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Necesito que se lance Starfield porque he vuelto a caer en Red Dead Redemption II y no recuerdo dónde estaba la salida

He vuelto a caer. Me prometí que estaba superado. Creía que estaba desenganchado por completo al rejugar The Witcher 3: Wild Hunt y meterme de lleno en Destiny 2 y Diablo IV. Me sentía seguro porque no tiene versión next-gen... pero era una seguridad falsa. Admito que he vuelto a caer en Red Dead Redemption II.

Continúo manteniendo al día Destiny 2 y Diablo IV, y juego un par de misiones secundarias, contratos y búsquedas en The Witcher 3 antes de apagar la PS5; pero Red Dead Online se ha sumado a la ecuación (otra vez) tras saber que Rockstar Games podría estar preparando una remasterización de Red Dead Redemption.

Acepté que era inevitable y volví a instalarlo en mi PS5. No esperaba que durase demasiado, pero ahí continúa tras una semana. Y aunque no me queda demasiado que completar en el multijugador, parece que todavía quedan cosas que experimentar.

El canto de sirena de Red Dead Online

No recuerdo la última vez que jugué a Red Dead Online, pero sí sé que estaba convencido de que era una despedida porque dejé a mi personaje en mi lugar favorito de todo el mapa: el valle de Little Creek River. Es una llanura alargada bañada por el serpenteo de un pequeño río, el morado de las lavandas y el verde de la hierba fresca.

Ciervos, conejos y otros animalillos corretean entre morado y verde, mientras que los gruñidos y berreos de los Osos y Uapitíes respectivamente resuenan entre los árboles que cercan los límites de la pequeña llanura. Unas pocas nubes salpican un cielo azul casi perfecto, cuya uniformidad es interrumpida por el paso de los pajarillos y varias rapaces.

Por alguna razón que desconozco, tengo activo un mapa de coleccionista. Se marcan tres localizaciones en el mapa. Si buscaba una señal de que tengo que jugar a Red Dead Online, sin duda es esta. Llamo a mi caballo. Limpio sus crines y parte del lomo durante un minuto, y le doy un par de manzanas antes de partir. Lleva demasiado tiempo esperando mi regreso.

Decido poner rumbo al norte, hacia la zona noroeste del Lago Isabella. La noche y el frío se echan sobre mí. Comienzan a caer los primeros copos, señal de que debo ponerme el atuendo para combatir los elementos. Un abrigo largo, botas y mítico sombrero de Arthur Morgan me permiten continuar sin problemas.

Repentinamente escucho el aullido de un lobo, luego de otro, y otro... Encuentro a una manada de cinco lobos persiguiendo a un ciervo en un claro. La luz de la luna me muestra tal espectáculo de la naturaleza. Aunque estoy maravillado, echo mano a mi rifle Winchester 1892.

Trato de tomar un rodeo para no alterar la caza, pero la manada no tarda en reparar en mi presencia. El ciervo podrá vivir otra noche. El macho y la hembra alfa se abalanzan sobre mí. Reacciono rápidamente: dos disparos, uno para cada cabeza. Los tres lobos restantes se lanzan al ataque, pero alzo mi arma y disparo al aire. Huyen despavoridos. Los cartuchos salen volando del Winchester 1892 y el mecanismo de palanca suena a metal rajado. El arma está sucia. Limpio el rifle con un poco de aceite. Calmo al caballo con caricias y le premio con una manzana.

Viejos compañeros de viaje

Un amigo se une justo antes de adentrarme en las montañas nevadas. Un indio como los Apaches que en cualquier otro contexto habría sido enemigo de mi personaje, un vaquero de la vieja escuela estilo Clint Eastwood. Se pone a mi lado mientras recorremos a paso lento las montañas. Mientras, charlamos por audio.

La zona nevada de Red Dead Online, situada al noroeste de Ambarino, es muy infravalorada por muchos jugadores. La tranquilidad parece inalterable y los efectos del tiempo no dan señales. Dejamos un pueblo fantasma a nuestra izquierda y continuamos subiendo por las montañas en busca de nuestro premio.

Aparece una Guarida, un evento de mundo en el que hay que matar a todos los enemigos, en el pueblo fantasma que acabamos de pasar. Decidimos continuar subiendo y posicionarnos en unos riscos para tener vista total del pueblo. Dejo a mi caballo en lugar seguro. Saco mi Winchester 1892 para llevarlo a la espalda (por si acaso) y el poderoso Krag-Jørgensen, un rifle de cerrojo con mira telescópica.

Iniciamos el tiroteo. Los enemigos tardan en darse cuenta desde dónde les llueven los disparos y cuando lo hacen solo pueden mirarnos impotentes: sus armas no tienen tanto alcance. Van cayendo uno a uno, tiñendo la nieve de rojo y ofreciendo sus sucios cuerpos tanto al frío como a los cuervos y lobos que se alimentarán de ellos cuando todo acabe.

Mi compañero indio decide que el líder requiere de un trato más personal y cercano. Me quedo en el risco para cubrirlo desde la distancia. Lo veo correr como una hormiguilla atareada, buscando al miserable por las casas. Varios refuerzos caen tras algunos quejidos del indio. No tengo claro qué hace con el líder. Lo dejo saqueando los cadáveres y prosigo mi camino. "Alcánzame cuando puedas".

Encontramos a otro par de maleantes con recompensas por el camino. Nos obliga a desandar lo andado hasta la base de las montañas, donde nos encontramos hace un rato, pero no puedo negarme a un dinero tan fácil. En pro de la síntesis diré que llegamos y volvimos a subir sin problema, aunque esta vez con otro amigo, cuyo personaje es una señorita parecida a Sadie Adler tanto en lo que respecta al físico como a la mala leche.

Nuestro objetivo es una antigüedad: un peine antiguo junto a una carta de colección. Tras eso, ponemos rumbo al siguiente objetivo, situado al sur de Blackwater. No hay imprevistos por el camino. Algún animalillo víctima del arco del indio y el rifle de la señorita.

Lo mejor de este segundo viaje fue ver nuevamente el gran puente de Bard's Crossing, que cruza el río Dakota y une las estaciones de Flatneck y Riggs mediante una vía de tren. A riesgo de ser señalado, diré que la construcción es preciosa y que no desmejora el horizonte lo más mínimo.

La ciudad de Blackwater nos atrapa. Conseguimos el coleccionable, pero nos terminamos quedando haciendo diferentes quehaceres: comprando ropa, vendiendo pieles, tomando una copa en el bar... El tiempo se nos echa encima en la vida real y uno a uno van abandonando el grupo para irse a descansar. Decido que es el momento de chapar, pero no sin antes ir al campamento para rehacer mis atuendos y saludar a mi fiel perro Loki.

Definitivamente vuelvo a estar atrapado en Red Dead Redemption II, aunque el vicio no sea tan intenso con en tiempos anteriores. ¿Se impondrá a The Witcher 3: Wild Hunt o compartirán los ratos muertos tras Destiny 2 o Diablo IV? Lo único que sé es que son demasiados frentes abiertos y que necesito que Starfield llegue a mi vida para cerrarlos todos... aunque sea temporalmente.

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