cerca. Eso o directamente abrir el mapa y señalar qué material necesitamos, momento en el que las luciérnagas echarán a volar creando el camino más corto hasta nuestro objetivo.
Además de objetos de crafteo, animales inofensivos o pequeñas bestias, nuestros luminosos amigos serán de gran ayuda para encontrar el paradero de las grandes presas de la zona, y es que pese a que su tamaño pueda indicar lo contrario, dar con ellas la primera vez no va a ser tan fácil. Para aligerar esa tarea deberemos fijarnos en todas las pistas que las luciérnagas vayan encontrando en nuestras idas y venidas, desde una pisada en el barro hasta un arañazo en la pared, pero también otras como babas, muescas o plumas.
Con cada nuevo descubrimiento iremos aumentando el nivel de investigación del bicho en cuestión. Puntos que se sumarán a acciones como avistarlos, cazarlos o incluso hacerlos caer en trampas del entorno. A mayor investigación, mayor cantidad de datos tendremos del mismo, lo que provocará no sólo que podamos decirle a las luciérnagas que se pongan a rastrearlo nada más llegar a un escenario, también abrirá información adicional como posibles puntos débiles o qué objetos podemos extraer de cada parte del monstruo.
El conocimiento es poder, y en ‘Monster Hunter: World’ esa es una máxima que se repite una vez tras otra. Dónde puede estar el monstruo que estás buscando, qué hará cuando se vea en peligro, cómo reaccionará cuando esté en las últimas, qué parte del cuerpo debo atacar para acabar tumbándolo… Lo mejor de todo es que, lejos de ser un juego basado en números o infinitas páginas de información, todo se presenta de una forma muy orgánica, valiéndose de un ecosistema vivo que ofrece muchos más detalles de los que imaginas durante tus primeras batidas.
Un día de caza en Monster Hunter: World
En un escenario ideal, la cosa iría más o menos así. Aceptas una misión de caza o captura y te diriges hacia la zona en la que se encuentra el monstruo. Sabes que es vulnerable al fuego, así que entras en la tienda de tu campamento y te equipas con un arma que goce de ese elemento. Para la armadura y tu amuleto eliges algo que te haga menos vulnerable a los ataques de hielo que lo han hecho famoso.
Además tienes intención de capturarlo, no matarlo, así que buceas entre un más que cómodo menú de objetos para elegir qué llevarás en tu mochila y qué se queda en el baúl. Te vendrá bien una trampa de red, una eléctrica y varias bombas tranquilizantes, pero también pociones que potencien tu armadura y ataque.
Como aún queda hueco, algunos objetos adicionales por si se te acaban los que tienes y quieres reponerlos de forma automática con el sistema de crafteo.
Y sí, por automática me refiero a que si tienes un dos y te recoges por ahí otro dos, automáticamente se unen para que en tu inventario aparezca un cuatro. Una idea fantástica y muy bien ejecutada.
Como ya has investigado ese monstruo en varias ocasiones, al abrir el mapa puedes ver su logo paseando por una zona cercana al punto de aparición que has escogido, así que les dices a tus luciérnagas que te marquen el paseo y te diriges para allí.
Por el camino vas rapiñando lo que puedes, especialmente esos objetos que has marcado como deseados para crear una armadura que te estás montando. Cada vez que recoges uno, un mensaje te indica los que te quedan para completar los necesarios, así que cuando ya los tengas todos, podrás dedicarte a lo tuyo sin distracciones o tener que estar ojeando menús.
Pronto te cruzas con el monstruo, te preparas con los objetos potenciadores que tenías a mano desde la rueda de acceso rápido y... al lío. Se trata de una iguana gigante y, por el buche que tiene, parece que acaba de merendarse a otra bestia, así que ese punto débil pasa a ser tu máxima prioridad.
Le golpeas la garganta una vez tras otra mientras tu camarada (el gato), montado en un bicho que correteaba por allí, te va asistiendo a base de golpes al monstruo y ayudas para ti, ya sea en forma de vida o con acciones como cegar al enemigo para atontarlo. La buena noticia es que no debes estar haciéndolo nada mal porque, a los pocos golpes, el monstruo acaba vomitando a su presa. La mala es que ahora es más ágil y te tiene en su punto de mira.
Sin que nadie lo esperase, entre golpe y golpe, aparece un Anjanath, una suerte de Tiranosaurio que escupe fuego por la boca. Como este último supone una mayor amenaza que tú, ambos se enzarzan en una bestial pelea. Mientras tanto, tú aprovechas para afilar tu arma enfundado en una capa que te hace parecer una planta, evitando así que te conviertas en el próximo objetivo del combate.
No una pelea cualquiera, ojo, sino una sacada de una película de kaijus en la que el Anjanath toma a su presa entre los dientes y la zarandea de lado a lado para luego tirarla contra un tronco que se destroza con el golpe, lo que provoca que caigan unas lianas y el gran saurio quede atrapado en ellas, dando así unos segundos de respiro a la iguana para que pueda hacer lo que cualquiera haría en su misma situación.
Afortunadamente el Anjanath ya te ha hecho la mitad del trabajo, así que la iguana se retira hasta su nido visiblemente afectada, llena de magulladuras, arañazos y cojeando. No estabas preparado para el encontronazo con el compi con aliento de fuego, pero sí para ese momento, así que te adelantas para llegar antes que ella y, justo donde planea tumbarse a dormir para echarse una cabezada, colocas una trampa eléctrica en la que cae sin problemas.
Dos bombas tranquilizantes de las que llevas son suficientes para que acabe grogui y, por descontado, también en tus manos. Los materiales que recibes de la hazaña te van a servir para mejorar tu arma y poder dar caza a tu siguiente presa. Pero el mayor premio ha sido, sin duda alguna, el espectáculo que acabas de presenciar.
Un grindeo que se hace muy a gusto
La cantidad de situaciones que puedes vivir en cualquier misión, por estúpida que pueda parecerte, es proporcional a la cantidad de opciones que tienes para completarla, un número que crece aún más cuando al reto llega más de un jugador con idénticas intenciones.
Se palpa que Capcom ha querido crear una experiencia lo más variada posible y, teniendo en cuenta que el número de monstruos disponibles será limitado (a falta de los eventos temporales online), es algo que se agradece enormemente.
En todas estas horas que llevo con el juego me he enfrentado a retos tremendamente originales, pero también otros que se centraban en lo mismo. ¿Te acuerdas de aquél bicho? Pues si lo vuelves a cazar y consigues uno de sus colmillos, ahora tu martillo podrá dar golpes de fuego.
La cuestión es que, durante la beta, creía tener muy claro que ese toma y daca iba a acabar cansándome más pronto que tarde, pero tras probar la versión final y enfrentarme a los muchos retos y objetivos que ‘Monster Hunter: World’ nos pone en bandeja, debo reconocer que estaba equivocado.
No sólo he repetido cacerías porque de una forma u otra el juego me invitaba a hacerlas, es que además me he embarcado en combates por el mero hecho de disfrutarlos. Porque simplemente pasaba por allí para otra cosa y, para qué engañarnos, no se le puede decir que no a humillar al maldito Anjanath en un combate en el que sabes que tienes todas las de ganar. En el peor de los casos te llevas un puñado de materiales que seguro acabas utilizando para algo, aunque sea para fusionarlos y conseguir una escama de ese otro monstruo que se te sigue resistiendo.
La opinión de VidaExtra
Lo comentaba unas líneas más arriba y me veo obligado a repetirlo en las conclusiones. Tras probar la beta sabía que ‘Monster Hunter: World’ apuntaba a ser un buen juego, pero no creía que fuese a engancharme o a darme motivos para exprimirlo al máximo. Tras jugar a la versión final, en cambio, desdigo lo dicho y confirmo que tiene todo lo necesario para ser uno de los grandes juegos del año.
Es divertido, profundo y bellísimo. Un juego redondo al que no le puedo achacar ninguno de los males que sí habría destacado en entregas anteriores. Es, por así decirlo, menos de nicho y más campechano, pero sin que eso sea algo malo. Las mecánicas clásicas siguen ahí y, de regalo para el que pueda interesarle, también varias novedades adicionales que puedes optar por ignorar o desactivar si quieres una experiencia más tradicional.
Sea como sea, ninguna de ellas está metida con calzador o genera la impresión de que te están dando más facilidades de la cuenta. Esas te las buscas tú a base de explorar, conocer lo que te rodea y, por encima de todo, meterle una buena cantidad de horas para poder convertir retos imposibles en desafíos asequibles.
Que ‘Monster Hunter: World’ me pida dedicación nunca podrá ser remarcado como un aspecto negativo. No porque falte el habitual grindeo de este tipo de juegos o la más que inevitable repetición de misiones similares, sino porque su envoltorio es tan perfecto que cada vez que lo abres es como un regalo en la mañana de Navidad. Puede que el regalo eche fuego por la boca o intente comerte, pero nadie ha dicho que lo de cazar monstruos que pueden reventarte el bazo de un coletazo fuese una tarea fácil.
A favor
- Traducido y doblado al castellano
- Una cantidad brutal de horas de juego
- Tan bonito como divertido
En contra
- Algunos monstruos demuestran su estado con más claridad que otros
- Avanzar en su campaña requiere algunos (aunque escasos) momentos de grindeo
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