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Análisis de Concrete Genie: una aventura preciosa capaz de alegrarle el día a cualquiera

Es relativamente fácil separar Concrete Genie en cuatro partes. Las tres primeras, muy similares, me han parecido una absoluta genialidad que ha conseguido mantenerme ocupado más allá de los objetivos principales. La última, en cambio, es un giro radical mucho menos acertado que pese a ello no impide quedarse con un buen sabor de boca.

Precioso hasta la médula, Concrete Genie se vale del sensor de movimiento de PS4 para convertirnos en un simpático grafitero que pretende salvar su ciudad de la oscuridad a golpe de color. Una fantástica propuesta que juega con los puzles y las plataformas para dejarnos explorar y pintar paredes sin miedo a llevarnos una multa.

Una película de Pixar interactiva

Lo que antaño era el típico puerto comercial plagado de tiendas y visitas de familias para aliviar la pesadumbre de cualquier domingo, con el tiempo ha pasado a ser una zona oscura y abandonada en la que nuestro protagonista pasa las tardes dibujando en su cuaderno.

Sin embargo la mala suerte ha querido que tenga que lidiar a diario con un grupo de cenutrios que se dedican a hacerle la puñeta, llegando al punto de romperle su cuaderno y enviarlo a un faro donde, afortunadamente, su vida empezará a cambiar. Allí conoce a Luna, una representación mágica de uno de sus dibujos y la guía que le llevará a salvar la ciudad.

Con la ayuda de un pincel mágico, este cuento a lo Pixar con animaciones estilo stop-motion -recuerdan muchísimo al trabajo de Laika en películas como Kubo o la reciente Mr. Link- nos invita a combatir la oscuridad pintando los dibujos que iremos recogiendo de la destrozada libreta del protagonista.

Obras con vida que, pintadas sobre las paredes pero afectando también a la flora que crece a su alrededor, convertirán un muro de ladrillos en un bosque en el que las flores se mecen con el viento y las mariposas vuelan a placer. Una suerte de escenario de dibujos animados que, además, servirá de hogar para los genios que vayamos pintando en ellas.

Inteligente, bonito y apto para todos los públicos

Con zonas específicas en las que dar forma y vida a estos compañeros, la idea es aprovechar los poderes de cada uno para, puzle a puzle, ir abriendo paso al protagonista para seguir pintando más y más zonas.

Pintar una pared con motivos específicos para contentar a uno de los bichos, colorear la oscuridad para que un genio eléctrico pueda activar la electricidad de una zona, llevar uno de viento hasta el lugar indicado para que pueda soplar y empujar una caja...

Nunca es un reto realmente complejo, lo que sumado a su mensaje hace de Concrete Genie un juego ideal para los más pequeños con el que acercarse a problemas lamentablemente habituales como el acoso. El juego se encarga de que los problemas para avanzar sean mínimos invitándonos a pintar aquellas paredes con bombillas colgadas para poder avanzar.

Además de por las luces de colores que emiten, el mapa muestra en todo momento qué paredes necesitas para continuar y que puedas ir directamente a ellas si en algún momento no sabes qué te falta por hacer. Sin embargo justo ahí entra la magia de este juego. He pintado cada una de las paredes que había disponible por el mero hecho de disfrutar de esa mecánica.

Dotar de ese colorido aspecto de bosques, lagos y tundras nevadas a la ciudad es una experiencia increíblemente relajante en la que poco me ha importado que los objetivos ya estuviesen claros o cumplidos. Tenía la necesidad de, valiéndonos de un control de movimiento con el DualShock muy bien implementado, dejar todo lo más bonito posible.

Su innecesario giro hacia la acción

Tal vez por lo relajante y estéticamente precioso del momento, su último tramo no tardó en atragantarse un poco. Llegados a cierto punto la oscuridad se hace con el control de la zona volviéndolo a dejar todo sin color y, para más follón, empieza a convertir a los genios que antes te acompañaban de pared en pared en una suerte de monstruos oscuros que pueden moverse a placer en tres dimensiones.

Nuestro objetivo a partir de ahí deja a un lado la pintura para centrarse en intentar darles caza, momento en el que nuestro pincel se convierte en un arma que tira fuego, rayos o viento -los elementos naturales de cada genio- y nuestras zapatillas se transforman en unos patines mágicos que nos tienen de aquí para allá persiguiendo genios oscuros.

Nunca vas a matarlos, sino a intentar calmarlos para devolverles el color, pero que lo que en un principio era pintar pájaros y soles radiantes evitando a los matones, termina convertido en un sistema en el que el protagonista tiene barra de vida, ataques especiales y persigue monstruos por las calles.

El giro rompe completamente un ritmo pausado y contemplativo para desmarcarse con una carrera en busca de esos bichos para atacarlos y esquivar sus embestidas hasta conseguir frenarlos. Sobra decir que los tres primeros cuartos del juego se me pasaron volando incluso pese a tomarme todo el tiempo del mundo en cada pared y que, por contra, el último se me hizo terriblemente repetitivo.

La opinión de VidaExtra

Un tropiezo final no es excusa para dejar pasar Concrete Genie, pero sí una buena excusa para volver a reafirmarnos en la falta de necesidad de tener que meterle acción y disparos a todo. Lo que durante gran parte del juego era una mezcla fantástica de arte y exploración noventera, de pronto se convierte en un tramo de tiros sobre patines que no casa demasiado con el espíritu del juego.

Pese a ello, es una de esas pequeñas maravillas a las que darle una oportunidad cuando tengas un hueco. El sabor de boca final sigue siendo muy positivo y, pese a sus pormenores, no deja de ser una aventura simpática y muy recomendable, especialmente si hay críos por casa y queréis disfrutarlo en compañía.

Lo mejor: un juego precioso y muy entretenido.

Lo peor: el último tramo tiene un cambio de ritmo que le sienta regular.

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