Tengo casi 300 juegos nuevos en 2020 (sin contar Game Pass), y el giro del mercado para llegar hasta ahí me alegra y asusta a partes iguales

Tengo casi 300 juegos nuevos en 2020 (sin contar Game Pass), y el giro del mercado para llegar hasta ahí me alegra y asusta a partes iguales

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Gogga

Hoy me he asomado a un pozo que habría hecho brotar chiribitas en los ojos de mi yo de hace 20 años, pero que a mí me ha provocado un escalofrío que ha recorrido mi espalda de arriba a abajo. Hoy me he puesto a calcular cuántos juegos han llegado a mis manos en 2020.

He parado de contar por el vértigo que me ha dado al llegar a 300. Y es que aunque trabajar analizando juegos podría suponer una respuesta lógica a ese número, en realidad tres cuartas partes de ese nuevo catálogo pertenece a compras mías, juegos gratuitos y sistemas de suscripción (sin contar Xbox Game Pass).

Mi plan de juegos para la jubilación

¿Y dónde narices está el problema? Preguntaréis algunos muy acertadamente. Y ahí yo contestaría que en ningún sitio, que al fin y al cabo es otro paso más en ese plan con más fisuras que lógica al que desde hace años llevo llamando mis juegos para la jubilación.

Como si de un síndrome de Diógenes digital se tratase, llevo años acomulando juegos con la esperanza de acercarme a ellos el día de mañana, entre los huecos que hay entre un análisis y el siguiente, o como forma de desconectar en un jugar por jugar que ya sólo suele presentarse en algún que otro fin de semana.

Humblechoice

No entro en ese grupo que a veces leo lamentándose por Twitter por haber perdido las ganas de jugar o la esperanza en el medio. Nada que ver. Como mucho mis quejas se centran en que la Tierra no tenga una mayor rotación y traslación que nos entregue días de 48 horas y años de 700 días.

Me falta tiempo, básicamente. Horas de libertad absoluta para acercarme a los 14 juegos que me llegan cada primer viernes del mes de la mano de Humble Choice, los muchos que van sumándose poco a poco a Prime Gaming, el juego (o juegos) semanal de Epic Games Store, y todos los juegos de regalo que de tanto en tanto van asomando el hocico y que, en no pocas ocasiones, me hacen llegar a la siguiente pregunta.

¿Se acabó el comprar?

Hace unos días nuestro compañero Frankie nos explicaba que tiene un amigo que de tanto en tanto le pregunta si X juego va a pasar a Game Pass o lo van a regalar en alguna tienda -como si nosotros tuviésemos esa bola mágica con la respuesta-. Arrepentido por haber comprado ya más de un título que poco después pasaba a estar disponible gratis o por mucho menos, buscaba una validación que no le invitase a cometer el mismo error.

Una posición con la que, por suerte o por desgracia, no podría estar más de acuerdo. Yo mismo he estado tentado de caer en Control y Doom Eternal en varias ocasiones desde su lanzamiento y, a base de paciencia, ahora he podido jugar a ambos gracias a Xbox Game Pass.

Como esos hay ejemplos a patadas, especialmente en PC y con opciones para probarlos un fin de semana o incluso quedártelos para siempre. Sólo en los últimos tres meses podría contar una docena de juegos que habrían supuesto una inversión de más de 100 euros de haberlos comprado de lanzamiento -y había ganas de ello-, pero que a base de paciencia he conseguido por apenas 30 euros.

Y una vez más toca recurrir a la misma pregunta: ¿dónde narices está el problema? Y toca volver a contestar exactamente lo mismo porque, al menos desde la óptica del usuario, sería de locos quejarse de esto cuando venimos de revisar las páginas de publicidad de Centro Mail -recordando que ahí había juegos que se vendían por unas 15.000 pesetas, unos 90 euros al cambio-. Pero… Siempre hay un pero.

La nueva industria del videojuego

El “pero” es que ahora mismo se me dibujan tres caminos en el horizonte. El primero es el de la calma, el que simplemente me dice que todo está bien, que el futuro era esto, y que lo que toca es relajarse y disfrutarlo porque nos lo hemos ganado a pulso.

El segundo, algo más apocalíptico, es el que se acoge a la idea de que esto no hay por dónde pillarlo, que no podemos venir de un modelo en el que todo eran las ventas de la primera semana y que ahora eso importe bien poco. Que el cebo de lo gratis, los descuentos y las rebajas a dos semanas del lanzamiento acabarán petando por algún lado.

Goggalaxy

El tercero es que en algún momento alguien dirá que ya está bien la broma, que ahora que todos dependemos de este tipo de servicios y ya nos tienen cogidos por las gónadas, ha llegado el momento de subir precios de forma espectacular y reducir la calidad lo justo para mantener en movimiento la feria. Algo así como el “¿por qué no hay nada potable en Netflix?” que nos viene a la mente de vez en cuando.

La esperanza y las ganas de ver la vida de colores pastel me dice que me agarre a lo primero, que siga disfrutando de la lluvia de juegos y que, como mucho, monte un Change.org para ver si entre todos arreglamos lo de los días de 48 horas. Los problemas del primer mundo y la enésima prueba de lo torcido que tenemos el ADN algunos jugadores, que cuando todo va viento en popa y vivimos la mejor época del medio vemos razones para asustarnos y quejarnos.

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