Estos días, con motivo de la llegada de 'Resident Evil 5' a PS4 y Xbox One, me ha dado por rejugarlo en la consola de Sony. A fin de cuentas, tal y como comenté al inicio de nuestro directo de dos horas, habían pasado 7 años desde que me lo pasé por primera vez en Xbox 360 y tenía ganas de recordarlo.
En su momento me gustó, sin alardes. No era un 'Resident Evil' puro (parte de su esencia ya se había perfilado por otros derroteros con 'Resident Evil 4', y de ése no hubo tantas quejas en su día, sino todo lo contrario y para un servidor sigue estando entre sus favoritos), pero poco me importó. Era disfrutable.
O al menos, disfrutable hasta cierto punto. Porque había partes con QTE que eran un verdadero tedio y muchas escenas no tenían mucha coherencia con lo que estaba sucediendo en Kijuju. Eso, y el tener que aguantar a una IA insufrible que muchas veces tomaba la peor decisión, perdiendo tiempo y recursos tras ello.
Por suerte, tenía otras cosas positivas y volviendo a rejugarlo ahora, debo decir que se conserva bien después de todo. Había un montón de lugares que no recordaba. Pero lo que no había olvidado era quién se escondía tras la misteriosa figura del personaje enmascarado. Un ser que, a la vista está, iba a cobrar mucha importancia a lo largo de la historia. De hecho, bastante, como vimos luego.
Pero, ¿quién era? Es algo que no se desveló hasta el final de 'Resident Evil 5'.
Capcom nos dio varias pistas (y jugó al despiste)
Antes hay que ponerse en situación. 'Resident Evil 5' tuvo un lanzamiento casi simultáneo entre los principales territorios del mundo dentro del mes de marzo de 2009. Pero a finales de 2008, Capcom levantó varias ampollas con un rumor en el que se dejaba caer que Jill Valentine había muerto. ¿Cómo era posible?
Fue, sin lugar a dudas, tanto una maniobra de despite como un gancho comercial.
Ya con el juego, uno no podía creerse que eso fuera verdad, por mucho que Chris Redfield, dentro de sus múltiples flashbacks con ella y Wesker en una mansión al lado de un acantilado, la hubiese visto precipitarse al vacío con su archienemigo.
Inevitablemente, cualquiera podía tener claro que se iba a desvelar la verdad sobre Jill Valentine. Lo malo es que muchos nos temimos lo peor, especialmente tras ver que su cápsula no estaba tras el duelo contra el jefe del capítulo 5-1.
Seguramente, de seguir con vida, ya no sería la misma y podría estar incluso infectada por algún virus o formar parte de algún experimento retorcido relacionado con el Uroboros. Al final, fue justamente lo segundo.
¡Era Jill Valentine, la única e incomparable!
Tras varios encontronazos fortuitos y sobre todo efímeros con el ser enmascarado, llegó la revelación final en el capítulo 5-3. Se trataba, efectivamente, de Jill Valentine. Pero es que además dicha revelación llegaba de las manos del mismísimo Albert Wesker. Todo cobraba sentido ahora.
La agilidad de la nueva Jill era sobrehumana. Igual que Wesker, por todo el virus Uroboros que corría por sus venas. Sin embargo, por fortuna, lo de Jill estaba más controlado al contar con un aparato "pegado" a su corazón que se lo suministraba.
Pese a todo, ésa no era la Jill que conocíamos. Ni tampoco nos reconocía.
La unión hace la fuerza en Resident Evil 5
Hechas las pertinentes presentaciones, lo que vino después es uno de los duelos más memorables de toda la saga. Chris Redfield con Sheva Alomar contra Jill Valentine y Albert Wesker. Así, sin anestesia. Un duelo aparentemente desigual.
Wesker estaba, de todas formas, de calentamiento y por poco rato. Estaba para "jugar" un poco con nosotros, aunque podíamos cabrearlo y hacer que se marchase. El objetivo era, lógicamente, Jill. Y la misión era quitarle ese virus de su corazón, algo para lo que era vital la colaboración de los dos jugadores...
Había distintas formas de hacerlo. O bien debilitarla con nuestras armas de fuego, o agarrarla por detrás para que el otro jugador intentase arrancarle eso de cuajo. Incluso, también desde el suelo. Tras varios intentos infructuosos, Jill Valentine "volvía a la vida" y nos contaba el calvario que había pasado, porque había sido consciente de lo que hacía... pero no podía controlar su cuerpo.
Tristemente, la presencia de Jill desde ese instante en 'Resident Evil 5' quedó relegada a un segundo plano, cuya presencia volvimos a ver al final, con la escena del helicóptero (cómo no, siendo un 'Resident Evil'), en uno de los duelos más exagerados de toda la saga: dentro de un volcán y con un Chris Redfield capaz de mover rocas de tamaño descomunal a puñetazos. Hilarante.
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