Si cuando analizamos la versión para Switch de ‘World of Goo’ ya comentábamos que era un juego atemporal pero inevitablemente anclado a un momento de nuestra historia reciente, acercarnos a ‘Little Inferno’ de Tomorrow Corporation lleva esa símil varios pasos más allá.
Lanzado en plena época de juegos de Facebook y móviles plagados de contadores de tiempo, ‘Little Inferno’ es una de esas críticas ácidas y perfectas con las que lo único que puede hacer uno al llegar a la pantalla de créditos es quitarse el sombrero.
Volver a Little Inferno
Igual que comentamos en el caso del anterior juego de esa santa casa que es 2D Boy y Tomorrow Corporation, ‘Little Inferno’ es un juego con solera que se ha paseado ya por no pocas plataformas. Su llegada a Switch no ofrece nada especial más allá de la posibilidad de rejugarlo (o descubrirlo) en una nueva plataforma, pero la joya que se esconde detrás de este juego es lo suficientemente brillante como para dedicarle unas letras.
Haber vuelto a jugar a ‘Little Inferno’ me sirve, además, para recordar que las cosas no han cambiado prácticamente nada desde que el juego nos hiciese llegar su mensaje. Los contadores de tiempo siguen y las monedas premium no sólo se mantienen, también han acabado llegando a plataformas, juegos, géneros y compañías que considerábamos sagradas e incorruptibles.
Esa curiosa amalgama de perversas ideas es precisamente la gracia de ‘Little Inferno’, con la única diferencia de que aquí no hay opción para superar los duros trámites a base de micropagos, toca batallar con la mejor cara posible con todas las trabas que nos pone.
Visto así probablemente los que no lo hayan jugado estarán deseando huir de él como de la peste, pero no os vayáis todavía. Pese a todo ello ‘Little Inferno’ es uno de los juegos más importantes de los últimos años, y consigue realizar una crítica inteligente y sin moralina de una situación por la que, sin saber explicar muy bien cómo, hemos pasado todos nosotros en alguna ocasión.
¿Pero cómo se juega a esto?
‘Little Inferno’ es el nombre del juguete más famoso de una época en la que el planeta se ha ido al carajo y el frío invierno es una realidad constante. Si todos los niños quieren jugar con él es porque, aparentemente, esta chimenea interactiva parece ser la única forma de calentarse.
En ella quemamos nuestras cosas, anonadados con esa magia que tiene el fuego al consumirlo todo, y cuando se nos acaban las cosas aprovechamos las monedas que caen de todo lo que arde para comprar otras.
Tomorrow Corporation, la empresa detrás de la creación de ‘Little Inferno’, nos facilita un catálogo desde el que ir adquiriendo objetos, desde un reloj despertador hasta un café, cada uno con un precio, un tiempo de llegada a nuestra casa, un premio en forma de monedas y un único objetivo, acabar dentro de la chimenea.
Cuando ya no nos quedan cosas por quemar de un catálogo, se nos abre la posibilidad de comprar otro, pero para desbloquearlo primero debemos realizar combinaciones que sólo podemos adivinar por su nombre. Así, un Buenos días bien puede ser un combo de esos dos objetos que comentábamos unas líneas más arriba, y una vez conseguido se sumará a nuestro total de combos a la vez que nos entrega un boleto con el que acelerar la llegada de nuestro próximo pedido.
No te fíes de las apariencias
Comprar y quemar, comprar y quemar, comprar y quemar. Un leitmotiv, aparentemente sin fin, en el que la búsqueda de sus hilarantes combinaciones y las cartas que nos van llegando a casa desgranando por dónde se moverá la historia, son motivo suficiente para seguir enganchados a él.
No miento, no vamos a hacer nada más hasta que el juego alcance su tramo final, y pese a lo estúpido del asunto no sólo vamos a disfrutar como idiotas, vamos a acabar sintiéndonos culpables de haberlo hecho. La bofetada de ‘Little Inferno’ se escuchará en cinco kilómetros a la redonda.
¿Realmente quieres jugar a un título que te va a martirizar y te va a hacer sentir culpable? No sé si quieres hacerlo, pero debes. ‘Little Inferno’ fue el único juego lo suficientemente valiente para destapar una realidad que nos ha acabado afectando a todos y, además, consiguió hacerlo con un estilo y unos chispazos de genialidad que aún hoy están por superar.
A favor
- Una obra maestra
- Una nueva forma de contar historias
- Quemar cosas siempre es divertido
En contra
- No aporta nada nuevo respecto a otras versiones (que además son más baratas)
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