Análisis de Inside: una nueva obra maestra

Sabes que un juego te ha marcado cuando el miedo a la página en blanco es enorme, al tener la necesidad de rendirle pleitesía a los desarrolladores con cada palabra. ‘Inside’ es uno de esos juegos que se queda grabado a fuego en tu cabeza, de esos que pese a su tamaño o presupuesto acabará en las listas de lo mejor del año y, quién sabe, puede que también de la generación.

Playdead coge la fórmula de ‘Limbo’ y la mejora hasta el punto de conseguir que ahora su anterior trabajo parezca un juego menor. Plataformas, puzles y narrativa experimental se unen en un título del que todos, tanto sus creadores como nosotros, deberíamos estar orgullosos de poder disfrutar.

Un diseño magistral

Hablar sobre ‘Inside’ requiere pies de plomo, y es que ni sus plataformas ni sus puzles son especialmente memorables, pero esos dos conceptos, sumados a cómo Playdead cuenta aquí su historia, hacen de cada uno de ellos una experiencia fantástica.

Aquí no hay líneas de diálogo ni letras impresas sobre la pantalla, sólo una historia que se cuenta a base de saltos por escenarios surrealistas y consecución de puzles de los que sólo requieren un segundo de calma. Todo está tan bien hilado que, al final, el mensaje del juego acaba siendo lo de menos. No es que sólo importe el camino, es que ‘Inside’ triunfa al transmitirnos sensaciones como ningún otro lo ha hecho hasta la fecha.

Al control de un niño cuyo destino y procedencia desconocemos por completo, huiremos de perseguidores en una constante carrera hacia adelante en la que las posibilidades de quedarse atascados son casi nulas. No es un problema de falta de dificultad, es una cuestión de intuición que, una vez conocidas las mecánicas básicas, conseguirá que pasemos por puzles y obstáculos sin ni siquiera darnos cuenta de que estaban ahí.

Inside es asfixiante

A interiorizar eso ayuda, y mucho, las segundas vueltas por su historia, y es que la rama que saltaste en la primera pasada casi por inercia, desemboca en una muerte distinta que desconocías por completo en un segundo paseo. Tal vez por eso, por verte superando el juego sin problemas y adivinando que eso que acabas de pasar era un puzle, cuando llega el momento de enfrentarte a uno más sesudo su superación resulta inmensamente gratificante.

El viaje de este niño está a menudo plagado de colores, a diferencia de lo ocurrido con las sombras de ‘Limbo’, pero su ambientación casi siempre es oscura, lúgubre y asfixiante. ‘Inside’ juega a meterte el miedo en el cuerpo temiendo por tu vida a cada paso, con peligros que realmente están ahí y con ruidos que los simulan para no darte un respiro.

Os aseguro que la sensación de agobio sentida en algunos momentos es algo digno de experimentar en tus propias carnes, un sentimiento que ayuda a conectar con ese niño sin rostro al que movemos de aquí para allí en una sociedad distópica en la que el miedo resulta vital para seguir adelante, para meterte prisa y obligarte a superarlo sin errores que siempre son fatales.

Que no te lo cuenten

Así, los saltos milimétricos o las huidas superadas por los pelos nunca resultan tramposas, tienen una razón de ser y no se entienden de otra manera pese al castigo que supone errar. No hay ningún momento en el que todo no case como debería, ni hueco para pensar que esto o aquello podría haberse hecho de otra forma.

Profundizar más en todo lo que esconde ‘Inside’ debería ser un sacrilegio, es en sus sorpresas donde reside gran parte de la gracia del juego y vivirlas a los mandos es imprescindible para entenderlo y apreciarlo. Es uno de esos títulos de los que no quieres oír hablar nada hasta terminarlo, te lo aseguro, y también uno que, tras ser superado, te pedirá a gritos encontrar a alguien con el que comentarlo.

‘Inside’ no sólo es un juego imprescindible, es una de esas aventuras que marcan a industria y jugadores de una forma especial. Hay que reconocerle el mérito a sus creadores, porque si no es fácil crear un buen juego, no puedo imaginar lo que duro que debe ser crear uno inolvidable.