Es uno de los juegos que esperaba con más ganas de 2022 y, pese a lo difícil de su reto, ha superado todas mis expectativas. Card Shark no es sólo un firme candidato a GOTY -no sólo del panorama indie-, es también una de las ideas más frescas y cargadas de mimo que hemos disfrutado durante los últimos años.
Una de esas joyas que, como en el caso de Inscryption o Loop Hero el año pasado, llegan sin hacer demasiado ruido y a la sombra de grandes titanes para demostrar que los juegos pequeñitos y hechos con cariño pueden enfrentarse a cualquier superventas triple A y salir victoriosos.
Card Shark es un juego soberbio, pero difícil de vender
Sus creadores, Nicolai Troshinsky y el equipo de Nerial, los artífices de Reigns, deberían estar muy agradecidos de que Devolver Digital los haya abanderado porque, de no tener ese peso detrás, habría sido difícil que llegase a tanto público como realmente merece.
Y no es culpa suya, ojo, han hecho lo que han podido para que Card Shark entre por los ojos con un aspecto visual envidiable, una historia para enmarcar y una de las mejores ideas de diseño recientes, pero hay que reconocer que es un juego difícil de acercar a la gran masa.
No estoy yo aquí para eso tampoco, de hecho está lejos de ser un juego perfecto y pese a mi entusiasmo hay un par de detalles a los que agradecería que tarde o temprano echaran un ojo -nada preocupante, desde luego-, pero tampoco tengo ninguna intención de esconder la sonrisa que ha ido creciendo durante las 9 horas que le he echado hasta ver todos sus finales.
Reconozco que va a ser un análisis difícil. No es fácil explicar por qué debería importarte una visual novel con minijuegos, yo mismo estoy lejos de ser un fan del género, pero voy a hacer todo lo posible por intentar replicar mis sensaciones con Card Shark. El resto, como siempre, ya es cosa tuya.
Un juego de cartas en el que no juegas a las cartas
Card Shark es un juego de cartas en el que no se juegan partidas de cartas. Empezamos mal, pensarán algunos. Pese a que nos sentamos en infinidad de mesas para hacer eso mismo, ganar con cartones a lo que sea que jugasen en la Francia del siglo XVIII, en realidad el éxito de nuestras partidas sólo depende de una cosa, que hagamos trampas al principio de cada juego.
En forma de minijuegos que tienen poco de pulsar en el momento correcto y mucho de reconocer patrones e interiorizar combinaciones de botones y joystick, nuestro personaje marcará el curso de la partida con trucos que cualquiera podría llevar a una partida real.
Por ejemplo mirar de reojo las cartas del contrario, barajar asegurándonos la mejor mano, o rozar la cartomagia al engañar al oponente haciéndole creer que tiene todo controlado.
Si lo hacemos bien, la partida estará casi en el bote. Si lo hacemos mal y levantamos demasiado las sospechas de nuestros contrincantes, la partida llegará a su fin haciéndonos perder dinero y, si se nos va de las manos, incluso con fatídicas consecuencias para nuestro protagonista.
Las lecciones de diseño de Card Shark
¿Cómo narices trasladas algo tan complejo como el contar cartas o manipular un corte de la baraja a un simple minijuego? Ahí está el gran secreto de Card Shark y un gran porcentaje de su éxito.
Las explicaciones son tan acertadas y las acciones con el mando tan orgánicas que al final acabas interiorizando conceptos complejísimos de una forma increíblemente natural.
Por no incurrir en spoilers y hablar más de la cuenta sobre las genialidades que se saca de la manga con la partida más avanzada, os daré dos ejemplos de los primeros que te cruzas en la aventura.
Sobra decir que estos son sólo dos de los 28 trucos que puedes acabar aprendiendo y, aunque algunos son variaciones de cosas ya aprendidas, es raro que pasen más de 15 minutos sin aprender algo completamente nuevo.
¿Cómo se juega a Card Shark?
El primer truco que te enseñan es tan simple como mirar las cartas del contrario y transmitirle sus mejores cartas a tu compañero de juego. Para ello tendrás que inclinar el joystick como si estuvieses echando una copa de vino manteniendo un ritmo constante, ni muy lento ni muy rápido, para que te dé tiempo a echar una ojeada sin acabar sobrepasando los límites de la copa.
Tras ello indicarás qué palo es el más fuerte -tréboles, picas, diamantes o corazones- realizando distintos movimientos con el joystick mientras limpias la mesa. De arriba a abajo, de izquierda a derecha, en el sentido de las agujas del reloj o con círculos completamente opuestos.
Consciente de lo difícil de interiorizar tantos conceptos en un margen tan corto de tiempo, el juego te va arrojando pistas sobre si lo que estás haciendo está bien o mal, así que lejos de ser un juego de memoria, en realidad se concentra en hacer que hagas tuyos los conceptos para sacarles el máximo partido.
Otro ejemplo algo más elaborado, también de los primeros compases, podría ser recoger las cartas de una mesa para preparar la mano siguiente. Así, si la primera carta que vas a acabar repartiendo va para tu compañero, te asegurarás de recoger una mano de cartas empezando por uno de los ases y dejando las cartas más débiles para el resto de oponentes.
Mucho más accesible de lo que parece
Lo realmente espectacular de Card Shark es que, en realidad, en su estructura, es más simple que el mecanismo de un botijo. Sin embargo consigue hacer virguerías a base de ofrecerte una experiencia completamente realista en la que hacer trampas es tan simple como pulsar un puñado de botones.
Nada que resulte completamente aleatorio, ojo, son acciones que por momentos te transmiten la sensación de estar jugueteando con las cartas en las manos. Un logro que, acomodado en unas animaciones tan simples como soberbias, hace que adentrarse en cada nuevo minijuego sea una mezcla de tensión y total interés por lo que están a punto de relatarte.
Pudiendo entrenar y escuchar explicaciones todas las veces que quieras, incluso en mitad de la partida si te atascas con algún proceso, sólo en un par de ocasiones me he visto realmente apurado por no saber con certeza qué tenía que hacer.
Nada que, por otro lado, no pueda solucionar el sistema de pistas que puedes activar y desactivar a placer sin miedo a que el curso de la historia o tu captura de logros se vea comprometida. Aunque te acaba poniendo contra las cuerdas -especialmente si eres de letras como es mi caso-, Card Shark no tiene la mínima intención de ser un juego difícil.
Una trama de lo más adictiva
Por encima de todo, Card Shark quiere que disfrutes de sus minijuegos sintiendo que estás ante un desafío, pero sin miedo a cogerte de la mano para que puedas continuar disfrutando de su magnífica historia. Pocas veces una trama ha conseguido cautivarme y engancharme como lo ha hecho esta.
Sin entrar en demasiados detalles, nuestro papel es el de un pobre desgraciado que acaba envuelto en problemas con la justicia y que acompañará al mítico Conde de Saint Germain por tierras galas para intentar destapar una conspiración contra la corona en plena era de la prerrevolución francesa.
De camino a cada localización, el Conde te enseñará un nuevo truco con el que ganar la siguiente partida y, si vas completando las tres rondas que suele durar cada enfrentamiento, la historia se irá desgranando hasta alzarte con la victoria, conseguir desvelar un pedacito más del misterio, y ganar un puñado de monedas con el que acudir a otra región para hacer que la rueda siga girando.
Durante las primeras horas no parece gran cosa. Una aventurilla en la que los diálogos surgen de forma automática y cuyo protagonista mudo poco puede aportar más allá de poner muecas para intentar transmitir su respuesta, pero conforme va avanzando la historia y complicándose el futuro de sus personajes es muy difícil echar el freno.
La práctica hace al maestro
Agobiado con uno de los enfrentamientos finales porque no era capaz de hacer los trucos lo suficientemente rápido para no levantar demasiadas sospechas, las ganas de ver su desenlace me obligaron a plantarme frente al juego para interiorizar y perfeccionar al máximo todo lo que debía hacer.
La práctica hace al maestro, dicen, y lo cierto es que cuando uno de los trucos te hace clic en la cabeza a base de probar y probar, la satisfacción al completar el reto es tan grande que acabas deseando que se complique aún más.
Lo hace, vaya si lo hace, y entre los giritos de su historia y las sorpresas que te echa encima para sacarle el dinero a incautos ricachones, Card Shark se convierte en uno de esos juegos que no puedes evitar superar del tirón.
Primero para no olvidar cómo se hacía X truco -aunque lo solventa volviéndote a explicar todo lo que necesites-, y en segundo lugar para intentar descubrir qué narices pasa con una trama que parecía simplota pero acaba complicándose de forma adictiva.
La opinión de VidaExtra
Card Shark es uno de esos juegos en los que una vez tras otra te preguntas cómo a nadie se le había ocurrido hacer esto antes. De esas ideas que resultan tan simples y efectivas que no puedes resistirte a sonreír con cada nuevo as que se saca bajo la manga. De esos títulos que desearías borrar de tu cabeza para poder volver a jugarlo como si fuese completamente nuevo.
Pese a su aparente simpleza hay un trabajo de diseño tan magistral detrás de cada una de sus ideas, no sólo de plasmarlas, también de saber transmitirlas al jugador de la forma más natural posible, que es imposible no deshacerse en elogios.
Tan obcecados estamos a veces con si llega este o ese otro triple A que, más a menudo de lo que nos gustaría, estas pequeñas joyas acaban pasando bajo nuestro radar sin que nos demos cuenta. Sólo puedo recomendarte que, ya sea mañana o dentro de unos años, no dejes que Card Shark se convierta en una de ellas.
Card Shark
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